[20] Heridas.

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DIANA.

–¿Falta mucho?–preguntó por décima vez Tobias, mirando por la ventana con una enorme emoción rebosando en su voz.

Un gruñido molesto se extendió por el coche, y a pesar que era amenazante no pude evitar sonreír. Lanzándole una mirada de reojo al lobo que estaba conduciendo, me tuve que morder el labio inferior para no echarme a reír. Irritado, el lobo apretó el volante con fuerza y miró por el espejo retrovisor al joven vampiro.

  –¿Es que tú no duermes, niño? ¡Sólo llevamos un maldito día de viaje, quedan dos! –gruñó con molestia–. Como vuelvas a preguntarlo, te meteré en el maletero. 

Tobias abrió la boca, horrorizado, y me miró con una expresión de terror.

  –¿Él sería capaz de hacerlo? 

Yo me eché a reír y me encogí de hombros.

  –Robert no se caracteriza por ser precisamente amable, pequeño –bromeé, sabiendo realmente que el lobo jamás le haría algo malo.

  –No, no lo soy –afirmó el nombrado, frunciendo el ceño.

Tobias enmudeció en ese instante y miró a Amalia, que seguía dormida. La vampiro había caído en un profundo sueño tras la última parada en la que había decidido tomarse aquella extraña bebida que Alessandra le había entregado. Durante el día anterior, estaba segura de que ella había estado pensando en Jake, en el por qué había tenido que marcharse. Y aunque yo sabía la respuesta, no creí que no fuese bueno si se lo contaba; esperaría a que él volviera.

Fijándome de nuevo en el joven vampiro, sonreí cuando contuvo un bostezo.

  –¿Por qué no duermes un poco, Tobias? –le pregunté con una pequeña sonrisa. Era adorable, realmente. 

Tobias se sonrojó un poco y negó con la cabeza.

–Es la primera vez que salgo de la ciudad. Estoy nervioso, no quiero perderme nada –sus grandes ojos rojos me miraron entonces, con algo de seriedad al acabar–: Además, tengo que cuidar a Amalia.

 Mi corazón se hinchó de cariño hacia aquel niño que parecía querer ayudarla de verdad, y sonreí.

  –No te preocupes por eso, Tobias –dijo de pronto Rick, hablando por primera vez desde que salimos de la ciudad–. Te despertaré si algo le ocurre.

Mi corazón se aceleró en contra de mi voluntad y apreté los dientes con fuerza. Aquel estúpido lobo... ¿por qué me había tocado ir en el mismo coche que a él?

  –Sí claro  –espeté con ironía en un susurro, intentando causar alguna reacción en él. 

Sin embargo, como siempre, sus ojos plateados simplemente se clavaron en mí con fijeza, leyéndome de una manera que había llegado a odiar. Mis mejillas se sonrojaron, y casi estuve a punto de gritar cuando simplemente volvió a girarse, clavando su mirada en la carretera.

¡Estúpido, era un auténtico estúpido!

  –Ven Tobias, apóyate en mí –le dije minutos después, cuando había conseguido dominar a mi loba–. Te despertaré en la próxima parada que hagamos, ¿de acuerdo?

Tobias se sonrojó muchísimo, pero cuando le pasé el brazo por los hombros, él se dejó caer. Cerrando sus ojos rojizos, casi me alegré de que el pequeño vampiro estuviera allí.

Así, al menos, podría entretenerme tocándole el pelo; así, quizás, no me pasaría horas observando el perfil de aquel irritante e imperturbable lobo que parecía ignorar mi existencia.

¡Estúpido, era un auténtico estúpido!

* * * * * * * * * *

JAKE.

  –¡¿Qué te crees que estás haciendo, niño?!–gritó de pronto Alessandra, saliendo de la nada y obligándome a que me volviese a sentar– ¡No puedes moverte todavía!

  –Ya han pasado cuatro horas desde que me echaste aquella cosa asquerosa en las heridas, ¿cuánto tiempo debo esperar más? ¡Tengo que irme, anciana! 

  –¡No seas impaciente, mocoso! –me espetó ella, obligándome a que le diese la espalda para comprobar que las heridas no habían empeorado–. Son sólo las dos de la tarde y me prometiste que te irías esta noche –escupió varias maldiciones y me golpeó suavemente con la mano en la cabeza, haciéndome gruñir– ¡Has hecho que empiezan a sangrar de nuevo! No debería haberte dado algo para el dolor, sabía que no ibas a quedarte quieto. ¡Ahora tengo que echarte de nuevo!

  –¡Alessandra...!

–¡A callar, niño, o te juro que te daré algo para que te duermas hasta que te cures!

Gruñí largamente, cerrando los ojos mientras contenía las ganas de zarandearla. Era mi abuela, la quería... ¡Pero había veces que me daban ganas de patearle su trasero de anciana molesta! 

Me tensé por el dolor mientras ella empezaba a echarme aquella cosa asquerosa en la espalda, de nuevo. Esta vez lo hacía sin cuidado, rozándome las heridas a traición, castigándome por no haberle hecho caso. 

  –Ahora tendrás que esperar cuatro horas extra, niño tonto. ¿Es que no me escuchas cuando hablo?

Su voz sonaba totalmente enfadada, y aunque era en parte por mí, sabía que había una verdadera razón: mi padre. Hice una mueca.

–Has ido a hablar con él, ¿verdad?

Alessandra resopló, molesta. Segundos después empezó a aplicar aquel ungüento con mayor delicadeza.

–La estúpida de Marcella me lo ha intentado prohibir, como si tuviese la opción de elegir lo que mi hijo debe hacer –miré sobre mi hombro el rostro de mi abuela, que tenía el ceño fruncido y varias arrugas de preocupación surcándole la frente–. Esa mujer no es buena, y su hija tampoco... ¡Pero tu padre es el peor de todos, es incluso más tonto que tú!–Hice una mueca. A pesar de haberme pasado toda la vida con ella, no era capaz de encajar esos golpes verbales que sólo ella se atrevía a lanzarme–. No se da cuenta de que lo están manipulando. 

  –Abuela –le interrumpí seriamente–. Mi padre es el Alfa, es adulto y sabe tomar sus propias decisiones. Si él no quiso verte, fue su decisión, no la de Marcella.

Los ojos blanquecinos de Alessandra brillaron con pesar.

–Quizá tengas razón –ella sonrió con tristeza y negó con la cabeza–. Pero no sienta bien saber que tu propio hijo no quiere verte, ¿no? 

Mi estómago se apretó con pesar y suspiré. Mi padre estaba comportándose como un auténtico imbécil, pero no podía reprocharle nada. Llevaba diez años solo, aunque tuviese una compañera nueva; diez años en los que su mitad murió.

Sin embargo, no iba a perdonarle que no me comprendiese. No podía llegar a comprender el dolor que la pérdida de una Compañera producía, y por supuesto, tampoco quería comprenderlo.

  Por eso, esta misma noche me iría. Sin pensar en nada más. 

Solo en ella y en mí. 


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora