[6] Tres deseos.

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Me pasé las manos por la cara mientras sentía mis mejillas arder. Jake tenía una sonrisa burlona en sus labios, y apartó la mano en la que tenía el pañuelo cuando me abalancé sobre él para intentar quitárselo. Apreté los dientes furiosa y sentí como mis ojos se aclaraban, a la vez que mis colmillos se alargaban en clara señal de furia.

-¡Qué agresiva! -dijo él en tono burlón mientras me lanzaba de nuevo contra él para intentar quitárselo. La frustración me inundó cuando él se apartó con una agilidad que no habría creído posible en alguien tan grande, y grité con furia su nombre cuando él se echó a reír.

-Jake, como no me des ese maldito pañuelo voy a arrancarte la maldita garganta -gruñí entre dientes mientras entrecerraba los ojos y me tensaba, preparándome para atacarle de nuevo. A pesar de que sentía el cansancio acumulado de todos estos meses sin comer ni dormir bien, aquel lobo estaba consiguiendo que sacara fuerzas de donde no sabía que tenía, y con sólo un propósito: golpearle. Bufé ante mis pensamientos, y él sonrió todavía más.

-¡Espera, espera! -dijo él mientras me esquivaba de nuevo y conseguía poner la cama por en medio de ambos. Mirándome desde el otro extremo, ladeó la cabeza en un movimiento muy poco humano y sonrió como sólo un lobo podía hacerlo. Me estremecí y me tensé instintivamente, expectante-. Te lo daré a cambio de tres cosas, ¿de acuerdo?

Fruncí el ceño y me crucé de brazos, gruñendo disconforme. Por su mirada -que tenía un brillo amarillo, como si una tela oscura tapara una luz dorada-, negué con la cabeza.

-No tengo por qué hacer tratos contigo, lobo -dije entre dientes. molesta-. Ese pañuelo es mío, lo que hay dentro es mío. Tu... abuela me lo dio a mí, Jake.

-Sí, pero actualmente es mío -levantó y agitó la mano que tenía agarrada el pañuelo y suspiré pesarosa-. Además, ni siquiera sabes qué te voy a pedir. ¿Tanto te cuesta escucharme?

Él alzó sus cejas y yo apreté los labios en una fina línea para no mandarle a la mierda. Sintiendo en mi interior que aceptar iba a ser un error, asentí con la cabeza y me descrucé de brazos. Posando una de mis manos en mis caderas en una expresión cansada, miré a Jake expectante. Él sonrió todavía más.

-Para empezar -comenzó a decir él caminando hacia mí-, lo primero que quiero es que escuches atentamente lo que te voy a decir sobre estas hojas -señaló el pañuelo, y yo me tensé un poco. ¿Qué ocurría con ellas?-. Mi abuela te las ha dado por una razón que desconozco, y aunque podría usarlas para que me lo contases, no lo voy a hacer. Prefiero advertirte, a obligarte a contármelo... aunque me gustaría que lo hicieras -añadió él con una sonrisa triste. Mi corazón se apretó y empecé a balbucear, intentando encontrar las palabras suficientes para explicarle el por qué no podía. Sin embargo, él negó con la cabeza y suspiró-. Olvídalo, sólo escucha. Estas hojas la usa mi abuela en raras ocasiones, sólo cuando hay trifulcas o guerras, y los guerreros no son capaces de descansar bien durante semanas porque sus lobos interiores siguen teniendo demasiado control sobre ellos y no son capaces de razonar. Mi abuela lo llamó Frenesí animal, y cuando usa estas hojas son en caso extremo, ¿lo entiendes? Cuando las tomas, son capaces de dejar inconsciente hasta al lobo más grande... Y realmente, no sé si será peligroso que las uses.

Yo cogí aire cuando mis pulmones empezaron a arder ya que había pasado demasiado tiempo conteniendo la respiración inconscientemente. Vi en sus ojos una profunda preocupación, y por la tensión de su mandíbula estaba segura de que se estaba conteniendo para ordenarme que no las tomase.

Sin embargo, no sentía miedo sobre ellas. Por alguna extraña razón sabía interiormente que esas hojas iban a servirme para mejorar... Y no iba a permitir que nadie me las quitase. Ni siquiera Jake; por eso, le sonreí.

-No pasará nada, lobo -dije asintiendo levemente con una falsa convicción. Él soltó un extraño sonido, una mezcla entre un suspiro y un gruñido, y negó con la cabeza. Sin embargo, pareció entender que no iba a hacerme cambiar de opinión- ¿Uno de tus tres deseos era ese?

-Sí -dijo con una sonrisa que no pude evitar devolverle. Si las otras dos cosas que tenía que hacer eran tan fáciles, incluso podría llegar a agradecerle su preocupación. Quizás-. La segunda cosa que quiero que hagas es... que me dejes quedarme aquí mientras...

-No -me negué rotundamente y me volví a cruzar de brazos. No iba a permitir que se quedara conmigo, y mucho menos si había la posibilidad de que las hojas no funcionasen... y las pesadillas reinaran de nuevo. No, no iba a permitir que me viese gritar mientras dormía... Eso iba a traer demasiados problemas-. Olvídalo, jamás.

Él puso los ojos en blanco y resopló.

-¿Quieres dejarme acabar? -gruñó él de manera impaciente. Mis mejillas se colorearon por la vergüenza y la furia, pero apreté la mandíbula para no mandarle bien lejos-. Te iba a decir que me dejases quedarme aquí mientras te lo tomas, por si te ocurre algo... ¡Como pararse tu corazón! -él puso los ojos en blanco cuando abrí los labios para replicarle que eso era altamente improbable, pero él me interrumpió-. En una dosis alta puede llegar a matar. Estas hojas vienen de una flor llamada 'El sueño eterno', y no se refiere precisamente a dormir plácidamente.

Su tono sarcástico y burlón fueron como una bofetada a mi orgullo. Sentía mis mejillas tan rojas que estaba segura de que si me las tocaba, iba a quemarme. Estúpido lobo.

-¡Está bien, idiota! -le gruñí furiosa mientras me apartaba el pelo del rostro en un furioso movimiento- ¡Dime de una maldita vez qué es lo que quieres antes de que se enfríe el maldito agua!

-Un beso -soltó él, sonriente y con los brazos cruzados delante de su pecho. Con la camisa negra apresando su torso, parecía el doble de alto cuando ponía esa pose de amo y señor-. Quiero que me des un beso, y te daré las hojas.

Negué con la cabeza mientras mi rostro palidecía al sentir que en mi pecho se formaban mil emociones distintas. ¿Un beso? ¿Cómo era capaz de pedirme un beso, después de todo lo que le había dicho? ¿Cómo iba a darle un beso, y luego seguir aparentando que no sentía nada? Él sonrió con una expresión más suave, confiable... como si supiera lo que pasaba por mi mente. Maldito fuera, ¿era posible que estuviese escuchando el latido acelerado de mi corazón?

-No, Jake. Pide lo que sea menos eso -susurré con el estómago apretado-. Por favor...

Mi susurro fue tan leve que hasta dudé que me hubiese oído. Sin embargo cuando él negó con la cabeza, recordé que su oído era todavía más agudo que el mío.

-Un beso, Amalia -su voz sonó seria por primera vez en toda la noche, y cierta amargura llenó su tono cuando añadió-: Total, ¿qué más te da? Si tú afirmas que no somos nada, no vas a sentir nada tampoco, ¿verdad?

Y entonces lo entendí. Sentí las lágrimas en el fondo de mis ojos cuando supe que él quería forzarme para admitirlo, para demostrarle que sí éramos Compañeros de Vida. E iba a usar aquellas hojas que tanto necesitaba para hacerlo.

Cerrando los ojos con fuerza, solté el aire lentamente de mis pulmones y dije, lo más fríamente posible:

-Sí, tienes razón -asentí levemente y sonreí irónica-. No somos nada, y esto no va a cambiarlo.

Y cuando dije aquellas palabras, no supe si lo que me dolió más fue su mirada fría o el desgarro emocional que sentí en el corazón.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora