[37] Venganza.

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JAKE.

Ellas sabían que estábamos allí.

Los pequeños ruidos de la casa se habían apagado instantes después de que el viento hubiese llevado nuestro olor hacia la cabaña. Tuve que contenerme para no sonreír, sintiendo con antelación la satisfacción de ver el odio y la frustración brillando en ambos rostros.

Sin querer contenerme mucho más, salí de entre la maleza y me moví hacia la cabaña, con los tres lobos que me habían acompañado siguiéndome. Antes de entrar, ordené que uno de ellos –el más pequeño, pero el que era más rápido– se posicionara en la salida trasera de la casa por si era una trampa e intentaban huir. Los otros dos iban a acompañarme, por si Corina y Marcella tenían mayor ayuda de lo esperado.

Entrando en silencio después de transformarnos en humanos nuevamente, nos encontramos con la casa completamente vacía y silenciosa. Lo único que iluminaba el abandonado lugar era los rayos anaranjados del atardecer, y el único sonido que se escuchaba eran nuestras propias respiraciones. Frunciendo el ceño, les ordené con gestos que revisaran completamente el piso superior mientras empezaba a moverme por la casa sin hacer el menor ruido. Mi lobo, deseoso de encontrarlas, se removía inquieto en mi interior. 

Me movía con rapidez por la casa, a pesar de que la tela negra que envolvía mis piernas me resultaba demasiado incómoda. Si no hubiese sido porque era la única que no entorpecía las transformaciones, ni siquiera la llevaría. 

Estaba recorriendo el salón, cuando lo escuché. Sentí mis músculos en tensión y un gruñido atascado en mi garganta al escuchar un grito proveniente del patio exterior; maldije en voz alta y grité para avisar a los dos lobos que me acompañaban de que bajasen cuanto antes. Cuando me quise dar cuenta, estaba atravesando la cocina y me lanzaba con furia hacia la puerta entreabierta. Antes de salir, el olor de la sangre me envolvió. Gruñí.

Un grito se quedó atascado en mi garganta cuando, a varios metros de mí, vi el cuerpo caído del lobo que había venido con nosotros. La sangre empapaba la hierba e intoxicaba el aire con un olor metálico y cálido. Los ojos del joven lobo brillaban con el resplandor del sol, pero nada más; la muerte estaba extendiéndose sin ningún reparo por todo su cuerpo, enfriándolo.

 El odio quemaba en mi garganta cuando escuché un alarido de dolor, proveniente de mi espalda. No tuve que girarme para saber quién fue. El hermano mayor del joven pasó corriendo por mi lado y se dejó caer de rodillas sobre la hierba manchada de sangre, al lado del cuerpo moribundo de su hermano. 

El tiempo pareció paralizarse, alargarse, hacerse infinito. Tenía las manos apretadas con fuerza, sintiendo la rabia que me estaba provocando ver esto. Me aterraba pensar el enorme dolor que debía estar sintiendo el hermano; ni siquiera me atrevía a pensar en lo que sentiría yo si algo así me ocurría.

Un escalofrío me recorrió de nuevo. Amalia. 

Negué con la cabeza. No, no podía pensar en esto ahora.

Nos quedamos en silencio mientras el lobo lloraba su pérdida durante largos minutos. Los gritos, las maldiciones... todo demostraba el enorme dolor que estaba sintiendo. Casi sentí que habían pasado lo que fueron horas, cuando el silencio se hizo presente de nuevo en el pequeño bosque.

Cuando el lobo levantó la mirada, repleta de lágrimas y dolor, vi el brillo inconfundible deseo de venganza. Gruñí roncamente en aprobación, deseando darle lo que buscaba.

Miré al otro lobo que se había mantenido al margen junto a mí. 

  –Ocúpate de proteger el cuerpo y espera hasta medianoche hasta que regresemos. Si no lo hacemos, vuelve a la aldea y ordena que se envíe un grupo de lobos hasta mi manada para avisar a mi padre de todo esto –le ordené secamente. No iba a ser clemente con estas dos lobas. No después de lo que había hecho; no cuando la ira estaba espoleando a mi lobo de que me encargara de una vez por todas de ambas–. Él y yo seguiremos con el rastro.

El otro no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza y se acercó al cuerpo del lobo caído mientras observaba como el hermano se despedía por última vez del cuerpo. 

Minutos después de que se hubiese llevado el cuerpo, el hermano tenía las manos convertidas en garras y los ojos llenos de lágrimas furiosas. Ni siquiera tuve tiempo de parpadear, cuando él se había transformado ya y se perdía entre la maleza con rapidez.

Maldije entre dientes y me transformé rápidamente, siguiéndole el paso pero sin entrometerme en su camino pero vigilando nuestro alrededor por si caíamos en una nueva trampa. Gruñendo por lo bajo, aceleré el paso y me posicioné a su lado mientras el bosque oscurecía.

* * * * * * * * * * *

CORINA.

Me relamí los labios con nerviosismo. Mi madre, a varios metros por delante de mí, corría con rapidez hacia el interior del espeso y oscuro bosque. Me estremecí de nuevo, sintiendo como el miedo recorría mi estómago.

¿Por qué estaba así? ¿Por qué mi loba estaba gruñendo para que diese media vuelta y desapareciésemos de aquí? 

Cuando escuché un aullido desgarrado, repleto de dolor y furia, me negué completamente a volver pues estaban demasiado cerca. Si lo hacía, sería una muerte segura... Aunque no estaba segura de cómo terminaría si seguía adentrándome en el interior de este bosque.

Salté por encima de un tronco caído, y le lancé una mirada nerviosa a los otros tres lobos que nos seguían, los cuales estaban manchados por la sangre todavía húmeda del lobo que habían matado. ¿Es que ellos no lo notaban? El viento frío, la tierra demasiado dura, el silencio sepulcral de la noche. Mi garganta se apretó de repente cuando mi madre dejó de correr y todos los demás le imitaron.

Miré con nerviosismo a mi madre, preguntándole con la mirada el por qué de nuestra parada. Cuando ella miró hacia nuestro alrededor, mi estómago se apretó todavía más. No eran imaginaciones mías... Este bosque no era normal. 

Una corriente de aire pasó entre nosotros, y el terror me inundó. Ese olor solo podía pertenecer a Jake, pero era imposible que nos hubiese alcanzado ya, ¿verdad? Un aullido furioso rompió el silencio de nuevo, esta vez demasiado cerca.

Mi madre gruñó con fuerza y sus ojos brillaron con miedo. Con un movimiento seco de cabeza, ordenó a los tres lobos que regresaran por donde habíamos venido y acabaran de una vez por todas con ellos. Me tensé completamente y di un paso hacia adelante, queriendo seguirlos.

¿Nos iban a dejar solas?

Le lancé una mirada temerosa a mi madre, pero ella ni siquiera me miraba. Gruñí entre dientes. 

No supe cuanto tiempo pasó hasta que por fin los tres lobos desaparecieron entre la maleza, pero en cuanto se perdió el sonido de sus pisadas en la tierra y el olor de la sangre seca de su pelaje, sentí como si mil ojos nos observaran.

Me encontré con la mirada de mi madre y a pesar de que la suya también brillaba con nerviosismo y miedo, no era por las mismas razones. Ella temía por Jake y por el lobo furioso que le acompañaba. Yo temía por lo que fuera que había en ese maldito bosque... Si es que había algo.

Sin embargo, no fui capaz de decir nada mientras mi madre se giraba y seguía internándose en aquella espesura negra.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora