[11] Corina.

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AMALIA.

Me mordí el labio con indecisión mientras observaba a la voluptuosa chica, con sus manos sobre sus anchas caderas. Sus ojos verdes brillaban furiosos y con su larga melena balanceándose tras sus hombros parecía una verdadera loba. Cuando ella se dirigió a Jake con tanta familiaridad, se me encogió el corazón.

–¿Cómo has podido emparejarte con... ella? –repitió la chica como si no estuviese allí, como si no me estuviera haciendo daño con sus palabras. Jake gruñó molesto y apartó a la chica de él, alejándose de su contacto–. ¡Respóndeme, maldito seas!

–Corina no tengo que darte explicaciones de lo que hago con mi vida –respondió Jake con una mueca demasiado animal y una advertencia en la voz. Me quedé sin respiración cuando la supuesta Corina le respondió con un gruñido todavía más furioso que antes.

–¡Pues claro que sí tienes que dármelas, soy tan sucesora como tú!

Jake bufó y se cruzó de brazos, apretando la mandíbula para no decir algo que estaba segura de que heriría profundamente el orgullo de la loba. Salí de mi estupefacción cuando sentí un pequeño golpe en mi espalda; cuando me giré, Rebecca y Andrea me miraban expectantes, esperando a que hablase y le dejase claro a esa chica quién era.

Sin embargo, Jake no me dio tiempo a hablar pues me agarró de la mano y tiró de mí fuera de la sala, escuchando los gritos furiosos y molestos de Corina a nuestras espaldas. Cuando las puertas se cerraron detrás de nosotros, di un tirón a mi mano y conseguí zafarme de su agarre, haciéndole gruñir molesto.

–¿Quién es ella? –le pregunté molesta, todavía oyendo los gritos de Corina tras la puerta. También podía oír la voz seria de Rebecca ordenándole que se calmara; pronto, la loba blanca consiguió dominar a la otra–. Y no me digas que no importa, Jake.

Jake suspiró y se pasó las manos por el pelo, negando con la cabeza.

–Es difícil de explicar, pero no debes preocuparte –dijo él seriamente, extendiendo su mano hacia mí en una invitación silenciosa para que confiara en él. Mirando sus profundos ojos negros, tragué saliva y le cogí la mano mientras él decía–: te explicaré quién es, pero primero quiero que Alessandra te examine.

Suspiré y asentí levemente a pesar de que tenía ganas de gritar por una explicación; sin embargo, debía ser racional y comportarme. No tenía ninguna razón para estar celosa, ¿verdad? Jake me había elegido a mí, nos pertenecíamos, y eso no podía cambiarlo nadie.

Ni siquiera una molesta y malcriada loba.

Y con esa idea en la cabeza, dándome fuerzas para comportarme, apreté su mano mientras dejaba que él me guiase hasta su abuela.

* * * * * * * * *

Me senté de rodillas en la hierba mientras me sentía algo nerviosa. Alessandra estaba a mi lado, copiando mi posición mientras me clavaba aquellos extraños ojos blancos en los míos. De pronto, alcé el brazo izquierdo por instinto cuando movió su bastón con rapidez, con toda la intención de golpearme en el rostro.

Con el corazón latiendo a mil por hora mientras pequeños alfileres de dolor se extendían por mi antebrazo, parpadeé confusa cuando la anciana sonrió amablemente y apartó el bastón de mí. En tensión, observé como Jake le reprochaba lo que acababa de hacer:

–Estás loca, vieja –le gruñó él mientras Alessandra se levantaba con esfuerzo–. No vuelvas a hacer eso, si no quieres que acabe sobre ti. No la toques.

–Idioteces –replicó la anciana, apartando a Jake con el bastón y sentándose en el pequeño banco de piedra. Mirándome con una sonrisa, me guiñó un ojo mientras decía–: eres igual que tu abuelo, mucho gruñes y poco muerdes... Por cierto –la anciana se movió con una agilidad impropia en una humana y le golpeó con el bastón en la espalda, haciendo que Jake siseara de dolor y se alejara de ella mientras le taladraba con la blanquecina mirada –: ¡Estaré ciega y vieja, pero jamás estaré loca, niño malcriado!

Y mientras escuchaba como Jake refunfuñaba algo sobre momias inmortales, no pude evitar echarme a reír. Era demasiado cómico ver como una anciana era capaz de domar a un joven como Jake; sobre todo, era adorable ver como en el fondo Jake adoraba a su abuela... A pesar de que le golpease con un bastón de madera.

Mientras reía, Jake me miró con una pequeña sonrisa y extendió la mano hacia mí para ayudarme a levantarme. Según había dicho Alessandra, estaba perfectamente... en todos los sentidos. Mirándola con una gratitud inmensurable, me acerqué a ella y le di las gracias en un susurro mientras Jake se alejaba de nosotras, dándonos una intimidad que no había necesitado pedirle. Mi corazón se hinchó de emociones puras hacia él por aquel gesto.

–Gracias por las hojas, Alessandra –le dije mientras me sentaba a su lado–. Ha sido la primera vez que... que no sueño. Por primera vez noto como mis demonios desaparecen.

La mujer mayor me miró con sus ojos blancos y negó con la cabeza.

–No te equivoques Amalia, las hojas no son capaces de quitarte las pesadillas, sólo las adormece hasta que tengas las fuerzas suficientes como para afrontarlas –Ella suspiró cuando mi pecho se apretó por el miedo. ¿Eso significaba que...?–. Llegará una noche en la que las hojas no funcionen. Esa noche, tendrás que enfrentarte a tus demonios, niña. Aprovéchalas todo el tiempo que puedas y recupérate.

Me levanté de golpe del banco y tragué saliva mientras mi corazón latía desbocado. Con las lágrimas escondidas tras mis ojos, le susurré que me disculpara antes de salir casi corriendo tras Jake. Necesitaba que me abrazara, le necesitaba a él.

* * * * * * * * * * 

JAKE.

Me crucé de brazos mientras observaba a un grupo de niños vampiros y lobos jugar juntos. Jamás había pensado que aquella imagen podía hacerme sonreír, sin embargo no podía ocultar el alegre sentimiento que sentía mientras los niños se divertían los unos con los otros, sin diferencia de razas.

No obstante, mi atención se volvió hasta una vampiro de pelo largo y negro que caminaba rápidamente hacia mí; segundos después, me había abrazado por los hombros mientras escondía su rostro en mi pecho. Mi estómago se apretó cuando noté su leve temblor y la enrosqué entre mis brazos, dándole el consuelo que tanto parecía necesitar. 

No le pregunté nada mientras su casi imperceptible llanto terminaba; a pesar de estar desgarrándome por dentro el desazón y las ganas de saberlo todo, me contuve de exigirle una respuesta. Y, joder, cómo costaba mantener silencio mientras ella sufría.

  –Vamos, Amalia –le susurré cuando sus temblores pararon, intentando darle una razón para no llorar–, te contaré quién es Corina, ¿de acuerdo?

Ella asintió contra mi pecho y sorbió sus lágrimas antes de separarse de mí. Sin embargo, no dejé que apartase su rostro. Inclinándome levemente, le di un suave beso en los labios y, cuando supe que ella estaba completamente atenta a mí, le dije:

–Corina es mi hermanastra, y ella... Ella quiere ser la Alfa, cueste lo que cueste.   


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora