[13] Posesión.

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AMALIA.

Tragué saliva mientras me enfrentaba a la furiosa loba. Cruzándome de brazos mientras contenía las terribles ganas que tenía de alejarme de ella, hice exactamente lo contrario. Inspirando lentamente, expulsé el aire mientras intentaba ignorar el dolor que sus palabras habían causado en mí.

Un dolor sordo empezó a latir tras mis ojos, difuminando parcialmente mi visión. Contuve un jadeo nervioso mientras Corina continuaba soltando aquel veneno en forma de palabras.

-¿En serio crees que Jake es capaz de amarte? No eres más que una vampiro enferma, como lo era tu padre -sus palabras sonaban distantes en mis oídos, como si se hubiese creado una barrera entre ambas. El miedo empezó a recorrerme cuando reconocí aquellos síntomas... Pero, era imposible. ¡No!-. Él sólo te quiere para conseguir el puesto, ¡no eres nadie para él!

Un gemido salió de mi garganta cuando perdí completamente la visión y el oído; lo último que sentí fue el dolor recorriéndome desde mis rodillas. Acababa de perder el control de mi cuerpo... Y quedaba poco para que comenzara.

Apreté los dientes mientras aquella pesadilla me envolvía; lágrimas calientes se acumulaban en mis ojos mientras la sangre empezaba a manchar mis manos, que se movían con una agilidad que no deseaba tener. Cruel y sangrienta... Aquella pesadilla era cruel y sangrienta, como todas las demás. Sentía como la sangre manchaba mis manos, como los gritos inundaban mis oídos. Intentaba con todas mis fuerzas parar mis acciones, intentaba soltar el cuchillo que tenía en mis manos... pero no podía.

¿Por qué? ¿Por qué no habían servido las hojas? ¡Había estado tan cerca de volver a ser libre! Sin embargo, no servía. Mi mente seguía hundiéndose en aquel mar oscuro de recuerdos que no eran los míos, pero que habían sido metidos ahí a la fuerza por el único hombre que debía haberme querido incondicionalmente: mi padre. Un sádico. Un loco. Un ser poderoso y enfermo.

Y él había sembrado la locura en mí, sin ninguna esperanza de poder extirparla. Dejándome llevar por primera vez por aquellos sombríos recuerdos que estaban destrozándome día a día, no luché contra la presión, contra el dolor. Simplemente dejé que las sombras tomaran parte de mi cuerpo.

* * * * * * * * * * * *

REBECCA.

Me levanté alterada de la cama, con el corazón latiéndome a mil por hora y la extraña sensación de que algo malo estaba a punto de ocurrir. Escuchando un sonido molesto y adormecido procedente de Damon, le ignoré mientras corría hacia el armario y me vestía rápidamente mientras intentaba encontrar la respuesta a aquel desazón... ¿Por qué? ¿Por qué?

De pronto, el rostro de Amalia apareció como un rayo en mi mente y jadeé mientras mi loba gruñía, apresurándome. Salí corriendo de la habitación que compartía con mi Compañero mientras un alarido asustado recorría las frías paredes del castillo.

-¡No! -grité asustada mientras entraba corriendo al comedor, sin poder creer lo que veía.

Delante de mí, Amalia tenía la cabeza gacha mientras mantenía a Corina alzada varios centímetros del suelo. Su mano apretaba con tanta fuerza el cuello de la loba, que estaba segura de que iba a matarla si no la soltaba al instante.

-Amalia -supliqué con la voz, con el miedo incrustándose en mi estómago y las lágrimas brillando en mi mirada. ¿Qué iba a hacer? ¿Sería capaz de atacar a mi propia amiga?-. Por favor, suéltala. Hazlo, por favor.

Amalia no se movió, ni tampoco alzó la cabeza. Su largo cabello negro caía como una cortina entre el mundo y ella, aislándola de todo y de todos. Los jadeos adoloridos de Corina se estaban haciendo cada vez más cortos, y por las lágrimas que estaban en sus ojos estaba segura de que estaba a punto de morir asfixiada.

Susurrando una disculpa, dejé que mi loba tomase el control y atacara; al instante, Amalia había lanzado a Corina por el aire con fuerza, haciendo que golpease contra la pared y se desmayara. Me quedé inmóvil cuando me encaró con los ojos cerrados y la cabeza gacha. A pesar de que me odié al pensarlo, su expresión era terrorífica... asesina. Y cuando abrió los ojos, me quedé sin respiración.

Tan negros como pozos sin fondo, lo único que daba luz a aquella mirada era el toque sangriento que pertenecía a aquella raza de vampiros. Me estremecí, pues yo ya había visto esa mirada antes... Y la veía todas las noches al cerrar los ojos.

Enric.

Un grito se quedó atascado en mi garganta. Imposible. Aquello era demasiado irreal para ser cierto.

Una sonrisa fría se extendió por los labios de mi amiga, asemejándola a su padre. Como una cruel pesadilla, ella ladeó la cabeza y cerró los ojos mientras una expresión de sádico placer se extendía por su rostro. Enric parecía haber revivido en ella como una posesión maldita.

De pronto se escucharon varios gritos asustados, y maldije cuando vi a varios vampiros y lobos en la puerta del salón, observando con miedo y odio a Amalia.

-¡No! -grité en una orden cuando se prepararon para atacarla. Mi corazón empezó a latir con rapidez mientras alzaba la mano y paraba el ataque de los lobos que acababan de convertirse- ¡No ataquéis, es una orden, maldita sea!

A pesar de eso, parecían reticentes a obedecer... hasta que un gruñido se extendió por todo el salón. Aliviada, vi como Jake aparecía con el ceño fruncido y una expresión agresiva en el rostro, diciendo sin necesidad de palabras que mataría a cualquiera que le pusiera un dedo encima a su Compañera.

-Amalia -el nombre de ella salió de entre sus labios como una caricia, y me abracé a mí misma mientras rezaba para que él consiguiera traerla de vuelta.

Amalia frunció el ceño y negó con la cabeza, como si le hubiesen golpeado. Empezó a tambalearse y gimió con expresión de dolor. Agarré el brazo de Jake cuando él intentó acercarse a su Compañera; sus ojos negros me atravesaron como dagas, y me sorprendió ver el brillo dorado en el fondo de su mirada.

-No vayas a ella... parece estar poseída. Puede ser peligroso -le dije mientras acentuaba la presión sobre su brazo. Él gruñó y observó a su Compañera con clara expresión de dolor. Le debía estar matando ver a Amalia sufrir sin poder hacer nada para evitarlo-. Háblale, Jake. Tráela de vuelta.

Jake no dudó en obedecer. Pasaron largos y tensos minutos en los que Jake hablaba con Amalia sin recibir respuesta alguna, salvo gritos de dolor y gemidos lastimeros. Lloré en silencio ante el dolor que padecía mi amiga, pero me negué a irme sin estar segura de que ella estaba bien.

-Amalia, vuelve a mí. Por favor -me sorprendió escuchar la súplica en la ronca voz de Jake. Me limpié una lágrima mientras sentía los fuertes brazos de Damon envolviéndome, animándome a estar ahí-. Eres más fuerte que esto. Vamos, regresa.

Y cuando una lágrima escapó de sus párpados cerrados, la tensión desapareció del cuerpo de la vampiro y cayó desmayada al suelo. Al instante, Jake estaba allí, alzándola en brazos mientras un fino hilo de sangre escapaba de la nariz de Amalia.

Mi corazón se apretó al ver la expresión de profundo dolor del lobo al ver a su Compañera.

-Llévala a su habitación, Rebecca buscará a Alessandra -ordenó Damon con el ceño fruncido y la preocupación en la voz-. Yo me encargaré de Corina.

Jake salió del salón al momento. Agradecí silenciosamente a Damon que me diese la oportunidad de ayudar a mi amiga. Lanzándole una mirada dolida, acepté el beso que mi Compañero me dio y suspiré cuando apartó las lágrimas de mis mejillas.

-Ella es fuerte, pero necesita ayuda para superarlo. Busca a Alessandra, loba.

Asentí varias veces y cogí una gran bocanada de aire mientras Damon cogía a Corina en brazos y la llevaba hacia el piso superior. Abrazándome a mí misma, ignoré los murmullos asustados de los presentes y salí en busca de la sanadora sin pensar en nada más que en ayudar a Amalia.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora