[12] Un trozo de pasado.

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AMALIA.

– ¿Qué quieres decir con cueste lo que cueste? –susurré con el estómago apretado y las mejillas algo sonrojadas, sabiendo que me estaba contando todo esto para intentar camuflar el hecho de que me había derrumbado sobre su pecho.

Jake bufó y negó con la cabeza mientras me agarraba de la mano y caminábamos hasta un lugar más apartado; sentándonos bajo la sombra de un frondoso árbol, él suspiró y me miró fijamente mientras comenzaba a explicarme quién era exactamente Corina:

–Es difícil de explicar –comenzó él con una mueca–. Hace unos diez años, mi madre murió en el parto de mi hermana pequeña –Aquellas duras palabras fueron como golpes hasta mi pecho, pero él parecía tan serio y concentrado mientras me contaba un trozo de su pasado que me contuve para no interrumpirle; acurrucándome a su lado, agarré su mano y le miré fijamente mientras él se hundía en un mar de oscuros recuerdos–. Tras el entierro de mi madre, mi padre había intentado mantener el lugar de líder en la manada... pero eso no fue posible. Para poder liderar una manada numerosa de lobos, se necesita tener una pareja Alfa, no solo a uno de ellos. Por ello, mi padre tuvo que encontrar a una loba soltera que quisiera emparejarse con él, aún sabiendo que jamás podría entregarle el amor que le había entregado a mi madre –él suspiró y me miró fijamente, con el dolor clavado en el fondo de sus ojos pero sin dejarlo salir–. Fue entonces cuando conoció a Marcella, la madre de Corina... Ambas llegaron a la manada meses después de la muerte de mi madre, y cuando mi padre se enteró de que el compañero de Marcella también había muerto, le pidió unirse para seguir con el puesto de Alfa. Ella aceptó... y Corina se convirtió en mi infierno personal.

–Dios, Jake... –susurré con lágrimas en los ojos. Él había sido tan joven... ¿Cómo había podido su padre obligarle a aceptar a una extraña en el puesto de su madre? ¡Eso era horrible!–. Lo siento tanto... Tu padre no debió haberlo hecho.

Jake negó con la cabeza y sonrió con tristeza. Por primera vez, vi a un chico serio que había pasado por mucho en poco tiempo, y que aún así había conseguido escapar de todo ello.

–No importa, Amalia, tuvo que pasar mucho tiempo pero... al final, lo entendí –me escandalizaron sus palabras, pero antes de que pudiese decir nada, él continuó–: Él perdió a su Compañera de Vida mientras ella le daba la vida a mi hermana. El día de su muerte fue el mejor y el peor día para él, y enterarse de que también iba a perder el liderazgo era demasiado para su corazón. ¿Qué iba a hacer él con dos hijos, sin una mujer y siendo un Alfa renegado? Si nos hubiesen expulsado de la manada, habríamos muerto... Y él no lo habría soportado –Jake suspiró–. Me costó años entenderlo, pero al final, Alessandra consiguió golpearme lo suficientemente duro en la cabeza como para hacerme entrar en razón –una sonrisa se extendió por sus labios al nombrar a la anciana, y eso aligeró el peso que sentía en el pecho–. Pasé los años viviendo con una mujer que no conocía y con una niña odiosa que me molestaba continuamente. Corina siempre había sido demasiado envidiosa, y cuando se enteró de que sólo yo era un sucesor, se empeñó en divulgar que ella también lo era.

–Pero... ¿eso no viene en la sangre? –le pregunté, mordiéndome el labio–. Es estúpido que diga que lo es, cuando no tiene ningún sentido.

Jake hizo un ruido molesto y frunció el ceño.

–No es estrictamente necesario, pero en la mayoría de casos sí... Pero eso no tiene nada que ver con Corina. Ella quiere el poder, quiere ser una Alfa, pero sólo alguien emparejado puede serlo. Por eso se ha molestado tanto cuando nos ha visto. Para ella, tú eres lo único que me faltaba para que le quitase el puesto.

Aquella afirmación caló hondo en mí, y de pronto sentí unas extrañas dudas inundándome. ¿Jake me había reclamado para ser Alfa? ¿Era sólo un camino para que él consiguiera lo que quería? Me mordí el labio mientras intentaba deshacerme de ellas, hasta que sentí el agarre de Jake más fuerte que antes.

–Olvida eso, tonta –me gruñó él mientras notaba lo que sentía a través de nuestro cada vez más fuerte vínculo–. Eres mía, somos uno. Deja de pensar estupideces.

Sus palabras salieron en un gruñido visceral, demostrándome que mis pensamientos habían sido demasiado erróneos. Sonrojándome, el alivio me inundó mientras pensaba que era increíble lo mucho que había evolucionado nuestro vínculo. Sin poder evitarlo, sonreí.

  –¿Y qué piensas hacer con Corina entonces? –le pregunté minutos después de un largo silencio en el que aprovechamos para oír las risas lejanas de los niños.

  Él suspiró y negó con la cabeza mientras pasaba su brazo por mis hombros, pegándome más a él. Sonrojada, me acurrucé contra el calor que desprendía su cuerpo y escuché atentamente sus palabras:

–No puedo hacer nada para que cambie de opinión, lleva demasiado tiempo creyéndose su propia mentira –él se encogió de hombros–. Lo único que tengo claro es que no voy a dejarle ocupar mi puesto, voy a ser el Alfa... y tú mi Compañera.

Me reí levemente cuando sus ojos negros refulgieron de manera dorada, de nuevo. Parpadeando lentamente, me quedé embobada con aquel enorme contraste en su mirada. ¿Por qué había empezado a ocurrirle eso? ¿Qué era aquella luz que parecía cobrar vida cada vez que estábamos así? Me estremecí cuando vi varios destellos más fuertes en sus ojos, para luego volver a su color original: oscuro como la noche. Mientras nos levantábamos, me apunté mentalmente que debía encontrar una respuesta a aquél enigma.

La tarde pasó volando aquel día mientras escuchaba la ronca voz de Jake mientras me explicaba cómo había sido su vida, su juventud. Me sorprendió gratamente saber que la loba que le había acompañado a la fiesta no era más que su mejor amiga, la única sucesora femenina que existía actualmente: Diana, y que ella se negaba rotundamente a emparejarse con alguien. Me reí largamente mientras me contaba varias historias en las que ella había humillado a todo aquel que se hubiera atrevido a cortejarla... y al instante quise conocerla.

Sin embargo, el atardecer apareció demasiado pronto y cuando él bostezó, sentí un ramalazo de culpa recorriéndome. 

  –Ve a dormir, Jake –le ordené mientras nos levantábamos del suelo, observando como el cielo se teñía de un color anaranjado–. Está a punto de oscurecer y tengo que hablar con Rebecca de... un asunto.

Él bufó mientras se desperezaba, emitiendo un extraño sonido que me hizo reír. Sus ojos brillaron levemente de nuevo, y sentí como mi corazón se aceleraba cuando él se acercó para besarme. 

–Todavía no me he acostumbrado a tus horarios nocturnos, nena –dijo entre divertido y molesto mientras me agarraba la mano y empezábamos a caminar hasta el interior de la enorme mansión, escuchando como la gente empezaba a despertar–. Pero lo conseguiré.

Asentí lentamente mientras me mordía el labio, maravillándome con su imagen perezosa. Con sus ojos entrecerrados, se inclinó de nuevo sobre mí para besarme y después empezó a subir las escaleras sin hacer ningún ruido.

Cuando estuve segura de que no me oiría, solté el suspiro que había estado conteniendo... Hasta que oí su voz.

–Eres una idiota –dijo Corina, saliendo de su escondite. Me tensé levemente mientras sus ojos verdes se clavaban en mí con una expresión de desdén–. Parece que lo único que has heredado de tu padre es la locura.

Me tensé ante sus palabras crueles y burlonas. Locura. Loca. ¿Lo estaba realmente? Mi corazón empezó a acelerarse mientras sabía que aquella noche iba a ser muy dura. 


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora