[9] ¡Soy libre!

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¡LO SIENTO! He tardado muchísimo en actualizar, pero es que estoy tan ocupada con todos los trabajos y exámenes que no he tenido tiempo para nada más, lo siento mucho :( Muchos besos y gracias, sé que lo comprenderéis<3


JAKE.

Sentí como mi corazón se estremecía al ver a Amalia caer inconsciente segundos después de que se tragara aquel maldito remedio que mi abuela le había dado. Gritando su nombre y agarrando su cuerpo para que no golpease contra el suelo, la alcé en brazos mientras mi lobo interior aullaba de dolor y miedo. ¿Qué iba a hacer?

Con el corazón latiéndome a mil por hora, la dejé delicadamente sobre la cama y salí disparado de la habitación en busca de ayuda... O al menos, eso es lo que tenía pensado hacer, si no hubiese sido por el pequeño y encorvado cuerpo de mi abuela que estaba en la puerta con una pequeña sonrisa en los labios. Al instante, sentí la ira inflándose en mi pecho mientras unas casi incontrolables ganas de zarandearla mi inundaban. ¡Cómo podía haberle dado algo tan peligroso como esas putas hojas!

- ¿Cómo has podido...? -empecé a gruñirle entre dientes, apretando las manos para no lanzarme sobre ella.

-Silencio -ella alzó la mano con agilidad, pasando por mi lado como si no estuviese asesinándola con la mirada. Gruñendo con más profundidad, inconscientemente la seguí con la mirada mientras ella se dirigía hacia Amalia, sentándose lentamente en el borde de la cama y apartándole los mechones de su rostro-. Escucha su corazón, Jake. Está bien, aunque los efectos hayan sido tan bruscos... Sin embargo, sabía que lo serían y por eso estoy aquí.

Inspiré bruscamente para gritarle que no podía tratar a mi Compañera de esa forma, sin embargo cuando ella me miró con sus ciegos ojos blancos, me contuve. Alessandra era la Sanadora de nuestra Manada, y aunque era completamente humana, tenía el rango casi tan elevado como el de Alfa.

-No puedes tratarla así -le gruñí, cruzándome de brazos y acercándome a ellas. Sin poder quitarle los ojos de encima a Amalia, seguí reprochándole a aquella anciana que era mi abuela-. Es mi Compañera, deberías haberme dicho que le ibas a dar las hojas.

Ella se rió de manera burlona y alzó una blanquecina ceja.

-Cuando se las di no quería saber nada de ti. Deberías agradecerme que se las hubiese dado... gracias a ellas, te ha aceptado por fin -el regocijo sonaba en su voz, y aunque sabía que tenía razón, no tenía pensado afirmarlo. Jamás, y mucho menos ante ella. El silencio se extendió por toda la habitación mientras observaba a mi chica, con el cabello extendido por la almohada y el rostro tan relajado que me asustaba; el silencio se rompió cuando mi abuela habló-. Espero que sus problemas empiecen a disminuir con estas hojas... -mi estómago se apretó ante el susurro preocupado de la anciana-, es demasiado peso para ella.

Con la preocupación llenando mi voz, casi ni me atreví a susurrarle:

-¿Qué es lo que le pasa? -me sentí mal al instante por preguntárselo a mi abuela en vez de a Amalia, sin embargo el instinto protector estaba destrozándome por dentro para descubrir qué era lo que estaba hiriendo a mi Compañera-. Es algo relacionado con lo que pasó en el Internado, ¿verdad?

Los blanquecinos ojos de mi abuela se clavaron en mí con tal fijeza, que estuve seguro de que estaba observándome hasta tal punto que podía leer mi alma. Tragando saliva, incómodo, hice una mueca cuando pequeñas arrugas de seriedad se extendieron por los bordes de sus ojos. Su voz, cuando salió de entre sus labios, era tan seria en comparación con la que normalmente usaba que casi no la reconocí:

- Sí -respondió ella únicamente, apartando la mirada de mí y fijándola de nuevo en Amalia pero sin responder realmente a la pregunta de la que deseaba una respuesta. ¿Qué era lo que le ocurría?

Sin embargo, no pude preguntárselo de nuevo pues la puerta de la habitación se abrió con rapidez, mostrándome a Diana con una expresión tensa en los labios. La loba sucesora escaneó a Amalia con la mirada, y luego olfateó el aire captando el olor peculiar de las hojas. Sus ojos se abrieron con estupefacción.

- ¿Cómo le has dejado tomarse las hojas? Son demasiado fuertes incluso para una vampiro -su tono sorprendido fue como una patada a mi instinto, demostrándome que debía habérselas quitado cuando había tenido la ocasión. Gruñí molesto y me crucé de nuevo de brazos.

-Ella está bien, Diana -interrumpió mi abuela, levantándose de la cama y mirando a la loba. Diana bajó la cabeza al instante, en una demostración de respeto hacia ella- ¿Por qué me has seguido?

Las mejillas de Diana se sonrojaron levemente, y al instante sentí una enorme curiosidad por saber lo que había hecho sonrojar a la loba... Sin embargo, cuando el leve olor de sangre llegó hasta mi desde el piso inferior, tuve que bufar. Sólo había un motivo por el que Diana iba a sonrojarse por una pelea... y era que el motivo de la misma era ella. Sonriente miré a mi abuela, que seguía esperando a que Diana hablase.

-Ha habido una pelea entre lobos, abuela -le informé antes de que Diana tuviese que responder. Las mejillas de Diana se colorearon todavía más y su ceño fruncido me hizo sonreír.

Alessandra se echó a reír y negó con la cabeza mientras empezaba a caminar hasta la puerta, donde la esperaba una molesta Diana.

-Que seas sucesora crea muchas peleas por ti, pequeña loba... Quizá deberías emparejarte de una vez -le decía mi abuela mientras sonreía, clavando sus ojos en los de Diana.

Diana se sonrojó con profundidad, pero esta vez con un motivo muy distinto: la furia. Riéndome entre dientes pues sabía que esa iba a ser su reacción, me crucé de brazos mientras oía la voz furiosa de mi mejor amiga:

-¡Jamás! ¡No pienso emparejarme con ningún lobo estúpido... ni con nadie! Soy una mujer libre, soy una Alfa. ¡No necesito un hombre a mi lado...! ¡Me niego! -la voz indignada de Diana era demasiado cómica. Con sus ojos dorados brillando de manera furiosa, le dio la espalda a mi abuela y salió como el alma que lleva el diablo de la habitación.

Apreté los labios para no echarme a reír a carcajadas cuando la expresión sorprendida de mi abuela se clavó en mí.

-¿Es que nadie le ha dicho que sólo un Alfa emparejado puede llegar a liderar? -me preguntó sorprendida-. Es el único requisito que debe cumplir un Alfa...

Bufé y negué con la cabeza, teniendo bien claro que nadie se había atrevido a contárselo. Realmente, estaba deseando grabar su reacción cuando se enterase.

-No hay nadie que sea capaz de contárselo y tener la seguridad de vivir después de ello -dije divertido, pero sabiendo que era realmente una verdad. Diana tenía un carácter endemoniado, y en realidad su Compañero iba a tener que pasar un infierno.

Alessandra negó con la cabeza y sonrió... hasta que se escucharon rugidos desde el piso inferior. Suspirando, mi vieja abuela me miró con una expresión relajada y señaló con la cabeza a Amalia.

-Cuídala hasta que despierte, hijo. Estoy segura de que sus sueños serán más llevaderos si tú estás con ella.

Y aunque sus palabras crearon un nuevo pozo en mi estómago, desapareció antes de que pudiese preguntarle de qué trataban sus sueños. Mirando de nuevo a mi Compañera, caminé de nuevo hacia ella y me recosté a su lado, sonriendo cuando se acurrucó inconscientemente contra mí.

Cerrando los ojos, esperé hasta que el sonido constante de su respiración me acompañó hasta caer en un profundo sueño.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora