DIANA.
Apreté los dientes y me removí con todas mis fuerzas, intentando alejarme de ese roce áspero y cruel. Las lágrimas ardían tras mis ojos como las ganas de gritar en mi garganta, pero me negaba a dejar escapar algo que le demostraría el sufrimiento que me estaba causando a un ser tan repugnante como él.
Aparté el rostro de un tirón cuando intentó besarme los labios. Las cuerdas estaban dejando mis muñecas y mis tobillos en carne viva, pero no iba a dejarme vencer. No iba a dejar que esto me ocurriera, no sin pelear. Mi orgullo como loba y como mujer me lo impedía a pesar de que el miedo estaba atenazando mis músculos.
El lobo agarró mi cuello con fuerza y lo apretó hasta que sentí que me iba a desmayar por la falta de aire. Por un momento, deseé que mi muerte llegara: lo prefería antes que esto.
Sin embargo, aquel idiota no iba a ser tan piadoso conmigo.
Me golpeó con fuerza contra el tronco, y yo casi sentí que caía en el desmayo. El frío abrazo de la inconsciencia estaba rodeándome, mientras escuchaba a aquellos dos hablar sobre mí.
–No creo que debas hacerlo, la Alfa se cabreará si ve que... –empezó a decir el otro, que había estado observando sin hacer nada mientras me manoseaba. La ira me quemó en el pecho y me devolvió las fuerzas para seguir peleando, para evitar que me desmayara y me quedara desprotegida a manos de un violador.
–Cállate, ella no se enterará a menos que tú se lo digas –le respondió entre jadeos. Me estremecí mientras me obligaba a mí misma a abrir los ojos. Notaba como sus manos viajaban por encima de mi ropa, pero cuando sentí como las cuerdas desaparecían de mis piernas y de mis manos, mis lágrimas se desbordaron–. No puedo hacer nada si estás sentada, eh, lobita...
Intenté escapar de su agarre mientras me obligaba a acostarme sobre la tierra. El temblor de mi cuerpo empezó a ser incontrolable; mis lágrimas viajaban sin descanso y sin poder retenerlas. Cuando sentí sus manos transformadas en garras con intención de desgarrar la poca ropa que me quedaba, mi instinto actuó a pesar de que sabía que solo iba a traerme más problemas.
Sin siquiera haberme dado cuenta, le arañé el rostro con mis propias garras e intenté alejarme de él, arrastrándome, viendo como él caía hacia atrás con un rugido de dolor. Las muñecas me escocían al notar como la tierra entraba en las heridas; el miedo se estaba clavando en mi corazón de forma brutal. Jamás me había sentido así, jamás había temido a un lobo como le estaba temiendo a él.
Rick.
Su rostro apareció en mi mente por un instante, y en ese momento deseé haberle dicho todo lo que no le dije. Apreté los labios con fuerza y cerré los ojos al ver como el lobo se abalanzaba sobre mí, con sus ojos negros aclamando por una venganza por el enorme arañazo que recorría su cara.
– ¡Serás zorra! ¡Esta me la pagarás, maldita puta!
Al darme cuenta de que iba a ser la última oportunidad que tenía, me destrozó hacerlo... pero el miedo era demasiado para mí.
–¡Rick! –grité, sin saber por qué. Las lágrimas me ahogaron mientras rogaba por su aparición, a pesar de que sabía que era algo inútil pues él no estaba aquí– ¡Ayúdame!
Me encogí en el suelo, llorando como una niña pequeña, esperando la llegada de aquel choque brutal. Sin embargo, nada sucedió. Un rugido rompió el silencio del bosque, y pronto se hicieron presentes varios gritos de dolor y estupefacción.
Abrí los ojos sin poder creerlo. Empecé a llorar con más fuerza cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo; por un momento, sentí un enorme vacío en mi interior. Rick estaba delante de mí, transformado en un enorme y precioso lobo plateado mientras hundía sus afilados dientes en el cuello del lobo que había estado a punto de atacarme.
Me abracé a mí misma sin poder parar de temblar, observando la sangre oscura y espesa manchando la tierra y el hocico de Rick. Me mordí el labio, mientras intentaba entender algo de lo que ocurría, pero lo único que era capaz de procesar era el enorme alivio que sentía. A pesar de todo, escuchaba vagamente los gritos alterados del otro y los gruñidos furiosos de Rick.
Cuando le desgarró el cuello y lo mató por completo, un grito se estancó en mi garganta. La sangre manchó mi cuerpo, cálida y pegajosa; temblé. Los ojos plateados de Rick se encontraron por un instante conmigo y no pude creer la enorme furia que veía en ellos al repasarme con la mirada.
Casi pude ver lo que él veía: la herida mi rostro, la sangre manchando mi cuello, la camiseta desgarrada. Sobre todo, las lágrimas que tanto me había costado ocultar y el miedo que hacía estremecerme una y otra vez.
Intenté decir algo, intenté moverme, pero nada sucedía. Lo único que podía hacer era observar como el otro lobo se transformaba e intentaba pelear contra Rick, sin éxito. Al poco tiempo, un segundo cuerpo cayó al suelo con el cuello destrozado.
El silencio reinó en el bosque. Rick no se movía, solo estaba inmóvil ahí, temblando levemente, mientras la sangre manaba de su boca y manchaba su rostro. El enorme lobo plateado se giró entonces y me miró de nuevo; todavía estaba furioso. Su mirada gritaba por sangre, sus movimientos lentos eran demasiado calculados. Estaba conteniéndose para no asustarme mientras se acercaba a mí sin despegar nuestras miradas.
Cuando estuvo a varios centímetros de mí, no supe qué hacer. Su rostro tenía un aspecto amenazador pero me sentía segura. Tenía miedo... Seguía notándolo mientras recorría mi cuerpo, pero no era por él. Me derrumbé entonces y sin poder contenerme abracé su cuello, hundiendo mi rostro en su pelaje y dejando que la calidez de su cuerpo me reconfortara.
No me importó tener la camiseta desgarrada. No me importó escuchar el gruñido furioso y triste que salió de su garganta. No me importó sentir la sangre de su hocico manchando mi hombro y mi espalda. Ni tampoco me importó sentir como la herida de mi cabeza empezaba a sangrar de nuevo, y como la pérdida de sangre me arrastraba por fin al mundo de los sueños.
Lo único que me importaba es que estaba allí. Que me había salvado. Y no había nada más.
–Gracias –le susurré desesperada, intentando mantener el abrazo que le estaba dando–. Gracias...
Caí en la inconsciencia por fin, con la única compañía de un aullido desgarrador que demostraba que, aunque fuese un poco, le importaba.
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UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||
WerewolfSegunda temporada de LOBO BLANCO :) Amalia Sellers era una vampiro, pero no una vampiro cualquiera. Ella era la hija de Enric Sellers, el vampiro milenario que empezó la Última Guerra entre Razas, liderando a los vampiros que no querían aceptar los...