[21] Te arrepentirás.

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AMALIA.

Desperté con el sonido de unas voces alteradas de fondo. Con el mundo dando vueltas a mi alrededor, gemí levemente cuando, al azar la vista, el sol atravesó el cristal de la ventanilla y me despertó por completo. Parpadeando lentamente para intentar fijar la vista, fruncí el ceño cuando vi en el exterior a Diana gritándole furiosa a Rick, que estaba impasible mientras oía todo lo que la loba tenía que decir.

- ¡¿Es que no piensas decir nada, después de todo?! -le increpaba Diana, con sus ojos dorados plagados de lágrimas.

Rick simplemente se encogió de hombros de manera leve, desviando de pronto su mirada hacia mí. Sus ojos plateados, profundos y serios, me hicieron estremecer. Si no hubiese sido porque estaba segura de que era imposible que me viese a través de los cristales tintados, habría afirmado que sabía que estaba despierta.

-No quiero nada con nadie, Diana. Y eso te incluye a ti -lo dijo con firmeza, apartando su vista del coche y clavándola en la de la destrozada loba.

De pronto entendí las palabras que había dicho Rebecca antes de que tuviese que marcharme. ¿Diana y Rick se pertenecían? Contuve la respiración cuando Diana agachó la cabeza.

-Haré que te arrepientas de esto, idiota-Diana se apartó las lágrimas de un manotazo, quitándose la chaqueta segundos después mientras lanzaba miradas repletas de odio al que debía ser su Compañero-. No voy a volver a arrastrarme por ti ni por nadie.

Mi garganta se apretó cuando empezó a caminar hacia el interior del bosque sola y sin mirar atrás. Segundos después, se había perdido en el interior de la enorme maleza. Alarmada, salí del coche.

-Rick -dije algo avergonzada por haber escuchado una conversación privada. El lobo ni siquiera me miró cuando me acerqué rápidamente a él-. ¿Vas a ir tras ella?

-No -respondió simplemente, apartando la mirada del lugar por el cuál había desaparecido la loba. Mi estómago se retorció de pesar por ella, y al final no pude contener mis palabras.

-Estás siendo un imbécil con ella -le espeté con el ceño fruncido-. No puedes decirle eso a tu Compañera.

Su mirada plateada cayó sobre mí, misteriosa y brillante. Me ponía nerviosa mirarle a los ojos, pues sentía que era imposible leer en ellos, como si me estuviese hundiendo en un profundo mar de plata del cual no podría salir nunca. Me estremecí levemente y no fue por el viento helado.

-No te entrometas, vampiro. Esto no tiene nada que ver ni contigo, ni con nadie más -dijo seriamente. Al instante después, estaba caminando hacia el interior del coche mientras decía-: Ella estará bien, estamos a medio día de mi hogar y se puede llegar con relativa facilidad.

-Pero...-empecé a decir con nerviosismo, sin estar del todo segura.

Sin embargo, el lobo ya estaba en el interior del coche. Me mordí el labio y miré de nuevo hacia el interior del bosque, intentando buscar algún rastro de ella; no tuve suerte. Suspirando me di por vencida. Mirando a mi alrededor me fijé que no había pista alguna sobre Robert, el lobo que había ido conduciendo, ni sobre Tobías, mi pequeño guardián vampiro. Nerviosa por esto, volví al interior del coche.

-¿Dónde están los demás? -le pregunté a Rick, mirándole a través del espejo retrovisor. Me sorprendió verle sentado en el lugar del conductor con la mirada fija en la estrecha carretera de tierra.

-Robert decidió llevarse al niño cuando Diana empezó a cabrearse -dijo sin más, encendiendo el coche y mirando con una especie de anhelo aquellas tierras frías que parecían ser su hogar-. Llegarán antes que nosotros, de eso puedes estar segura.

Me mordí el labio indecisa y no dije nada mientras me abrazaba a mí misma. Cuando el coche empezó a avanzar, acercándonos cada vez más a aquella aldea, el miedo empezó a nacer en mi pecho. ¿Cómo reaccionarían los lobos, qué tan mal me tratarían? ¿Qué pensarían de su Alfa, cuando supiesen que me habían traído con ellos?

Mis ojos se plagaron de lágrimas que conseguí no derramar. Había prometido que lo conseguiría... pero era tan difícil estar sola. Le necesitaba aquí, necesitaba a Jake.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el cristal, suplicando mentalmente que estuviese junto a mí cuando tuviese que enfrentarme a los demás.

* * * * * * * * * * *

JAKE.

-¡Estás comportándote como un zoquete, niño! -me reprendió por décima vez Alessandra.

Ignorándola, me acerqué hacia ella y le di un beso en la frente. Su ceño se frunció todavía más y cogió de la barbilla, obligándome a agacharme para poner mi rostro a su altura. Contuve una sonrisa al ver sus brillantes ojos blanquecinos escanearme, aún sabiendo que era imposible que estuviese viendo mi rostro.

-Eres un tonto, Jake. Tus heridas no están del todo... -empezó a decir de nuevo, intentando convencerme.

Sonreí.

-Adiós, abuela.

-Tonto -me repitió ella con un suspiro, soltándome el rostro-. Sabía que tendría que haberte dado lo mismo que a Amalia. Niño terco.

Me reí entre dientes y miré por la ventana como empezaba a amanecer. Al final, mi abuela había conseguido retrasarme medio día. Sin embargo, jamás admitiría que había sido lo mejor; ahora, las heridas eran simples cicatrices recientes que desaparecerían en un par de días.

-Adiós anciana -le dije con una pequeña sonrisa-. Cuida de mi hermana mientras no esté, y pídele perdón por no haber pasado a saludarla... No quiero encontrarme con mi padre, todo se complicaría.

Alessandra suspiró y negó con la cabeza.

-Deberías decírselo, Jake. No le sentará bien saber que te has escapado -Me recomendó ella con una mueca.

Resoplé y negué con la cabeza.

-Ya se lo dije, antes de que... Me castigara. No tengo por qué repetírselo -intenté contener el gruñido molesto que empezó a nacer en mi pecho, pero fue casi imposible. Mi lobo estaba resentido con mi padre, y yo no tenía argumentos suficientes como para protegerle-. Me iré ya, abuela. Recuerda lo que te he pedido, por favor.

Ella asintió levemente y me acompañó hasta la salida trasera de su pequeña casa.

-Cuídate y cuídala, niño -me pidió ella, cerrando los ojos y apoyándose en su bastón-. Rezaré por vuestra seguridad y porque todo salga bien.

Yo sonreí levemente y me despedí de nuevo de ella, antes de salir corriendo hacia el interior de bosque. Si todo salía bien, conseguiría llegar en menos de un día... Y podría estar allí antes de que ella llegara.

Cerrando los ojos momentáneamente mientras saltaba por encima de un antiguo árbol caído, dejé que mi lobo tomase el control mientras notaba como mi cuerpo cambiaba y la ropa se desgarraba. Cuando toqué el frío suelo de nuevo, hundí las garras de mis patas en la tierra húmeda y maldije mentalmente por el rayo de dolor que se extendió por mi espalda.

Intentando hacer caso omiso, empecé a correr en solitario por aquellos bosques con el único objetivo de llegar a ella.

A Amalia.

A mi Compañera.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora