[15] Se revela la verdad.

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AMALIA.

Me senté en la cama mientras un escalofrío recorría mi espalda. Tenía la piel empapada en un frío sudor, y cuando repasé mi habitación con la mirada me sorprendí al verla completamente desierta. Eso, en cierto modo, fue como una patada en el estómago.

Cerré los ojos cuando un agudo dolor se extendió por mi cabeza, notándolo como miles de frías agujas incrustándose en ella. Encogiéndome entre las sábanas, miré hacia la ventana que tenía las cortinas levemente corridas y vi el cielo brillando con un tono grisáceo: se acercaba una tormenta. Volví a estremecerme cuando la visión se me volvió borrosa, y de pronto recordé lo que había ocurrido con Corina... O al menos, lo poco que recordaba de aquello. Sintiendo como el terror se clavaba en mi estómago, miré mis manos que temblaban con fuerza y maldije cuando imágenes rápidas e inconexas pasaron por mi mente: el rostro horrorizado de Rebecca, los ojos negros de Jake, el cuerpo de Corina desmayado en el frío suelo del salón. Y el único sonido que recordaba era el tono ronco de Jake, susurrándome palabras que no lograba recordar.

¿Qué era realmente lo que había ocurrido? ¿Por qué sentía aquel desazón en el pecho cada vez que intentaba recordarlo?

Con el miedo de haber cometido un grave error clavándose en mi pecho, me senté en el borde de la cama y me levanté lentamente mientras intentaba con todas mis fuerzas mantener el equilibrio. Sin embargo, mis piernas fallaron en el primer intento y el suelo me acogió en un doloroso abrazo. Gemí de dolor y las lágrimas se acumularon tras mis párpados mientras maldecía mi debilidad. ¿Desde cuándo había perdido toda mi fuerza? ¿Por qué me sentía como si todo el avance que había conseguido con las hojas, hubiese sido destruido al instante? ¿Y por qué tenía la desagradable sensación de que mi mundo iba a empeorar en cuestión de horas?

Intentando ponerme de pie, me sonrojé cuando la grave voz de Jake resonó por toda la habitación.

  –¡Amalia! –dijo él, apareciendo al instante a mi lado y ayudándome con una facilidad pasmosa. No le miré a los ojos porque sentía una vergüenza que, realmente, ni entendía–. No puedes levantarte de la cama, inconsciente. 

Fruncí el ceño mientras sentía unas terribles ganas de replicar, pero el cansancio fue todavía mayor y simplemente apoyé la frente contra su pecho, suspirando e intentando que los temblores parasen. ¿Qué había ocurrido para que me pasara todo esto? ¿Por qué?

  –¿Qué ha...? –mi voz sonaba ronca y pastosa, como si estuviese drogada. A pesar de que mi mente estaba completamente despierta, mi cuerpo no respondía a la velocidad normal y estaba empezando a asustarme. ¿Qué me estaba pasando?–. Me siento...

–Amalia –me interrumpió Jake seriamente, obligándome a sentarme en el borde de la cama y cogiéndome de ambas manos. Estaba muy guapo agachado delante de mí, con varios mechones negros cayéndole por la frente y alcanzando sus ojos de aquel oscuro color que brillaba con un tono dorado. Al instante, me sentí hipnotizada por él y por su olor único... Tenía sed–. Han... Han pasado cosas mientras dormías.

–¿Cuánto he... dormido? –intentaba con todas mis fuerzas aumentar la velocidad de mis palabras, pero era imposible. Tragué saliva varias veces e intenté que no se notara demasiado lo que me ocurría.

Jake suspiró y se pasó las manos por el pelo a la vez que hacía una mueca.

–Una semana y media, más o menos –sus palabras fueron demasiado impactantes para mí. Jadeé cuando el dolor aumentó. ¿Dos semanas? ¡Imposible!–. Desde lo que ocurrió con Corina, no habías vuelto a despertar.

–¿Qué ocurrió con ella? –susurré con miedo, sin todavía poder creerme lo que había ocurrido. Jake cerró los ojos con fuerza y se sentó a mi lado, apartándome un mechón enredado de la cara. Sus ojos brillaban con tanto dolor que me llegué a temer lo peor–. ¿La he...?

No pude terminar la frase, cuando él empezó a negar con el ceño fruncido.

  –No le has hecho daño... al menos, no gravemente. Se curó rápido de sus heridas, aunque está buscando la manera de vengarse –él suspiró cansado y me miró con la duda en su bella mirada–. No recuerdas nada de lo que ocurrió con ella, ¿verdad?

Negué lentamente y me abracé a mí misma, sin saber realmente si quería saberlo.

  –No recuerdo mucho de lo que pasó, sólo que ella se acercó a mí y... desde ahí no recuerdo nada más –fruncí el ceño y me esforcé por recordar, aumentando el dolor de cabeza y sin conseguir ningún resultado salvo un horrible sentimiento del que todavía no había conseguido deshacerme–. Sólo que... me dolía. Dolía muchísimo, y no podía hacer que parase.

Escuché como él maldecía y me arrastraba hasta sus brazos, hundiéndome en un enorme abrazo. Sentí como mi corazón se aceleraba y me sonrojé mientras envolvía su cuello con mis brazos, consolándome en aquel enorme lobo que parecía estar sufriendo por mí. Aquello, realmente, me dolía.

–Hiciste cosas Amalia, cosas que estoy seguro de que no querías hacer. Y tus ojos... Tus ojos cambiaron –me susurraba él con el miedo y la furia refulgiendo en su tono bajo. Casi podía imaginarme a aquel enorme lobo que vivía en él con sus afilados dientes desenfundados–. Se volvieron oscuros, fríos... Como los de Enric. Como los de tu padre.

Mi respiración se entrecortó cuando sentí unas terribles ganas de gritar. Empecé a temblar cuando por fin pude recordarlo todo aquello que mi mente había intentado borrar: el dolor, la lucha que había tenido en mi mente durante las tortuosas horas que había pasado delante de mi padre, la pesadilla de aquella enorme celda manchada de sangre antes de haber perdido completamente el control. Ahora realmente lo entendía: mi mente era aquella celda, y cada gota que manchaba mis manos un recuerdo que mi padre había dejado en mí como un legado, como la forma de revivir en mí. 

 –Amalia –dijo Jake con un tono exigente. Separándonos, hundió sus manos en mi pelo y me obligó a mirarle fijamente a los ojos mientras nuestras respiraciones se entremezclaban por la proximidad–. ¿Qué es realmente lo que Enric te hizo? 

Y con aquella simple pregunta, mi mundo se desmoronó. 

  –Él me cambió, me rompió –susurré, con las lágrimas cayendo por mis mejillas mientras le contaba la gran verdad a la única persona a la que había amado–: Él dejó una parte de su alma en mí antes de abandonarme; él se aseguró de vivir... –mi voz se rompió cuando tuve que acabar aquella maldita frase–: Él me quiere convertir en su marioneta y está usando las pesadillas para destruir la poca resistencia que me queda.

UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora