Sonreí sin ganas mientras sentía el agarre de Diana tensarse sobre mi antebrazo. Había decidido acudir a la fiesta como su acompañante por el simple hecho de que lo prefería antes de estar rodeado de aquellas lobas que parecían haber cogido un interés insano conmigo desde que se ganó la batalla contra los Renegados. Suspiré y fijé mi mirada en los ambarinos de aquella única loba que no quería nada conmigo.
– ¿Qué estás mirando, Diana? –Pregunté irritado segundos después. Ella llevaba mirándome fijamente desde que habíamos dejado a Damon y Rebecca minutos antes mientras ellos nos avisaban de que debían decir algo muy importante.
– A ti, idiota –gruñó ella mientras se soltaba de mi agarre y ponía sus manos sobre sus caderas, intentando dar una imagen amenazadora. Y aunque su ceño fruncido había conseguido acobardar a más de un lobo, eso no pasaba conmigo. Habíamos pasado demasiados años juntos, como amigos, como hermanos... Y sus miradas asesinas ya no funcionaban sobre mí–. Estás buscándola con la mirada, incluso sabiendo que no está en esta sala. Estoy segura de que tu lobo está destrozándote por dentro para salir a buscarla.
Su tono molesto me hizo gruñir. Odiaba la manera en la que ella me entendía con sólo tener que mirarme. Nuestras Manadas siempre estuvieron unidas y como consecuencia había pasado mi infancia al lado suyo. Al principio, nos odiábamos porque pasábamos días intentando dominar al otro, pero como teníamos que estar juntos quisiéramos o no, acabamos encontrando un punto medio en el que ni ella intentaba ejercer su poder sobre mí, ni yo sobre el de ella... Y gracias a eso, había conseguido mi primera amiga. Aunque ahora me estuviese molestando.
–Eres odiosa, Diana –le gruñí entre dientes mientras caminaba hacia una mesa y conseguía una copa, con ella siguiéndome a pasos rápidos.
– ¡Vamos! Es divertido verte histérico por una mujer que no te hace caso... Es incluso irónico –dijo ella mientras cogía la copa de mis manos y bebía. Fruncí el ceño. ¿Irónico? ¡Era una auténtica putada!–. No me mires así, J. Eres tú el que estaba con mujeres y luego las dejaba porque no quería nada serio. Ahora, eres tú el que está en esa posición –sus ojos amarillos brillaban burlones– ¿Cómo te sientes?
–Actualmente quiero patear tu peludo culo, Diana –le gruñí entre dientes mientras le fruncía el ceño y le quitaba mi copa, alejándola de sus manos. Ella puso los ojos en blanco y sonrió de forma lobuna.
–No tengo pelos en mi culo, Jake, salvo cuando me transformo... –ella se mordió el labio y sonrió todavía más–. Y sabiendo que siempre vas por detrás de mí, es normal que te obsesiones con eso. Deberías hacer más ejercicio, amigo.
–Te voy a... –le amenacé vanamente, porque siseé de dolor cuando sentí una especie de latigazo en la parte trasera de mi pierna. Girándome mostrando los dientes, gruñí furioso... Hasta que la vi. Mi vieja abuela estaba detrás de mí, con el ceño fruncido y sus pálidos ojos clavados en los míos, tenía una mano sobre su cadera y la otra sobre su bastón. Hice mi mayor esfuerzo para suavizar mi tono, aunque todavía sentía picor en el lugar donde ella me había golpeado con su bastón–. Alessandra.
Ella intentó volver a golpearme, pero esta vez conseguí apartarme mientras oía la risa de fondo de varios presentes, entre los que se incluía Diana. Haciendo una mueca, miré a la anciana que parecía estar cabreada conmigo.
– ¿Se puede saber qué haces, muchacho? –preguntó mientras fruncía el ceño y me miraba. Era extraño que pudiese seguir mi movimiento, sabiendo que era completamente ciega. Eso era un misterio que todavía no había conseguido desvelar de ella– ¡Soy tu abuela, llámame como tal!
Suspiré cansado y miré a Diana, que había conseguido una nueva copa y estaba bebiendo para aguantar la risa. Sus ojos ambarinos brillaron divertidos, y al final tuve que sonreír.
–Abuela... ¿Por qué me golpeas? –pregunté intentando aparentar enfado. Mi abuela siempre había sido impredecible, así que no intenté imaginar el por qué y simplemente se lo pregunté.
– ¿Cómo que por qué? ¿Se puede saber qué haces aquí? –ella parecía indignada, y yo me sentí momentáneamente perdido. Ella pareció notarlo y negó con la cabeza mientras refunfuñaba algo sobre que los hombres y los lobos no eran una buena combinación. Diana rió por eso y yo hice una mueca– ¿Por qué no estás con ella?
Sentí como si me diesen una patada en el estómago y cerré los ojos con fuerza mientras el rostro de Amalia aparecía en mi mente. Había pasado horas intentando alejarla de mi mente, intentando darle el espacio que ella parecía necesitar para comprenderlo... Pero no podía, y mi lobo estaba intentando conseguir el control cada vez con más fuerza.
Con su piel demasiado pálida y el cansancio reflejándose en sus ojeras y en la delgadez de su cuerpo, aún así era hermosa. Mi lobo gruñó en afirmación, y yo me crucé de brazos. Por la expresión de mi abuela, estaba seguro de que ella sabía dónde estaba Amalia, y con su pregunta había hecho que creciera la necesidad de estar con ella.
–Abuela, ¿dónde...? –empecé a preguntar sobre su paradero, pero la profunda voz de Damon me interrumpió.
Mirando al vampiro con el ceño fruncido, le vi subido al pequeño escenario que habían colocado en una esquina y me sorprendí al ver la extrema felicidad en su rostro. Sus claros ojos rojos brillaban con el poder que su Compañera le había entregado junto con su sangre. Rebecca, a su lado, tenía una sonrisa amplia y feliz. Cogiéndose de las manos, Damon habló:
–Como muchos sabréis, Rebecca y yo tenemos algo muy importante que deciros, y ni ella ni yo podemos silenciarlo más –ambos se miraron con una sonrisa cómplice en los labios, y yo sentí la necesidad asfixiante de buscar a Amalia y de hacerla comprender que nosotros podíamos ser así. Que quería que fuésemos así. Suspiré al oír las palabras que me había jurado que jamás diría, y que una vampiro había conseguido que dijese con sólo imaginarla. Maldije entre dientes y volví a prestar atención–. Esta celebración tiene varios motivos, no sólo el de felicitar y festejar nuestra victoria contra los Renegados. A pesar de que en la invitación sólo ponía eso, queríamos guardar la sorpresa para cuando todos estuvieran aquí... Y creo que ya es el momento de decirlo –Rebecca abrazó por la cintura a Damon, y él pasó su mano por encima de su hombro mientras decía–: Rebecca y yo hemos decidido casarnos cuanto antes... Mejor dicho, el mes que viene. Y por supuesto, estáis todos invitados a nuestra boda.
El sonido de los aplausos explotó en el salón. Sonreí ampliamente mientras aplaudía junto a todos los presentes. Estaba feliz por ellos y aunque me parecía increíble aceptarlo, Damon se había convertido en un buen amigo... y merecía esto después de todo lo que pasó en el Internado. Rebecca, por supuesto, lo merecía aún más. Ella había recibido el rechazo de su propia Manada –y aunque me avergonzaba decirlo–, también el mío. Sin embargo, la Loba Blanca había sabido perdonar y como recompensa había conseguido a su Compañero de Vida.
Viéndolos besarse y abrazarse mientras sonreían, escuché la voz de mi abuela a mis espaldas mientras intentaba aplaudir sin soltar el bastón.
–En la cocina, zoquete. Está en la cocina –susurró de manera que sólo lo oí yo.
Aprovechando que todo el mundo parecía querer ser el primero en felicitar a los futuros reyes, salí del enorme salón y dejé que mi lobo tomase por fin el control, guiándome hacia ella. Felicitaría a Damon más tarde, cuando pudiese pensar en algo más que en encontrar a mi asustada Compañera.
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UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||
WerewolfSegunda temporada de LOBO BLANCO :) Amalia Sellers era una vampiro, pero no una vampiro cualquiera. Ella era la hija de Enric Sellers, el vampiro milenario que empezó la Última Guerra entre Razas, liderando a los vampiros que no querían aceptar los...