[14] Duras explicaciones.

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¡Hola! Si tenéis alguna duda por favor preguntádmela<3 (Pero no me preguntéis cosas de lo que ocurrirá, porque no os quiero hacer spoiler jajaja)

¡Muchas gracias, muchos besos y muchos abrazos! Gracias :) 

-Paula.


JAKE.

La dejé sobre la cama mientras el dolor me desgarraba. Apreté las manos con fuerza mientras intentaba alejar el miedo que sentía en el pecho, a la vez que la impotencia me envolvía. ¿Por qué no podía ayudarla? ¿Por qué lo único que hería a mi Compañera, estaba dentro de ella misma?

Tragué saliva y cerré los ojos, maldiciendo entre dientes. Era una tortura no poder hacer nada, era una tortura ver su expresión de dolor y sus lágrimas... Sin embargo, ¿qué podía hacer? No podía herirla, pero tampoco podía quedarme sin hacer nada...

–Maldita sea –escupí entre dientes, cerrando los ojos y pasándome las manos por el pelo–. Eres problemática, Amalia.

Y realmente lo era. Jamás me había preocupado tanto por una persona como lo hacía por ella, y era desquiciante estar continuamente pensando en ella. Sin embargo, una parte de mí estaba completa con ella a mi lado... me hacía feliz, y yo no podía hacer nada por ella.

Agachándome, le acaricié la mejilla mientras el rostro de Amalia se relajaba ante mi toque. Su expresión de dolor se alivió levemente, e inconscientemente acercó más su cara a mi mano. Algo se rompió en mi pecho cuando un pequeño suspiro se escapó de sus labios.

–Jake –dijo de pronto una amable voz. Girándome, vi a Alessandra bajo el marco de la puerta, con una sonrisa triste en los labios. Sus blancos ojos gritaban por una disculpa, pero el nudo que tenía en mi garganta me obligaba a permanecer callado. Miedo. Tenía miedo por ella– ¿Qué ha ocurrido?

Y aquella pregunta fue como un puñetazo.

–No lo sé –respondí con la voz ronca, volviendo a mirar a Amalia mientras me lo preguntaba mentalmente. ¿Qué había sucedido? Escuché los pasos cortos de mi abuela mientras se acercaba a la cama, y suspiré cuando ella se dejó caer al suelo, arrodillándose delante del rostro de mi Compañera–. Realmente no lo sé. Sólo habían pasado diez minutos desde que nos despedimos cuando escuché el grito de Corina. Cuando bajé a ver qué ocurría...

No pude acabar la frase, pues todavía sentía escalofríos al recordar la mirada que había puesto Amalia y que estaba seguro que no era suya. Aquellos ojos sólo podían pertenecer a una persona... pero estaba muerto. Enric estaba muerto, ¿no?

–Esto es un problema demasiado grave –susurró Alessandra mientras le apartaba el pelo del rostro a Amalia.

Mi estómago se apretó ante sus palabras serias, pero antes de que pudiera preguntarle el por qué, Rebecca entró en la habitación con una bandeja en las manos. En ella había un pequeño cuenco lleno de agua caliente, una especie de pequeño frasco y varios paños blancos.

–¿Cómo está? –la pregunta de Rebecca salió demasiado aguda, y por las lágrimas que brillaban en sus ojos, estaba a punto de echarse a llorar. Cuando dejó la bandeja sobre la mesa, se arrodilló al otro lado de la cama y cogió la mano de Amalia–. ¿Se va a recuperar?

Su pregunta fue como un cuchillo clavándose en mi pecho. Amalia se tenía que recuperar. Ella debía hacerlo, no podía ser de otra forma. Y estaba completamente seguro de ello. Sin embargo, Alessandra no dijo nada mientras se levantaba del suelo y caminaba hasta la mesa. Moviéndose con maestría, echó varias gotas del pequeño frasco en el agua y después empapó un paño en ella. Segundos después estaba colocándolo sobre la frente de mi Compañera, que parecía estar aliviada con el contacto cálido del agua.

–No sé cómo está, ni si se va a recuperar –respondió Alessandra minutos después de un largo silencio. Mi corazón empezó a latir con rapidez mientras escuchaba atentamente sus palabras–: No sé realmente qué ha ocurrido, y no puedo saber qué consecuencias traerá aquellas pesadillas que parecen ser algo mucho más oscuro. Yo siempre supuse que lo que le ocurría era que las experiencias por las que tuvo que pasar en el Internado le causaron un trauma severo, pero ahora... Si es cierto todo lo que Rebecca me ha contado... no sé realmente qué debo hacer.

–Pero tú dijiste que aquellas hojas lograrían adormecer sus pesadillas hasta que estuviese lista para combatirlas –le pregunté entre dientes, apretando las manos y clavándome las uñas para no gritar. El miedo estaba recorriéndome como un veneno, y mi lobo aullaba con dolor y rabia.

Alessandra cerró los ojos y negó con la cabeza, abrazándose a sí misma.

–Jake, esto va más allá de una pesadilla –respondió la anciana con rostro abatido–. Las hojas que le di sólo pueden ayudarla cuando duerme, pero... ¿Qué pueden hacer contra unas pesadillas que le atacan mientras está despierta? Además... No creo que se traten de pesadillas... Sino...

Ella no terminó la frase, y yo sentía que no tenía las fuerzas para que ella continuara. No quería saber qué es lo que realmente creía que pasaba, pues yo en el fondo ya lo sabía.

–¿Qué, qué es? –preguntó Rebecca en un susurro, con las lágrimas inundando sus ojos. La loba blanca parecía estar a punto de derrumbarse.

–Enric.

El silencio se extendió por la habitación. Me apoyé contra la pared mientras maldecía mi mala suerte y gruñí furioso y dolido. No, eso era imposible. Enric había muerto, Rebecca le mató. ¡Él no podía estar vivo!

–Eso es... –Rebecca negó con la cabeza, impactada–. No, no es posible. Yo le vi morir. ¡Le maté!

Alessandra suspiró y miró a Amalia con seriedad mientras ella seguía durmiendo, ahora más tranquila.

–Es la única respuesta que le encuentro a todo esto. Enric era un vampiro demasiado antiguo y poderoso... Realmente, ¿qué sabemos nosotros de los límites que tenían su poder? –la voz de Alessandra se rompió levemente– ¿Realmente iba a ser tan fácil matar a un vampiro de dos mil años de edad?

–Pero... –la voz de Rebecca tembló por el miedo– ¿Por qué iba a hacer todo esto? ¿Por qué, si era tan poderoso, no acabó con todo cuando tuvo la oportunidad?

El silencio se extendió por la habitación, de nuevo. Mi lobo se había retirado de mi mente, excluyéndose y dejándome con una sensación de vacío aplastante, pues tanto él como yo sabíamos la respuesta a aquella jodida pregunta.

–Porque ahora ha conseguido lo que quería –susurré, comprendiendo aquel plan terrorífico–. La única vampiro que igualaba su poder ha muerto, y... Si controla a Amalia, sabe que no seremos capaces de atacar con todas nuestras fuerza. Y... además... yo no seré capaz de dejar que la maten.

Tras mis palabras, Rebecca cerró los ojos con fuerza y Alessandra maldijo; al parecer, la felicidad que empañaba nuestras vidas acababa de desaparecer. Y mirando a Amalia, supe que todo lo que había dicho era cierto. No permitiría que la matasen, no podía hacerlo. Ella... no podía morir.

Ella era mía.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora