[32] Esperanza.

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JAKE.

Hacía una hora que habíamos llegado a la aldea. Tobías, ahora limpio y alimentado, tenía un aspecto mucho mejor que con el que le había encontrado.

Sus grandes ojos rojos brillaban con miedo mientras me contaba todo lo que había ocurrido.

  –No sé cómo pasó... Estábamos Diana y yo solos caminando hacia la aldea, y al instante siguiente me gritó que corriese... Y yo lo hice –sus ojos se llenaron de lágrimas y apreté los dientes, dolido por su expresión de terror–. No sabía que hacer. Me perdí mientras corría y no supe volver... Y ni siquiera pude ayudar a Diana.

Tragué saliva con dificultad y negué con la cabeza. Cuando volví a mirarle a los ojos, me acordé de mi hermana pequeña y no pude evitar abrazar al pequeño niño, que me devolvió el abrazo con fuerza.

  –Hiciste lo que tenías que hacer, Tobías. Diana es una loba adulta y entrenada, estoy seguro de que estará bien –sonreí cuando él se apartó las lágrimas y me miró algo avergonzado–. Además, ahora que estás aquí podrás cuidar de Amalia en mi ausencia. Necesito que estés con ella y que la protejas, ¿de acuerdo?

Él asintió varias veces, con la seriedad brillando en su mirada. Le sonreí levemente y me levanté con intención de ir a ver a Amalia, cuando escuché un susurro que me llenó de esperanza.

–Creo... creo que sé como puedo ayudarla –dijo entonces él, mordiéndose el labio.

La esperanza ardió en mi pecho cuando él pareció completamente convencido de su hallazgo.

–¿Cómo? –mi pregunta sonaba casi desesperada. Después de haber estado tantas horas buscando a Diana y a Tobías, el miedo de perder a Amalia en esos instantes había sido aterrador.

–Lo he estado pensando mientras estaba en el árbol –dijo entonces, sonrojado–. Cuando intenté ayudarla por primera vez, me encontré con unas enormes barreras que me impedían el paso y que estoy seguro de que no son creadas por ella. A pesar de que intenté romperlas con todas mis fuerzas, ni siquiera pude agrietarlas  –sus ojos rojos brillaban con inteligencia, orgulloso de haberse dado cuenta. También observé como intentaba encontrar las palabras exactas para explicarlo–. Sin embargo, creo que una vez que Enric coloca los escudos no puede volver a quitarlos hasta que vuelva a desaparecer, por lo que creo que si estoy dentro de la mente de Amalia cuando Enric tome control de su mente, no tendrá forma de expulsarme y podré utilizar mi don contra él. 

  –¿En serio? –pregunté esperanzado, con el corazón a mil–. Entonces... ¿hay una posibilidad de salvarla?

Él asintió con seriedad y algo de miedo brillando en la mirada.

  –La hay... pero eso no significa que vaya a funcionar –su voz se rompió entonces por el miedo, recordándome que no era más que un niño queriendo enfrentándose a un vampiro que le sacaba siglos de edad–. Si no lo hace, Amalia y yo moriremos.

* * * * * * * * * * 

Me tensé levemente cuando escuché graves gruñidos en el exterior. Levantando la mirada del rostro relajado de Amalia, le aparté un mechón del rostro y salí rápidamente de la habitación, con intención de saber qué era exactamente lo que estaba ocurriendo en la aldea.

Cuando llegué abajo, no pude creer lo que veía. Jacques, el hermano mayor de Rick, estaba jadeando y repleto de heridas mientras mantenía agarrado del cuello a un hombre desnudo y malherido. Cuando miré hacia los ojos del atacante, no quise creerlo.

  – ¿Qué estás haciendo tú aquí? –pregunté en un gruñido furioso, frunciendo el ceño mientras clavaba la mirada en el hombre. Cuando Jacques lo soltó, cayó al suelo y me miró fijamente.

Recordé entonces su nombre: Carlo, así era como se llamaba aquel hombre. Era uno de los hombres de mi padre, el mejor de ellos. Llevaba mucho tiempo en la manada, pero jamás había querido saber nada de él. No después de saber que había sido desterrado de su antiguo hogar por intentar conseguir el puesto de Alfa a la fuerza.

–Cumplo órdenes –espetó entre dientes. Entrecerró entonces los ojos, mirándome con una clara acusación en la mirada–. Ella tenía razón. Quieres proteger a una asesina.

 ¿Ella? 

Gruñí de furia y apreté los dientes.

  –Amalia no es una asesina, Carlo... Es mi Compañera de Vida, y harías bien en recordarlo –Miré a Jacques, que estaba mirándome fijamente. Los ojos plateados del lobo se clavaron en mí, pacientes, esperando a que le dijese qué era lo que quería que hiciésemos con él pues era responsabilidad mía–. Encerradlo donde sea, pero que no escape –volví mi mirada hacia Carlo–. Cuando vaya, hablarás sobre todo esto, Carlo. Por tu propia seguridad.

Por primera vez había utilizado el tono de un Alfa con alguien de mi manada. Sentí como mi lobo gruñía en aceptación  y, cuando Carlo desapareció escoltado por varios lobos, clavé mi mirada en Jacques.

–Necesito hablar con Rick, ¿dónde está?

 El lobo se encogió de hombros de manera arrogante y sonrió.

  –No lo he visto desde que salimos en busca del vampiro, pero espero que esté muy lejos.

Hice una mueca ante el odio rebosante de su voz. No dije nada y me giré, con total intención de descubrir qué era lo que se traía entre manos aquella estúpida de Corina.

* * * * * * * *  * * *

DIANA.

Cerré los ojos mientras oía las risas escandalosas de aquel par de estúpidos lobos. Con cada palabra que pronunciaban, sentía como si una aguja se clavara en mi cabeza, atravesándola y haciéndola sangrar. Si no hubiese sido porque sabía que estaba sangrando, habría jurado que sus estupideces lo habrían hecho posible.

  –Para ser una niñata está bastante bien, ¿no crees? –comentaba uno de ellos, señalándome.

Sentí como la ira me quemaba por dentro, pero estaba tan cansada que no tenía fuerzas para nada. Contuve un estremecimiento cuando sentí una rasposa y fría mano alzando mi barbilla. Abrí los ojos entonces, y me encontré con un par de profundos pozos negros– ¿Qué te parece si nos divertimos un poco, eh, bonita? 

Apreté los dientes para que no me temblara la barbilla. Por primera vez tenía miedo de un hombre, de lo que pudiera llegar a hacer. Estaba sola, atada y herida... Y ellos eran dos.

–Déjame tranquila –le espeté en un susurro tembloroso, apartando la barbilla con rapidez para que no viese mis lágrimas. Al instante, escuché sus carcajadas escandalosas. 

  –La niña tiene miedo –exclamó con ironía, cogiéndome de nuevo la barbilla pero esta vez con más fuerza. Sabía que si el agarre continuaba durante poco tiempo más, tendría marcas en la piel–. Al parecer no eres tan tonta como pareces... Dime, ¿eres ya mujer?–Algo se rompió dentro de mí. Ahora, sentía terror. Mi loba empezó a gemir por todos los sentimientos horribles que estaba sintiendo, pero no podía evitarlo–. Responde. 

Me golpeó la cabeza contra el tronco del árbol y casi perdí el conocimiento por el sordo dolor. Una nueva ola de sangre empezó a manar de mi nuca y gemí de dolor cuando el líquido cálido manchó mi cuello.

  –No –susurré al borde de las lágrimas, que no pude evitar derramar cuando vi que por su rostro se entendía una sonrisa fría. 

 –Pues no por mucho tiempo...

Su respuesta me dejó helada y terriblemente asustada.

Sentí como mi orgullo se rompía en mil añicos cuando, al sentir sus toscas manos viajando por mi cuerpo sin ninguna delicadeza, grité con todas mis fuerzas y las lágrimas empezaban a salir sin control.


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora