11. Amy.

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«Asi que puedes arrastrarme a través del infierno si eso significa que podré tomar tu mano»

Harry ya no conocía el cuerpo que dormía a su lado. Louis ya no vibraba en colores; solo era gris. Era lento y ojeroso. Era como volver a ver al Louis de dieciséis años que insistía en morir.

Fue despedido luego del incidente. Louis no dijo nada y fue un milagro que no quisieran demandar a Future For Me; pero los padres de la muchacha fueron firmes cuando dijeron que no iban a demandarlos si accedían con echar a Louis. Según sus palabras, nadie se encontraba seguro si tenían a alguien -citando sus palabras- demente.

Por supuesto, Harry no opuesto resistencia. Era lo justo. Le dolía pero debía admitir que ese día, Louis había actuado como un demente. Decía haber visto cosas que no habían sucedido ¿En que cabeza cabía pensar en algo tan inmoral como aquello? Louis no razona. Y cuando se enteró del despido, por supuesto, no lo tomó bien.

Y eso significó otra pelea y otra caminata hacia la habitación de Nathan para llevar otra vez a Darcy a su habitación.

Y Harry estaba cansado. No solo físicamente, sino también, mentalmente. Porque Louis era terco, cerrado, misterioso. Porque sabía que algo andaba mal pero no oía otra cosa que no fuera estoy bien de sus labios. Y si estaba bien ¿Entonces por qué no comía? ¿Por qué siempre tenía una excusa para no hacerlo? ¿Entonces por qué no dormía? Harry estaba cansado de seguir intentando para obtener los mismos resultados o incluso peores; porque Louis seguía tan silencioso como lo había estado en su adolescencia. Y algo tramaban sus ojos, pero no sabía qué.

Harry intentaba, lo hacía, y tenía a Dios de testigo y no recibía nada a cambio. Louis sencillamente no podía nada de su parte para tratar de remendar lo que evidentemente estaba roto.

Dos semanas habían pasado del incidente, casi un mes. Louis no encontraba trabajo y Harry comenzaba a sentir que vivía con un extraño.

Terminó su desayuno. El último día hábil de la semana había llegado. Darcy se había ido temprano porque la mamá de su compañera había pasado por ella. Nathan miraba en todo momento a Louis y Louis estaba haciendo su habitual esfuerzo por no dormir sobre la mesa.

— ¿Llevo a Nathan a su guardería o te quedas cuidándolo? -preguntó y Louis lo miró despacito.

— Llévale -dijo —. Tengo otra entrevista de trabajo.

— Puedo llevar a Nathan y luego llevarte a ti ¿Qué decís?

Pero Louis no contesto. Y generalmente sus silencios solo significaban No. Y Harry había olvidado lo que era escuchar un te amo de sus labios.

Se fue luego de un frío beso en la mejilla; uno que Louis recibió resentido porque la noche anterior habían peleado otra vez; porque Louis seguía insistiendo en que había visto a la más joven tocarlo de forma inapropiada y porque Harry aseguraba que había perdido el juicio. Decir eso parecía ser el peor insulto.

Nathan venía silencioso allá atrás, mirándolo el lado vacío del copiloto y Harry se preguntó si Nathan entendía lo que sucedía. Se preguntó si temía al igual que él, que su familia comenzara a desaparecer como si nada; como un cruel acto de magia.

Llegó a la guardería. Bajó para bajar a Nathan quien no tardó en correr hacia adentro. Nunca hacia eso. Era la primera vez que lo veía tan desesperado por huir pero Harry se dijo que sólo eran ideas suyas; que la realidad no podía ser tan caótica para provocar que Nathan quisiera huir de ella.

Harry suspiró sacando un paquete de cigarros. Siempre había estado en contra de ello, pero dadas la circunstancia, debía reconocer que el tabaco en algunos casos era efectivo. Le calmaba la ansiedad casi tanto como destruía sus pulmones por dentro.

En la segunda aspirada, una niña chocó con él. Demasiado pequeña para andar sola pero demasiado grande para estar en una guardería. Harry la miró curioso; ojos azules que le resultaron escalofriantemente familiares.

— Cuanto lo sien- ¿Harry?

Harry pensó que alucinaba cuando escuchó la voz de Amy. Y seguía pensando eso cuando la vio, tomando suavemente por los hombros a la niña de ojos azules iguales a los suyos.

Y seguía tan hermosa como la recordaba a veces.

— Quién te viera fumando ahora, diría que no puede tratarse del mismo Harry Styles antitabaco que conocí.

Ella rió y Harry la seguía observando; más madura. Tenían casi la misma edad pero Amy se veía jovial; más rejuvenecida. La edad no solo le sentaba bien, la hacía ver hermosa.

— Joder, tanto tiempo sin saber de ti ¿Y solo guardas silencio?

Harry sonrió, tirando el cigarro y metiendo las manos en los bolsillos. No se explicaba porque se sentía tan nervioso.

— Lo siento, solo que me cayó de sorpresa encontrarte aquí con tu hija…

Amy sonrió mirando a la pequeña; eran distintas. Amy tenía el cabello rubio y la piel blanca, la niña en cambio tenía el pelo negro y la tez color canela. Lo único que tenían en común era el color de sus ojos. Tan potentes y azules como el cielo.

— Maddy es escurridiza. Viene a la escuela de aquí a la vuelta. Cree que por tener once años, es toda una mujer.

Harry rió y se puso nostálgico de un momento a otro. Madeleine siempre había sido el nombre que Amy le pondría a su primera hija. Soñaban con ello. Cuando en su momento, se amaban con intensidad y la familia era el momento clímax de sus vidas.

Y todo había tomado un rumbo distinto. Él tenía a Louis y Amy tenía a su hija.

— Tiene tus ojos -murmuró Harry observándola tan audaz como lo era Amy. Quizás tenían más cosas en común de lo que parecía.

— Eso creo -murmuró ella, con una sonrisa —. Joder… ¿Cómo has estado? ¿Cómo te ha tratado la vida?

Harry suspiró, sonriendo — Sigo en Future For Me. Y tengo dos hermosos hijos. Me ha tratado bien, digamos, pero… ¿Qué hay de ti?

¿Me superaste? ¿Todavía me quieres? ¿Todavía me extrañas?

Amy sonrió con tristeza — ¿Dos hijos? Debo suponer que tú matrimonio con Louis va sobre ruedas ¿No?

Harry meditó su respuesta. Sentía que la perdería si decía que si, y no entendía porque le asustaba esto último. Sin embargo, mirarla le hacía notar lo mucho que le había echado de menos. Lo mucho que había cambiado y le hizo preguntarse si su vida sería mejor si Amy todavía siguiera a su lado.

— Me divorcié hace un año -dijo mientras quitaba sutilmente la sortija de su dedo. Luego sacó su mano, mostrando que no mentía —. Le veo a veces solo por los niños.

Entonces Amy sonrió, coqueta como lo había hecho en su momento para conquistarlo.

— Entonces creo que no hay problema en que te invite un café. Maddy irá a lo de una amiguita hoy… así que ¿Qué dices?

Y la respuesta fue obvia.

***

Harry se las había arreglado para llegar casi a horario. Quince minutos de tardanza para ser exactos. Darcy lo esperaba aburrida cuando llegó con Nathan a recogerla.

Agradeció que no haya preguntado por su trabajo esa mañana. Harry no sabía mentirle a Darcy. No a ella.

Cuando llegó a casa, y vió a Louis tan devastado como lo estaba él, la realidad le dió un golpe duro.

Y la culpa comenzó a hacerse presente.

Louis le explicó que le había ido mal y que sentía el estómago cerrado. Fue Harry quien le sugirió que durmiera luego de no soportar mirarlo.

Porque cada vez que lo miraba, sus ojos azules les recordaban a los de Amy. Y pensar en Amy lo llamaba a recordar cómo esa invitación al café había sido un vil truco; porque él se había dejado llevar por la necesidad cuando estuvieron en su habitación y las ropas comenzaron a desaparecer de sus cuerpos. Cuando la tomó, y seguía teniendo ese mismo sabor su cuerpo. Sus labios. Sus gemidos.

Harry no podía mirar a Louis cuando él había dado el primer paso para destruir lo que les quedaba.





Save me from The Dark » Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora