[26] Regreso.

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RICK.

Hundí mis garras en la tierra fría y fruncí el ceño mientras observaba aquel rastro extraño. Las huellas y el olor de los lobos que las habían dejado ahí no eran conocidas para mí; lo peor de todo era que se dirigían hacia la aldea. 

Maldiciendo mentalmente, me tensé con intención de volver a casa cuando escuché un grave gruñido a mis espaldas. Maldije de nuevo.

Me giré lentamente mientras clavaba mis ojos en el enorme lobo plateado que tenía delante de mí: mi padre. Sus ojos azules como el hielo hacían juego con el pelo plateado que cubría su enorme cuerpo y la vieja cicatriz que recorría su mejilla y ojo izquierdo le daba un aspecto todavía más salvaje que nunca.

Gruñí suavemente, ladeando la cabeza en dirección a la aldea en señal de despedida. No podía quedarme en el bosque mientras mi aldea estaba siendo atacada... al menos, no por ahora. Mi parte humana era demasiado fuerte todavía, y mi mente no dejaba de viajar de nuevo hacia ellos. Hacia ella.

Mi lobo gruñó en desafío, pero lo ignoré mientras le daba la espalda a mi padre. Cuando eché a correr lo más rápido que pude, escuché un aullido rasgando el aire... Un adiós, o más bien un hasta pronto.

* * * * * * * * 

DIANA.

Me estremecí por tercera vez mientras pasaba mis manos por los mechones cálidos de Tobías. El pequeño vampiro estaba durmiendo en mi regazo mientras yo me atormentaba una y otra vez con Rick. Me maldije nuevamente.

¿Por qué me había tocado él para ser mi mitad? ¿Qué teníamos en común para llegar a pertenecernos? ¡Eramos todo lo contrario!

A pesar de que era un Sucesor, era demasiado... humano, ¿no? ¡Yo necesitaba a alguien más salvaje, alguien que pudiera contra mí! Sin embargo, mi loba no dejaba de moverse inquieta en mi interior mientras deseaba volver a verle.

Cerré los ojos con fuerza, odiando esta sensación de vacío en el pecho. Quería verle, pero no sabía por qué. ¿Tan alta era mi obsesión que ni siquiera cuando no estábamos unidos podía estar alejada de él?

  –Patética –me insulté cruelmente a mí misma en un crudo susurro, frunciendo el ceño. 

Yo no era así. Yo no perseguía a un lobo, y mucho menos a alguien que me rechazaba. Era una Sucesora al igual que él, podría tener a quien quisiera... Y lo tendría. Aunque me tuviese que tragar cada sentimiento que tuviera en mi interior, lo haría.

Levantándome del sofá con cuidado para no despertar al pequeño vampiro, volví a ponerme la chaqueta y la bufanda y salí sigilosamente de la casa sabiendo que Tobías no iba a despertar y que Jake estaba demasiado ocupado con Amalia como para darse cuenta de que acababa de irme de la cabaña.

Caminando lentamente por las calles, agradecí por primera vez que aquella montaña fuera tan fría. Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando sentí una firme mano agarrándome por el antebrazo. Girándome con una falsa sonrisa en el rostro –pues sabía que no era Rick el que me había parado–, miré a su hermano mayor con cierta sorpresa. 

  –Diana –dijo Jacques con una de sus ladeadas sonrisas– ¿Qué haces caminando sola? Pronto va a oscurecer.

Me mordí la lengua para no espetarle que no era de su incumbencia.

–Me apetecía pasear, nada más –le dije tranquilamente con intención de seguir mi camino.

–¿Podría acompañarte? –me preguntó parándome de nuevo, con sus ojos plateados mirándome fijamente con una extraña esperanza en ellos.

La sorpresa me golpeó cuando encontré tantas diferencias en distintos ojos que tenían el mismo color. ¿Cómo podía ser tan distinta la mirada de Rick a la de Jacques? ¿Cómo podía sentir tanto con una, y tan poco con otra?

Tragándome el nudo que se formó en mi garganta, asentí levemente e hice un gesto con la cabeza para señalarle el borde del bosque.

Estuvimos caminando durante varios minutos, y realmente me molestó que no pudiera estar atenta a lo que decía. Inconscientemente pasaba mi mirada una y otra vez por los alrededores, en su búsqueda. Me maldije mentalmente.

  –Entonces, ¿qué me dices? ¿Aceptas? –su tono era nervioso y algo divertido. 

Me revolví incómoda mientras sonreía lentamente.

–Lo siento, ¿podrías repetírmelo? –me sonrojé un poco cuando se rió.

–Te preguntaba si querrías venir conmigo al festival de invierno –Jacques puso su mejor sonrisa, a pesar de que notaba que estaba nervioso.

Me mordí el labio mientras sentía una presión en el pecho. Realmente no quería ir. No con él. Ni con nadie que no fuera Rick. Lamentablemente, sabía que eso no iba a ocurrir.

–Sí –susurré con voz ahogada mientras una repentina ráfaga de viento me revolvía el pelo.

Hice un ademán de apartarme los mechones cuando sentí sus manos frías haciendo el trabajo. Me tensé para no apartarme... hasta que su olor llegó a mí. Cerca. Demasiado cerca.

–Tienes la piel helada...–ni siquiera sentí sus dedos acariciando mi mejilla, pues todos mis sentidos estaban clavados en el lobo que estaba escondido tras la maleza, observándonos.

¿Lo había oído todo? ¿Lo había visto todo? ¿Por qué había tenido que aparecer justamente en este momento?

El comentario de Jacques se quedó en el olvido mientras lo sentía demasiado cerca de mí. No podía ni respirar mientras veía salir un enorme lobo plateado de entre los árboles: Rick. Sentí mi estómago encogerse mientras sus plateados ojos nos envolvían, nos examinaba.

  –Ah, Rick –dijo Jacques con una especie de irritación cuando se dio cuenta de que su hermano pequeño estaba tras de él, convertido en un enorme lobo plateado–. Siempre llegas en el peor momento, bastardo. 

Me mordí el labio para no gruñirle... pues Rick ya lo había hecho. 

Me maravillé ante la forma de su lobo. Era la primera vez que lo veía y jamás había pensado que hubiera sido así: tan grande que casi me doblaba en tamaño, el color de su pelaje era como el de la plata, al igual que el de sus ojos. Era magnífico y salvaje, y casi me parecía increíble que pudiese contener un alma tan feroz dentro de él.

  –Diana, ¿me acompañas? –preguntó de pronto Jacques, sacándome de mis pensamientos mientras me ofrecía su mano.

Miré los ojos plateados de Jacques, y luego a los de Rick. El lobo estaba tenso en su posición, observándonos como si estuviera mil  pensamientos en su cabeza. 

Apreté mis uñas contra las palmas de mis manos y me obligué a mí misma a destensar los músculos de los brazos; cuando lo hice, dejé caer mi mano sobre la de Jacques. Mi loba gruñó en claro desacuerdo.

  –Vámonos –me costó un mundo no atragantarme con las palabras. 

Sin embargo, la parte humana en mí recordaba cada uno de los rechazos y gestos que él me había dado. Y eso no iba a perdonarlo fácilmente.

Por eso, aguanté cada instinto que tenía de volver con aquel lobo plateado que había dejado solo en el pequeño claro mientras desaparecía agarrada de la mano de su hermano.



UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora