Capitulo 1: Café por la ropa

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Terminé de escribir la frase que había dictado mi profesora y el timbre tocó. Recogí mis cosas rápidamente y salí corriendo hacia la parada del bus. Me sonó el móvil. Mi madre.

- ¿Dónde estás?

- A punto de coger el bus, mamá. Ya estoy de camino, no me metas prisa.

- Vale, hija. Estás muy irascible.

- ¿Tan siquiera sabes el significado de esa palabra?

- Sí, listilla.

- Vale. ¿Qué significa?

- Que eres muy irascible.

- Bravo esa definición, mamá. ¿Cómo es qué todavía no te han cogido los del diccionario? -pregunté con sarcasmo.

- Eh, no te rías de mí, que aún soy tu madre.

- Estaré allí en quince minutos.

Colgué.

****

Salí del ascensor del hospital. Crucé el pasillo y llegué hasta las habitaciones. Me acerqué a una enfermera.

- Hola. ¿La habitación de Cristina Jones?

- Eh... Habitación 572.

Le enfermera me indicó hacia qué dirección tenía que ir.

- Gracias.

Eché a caminar hasta que vi el número de la habitación en la placa de fuera. Entré, mi madre estaba tumbada en la cama dándole la paliza a la pobre enfermera.

- Y claro, ella le dijo a mi vecina que era mentira, cuando yo le estaba contando la verdad, así que me presenté en su casa y...

- Ya, mamá -le corté- Siento que tengas que escucharla contarte su vida.

- No te preocupes, es divertido a fin de cuentas. Le da vida al hospital.

- ¿Vida? -la enfermera asintió- Si tú lo dices...

- ¡Oye! Un poco de respeto, que soy tu madre.

- ¿Cuándo la van a operar?

- En unos minutos.

- De acuerdo. No hay riesgo de muerte, ¿verdad? Porque mi madre ya tiene una edad...

- ¡Eh!

Mi madre me pegó un manotazo en la pierna.

- ¡Au! -me quejé- Eso duele.

- No hay ningún riesgo de muerte, solo tenemos que extirpar lo que quiera que le esté produciendo eso en el estómago.

- Vale.

Enseguida llegaron las enfermeras y se llevaron a mi madre. Pasaba de estar en esa habitación de hospital yo sola, así que salí hasta la zona de los ascensores a sentarme y a cogerme un chocolate.

Metí el dinero y le di al botón del chocolate con leche con todo el azúcar que pudiese. Me encanta el azúcar. Lo cogí y me di media vuelta. De repente me choqué con algo muy duro. El chocolate se me derramó y caí al suelo.

Levanté la vista y vi a un chico muy alto, guapo y con mucho músculo. Él se estaba mordiendo el labio seguramente por no gritar por culpa del chocolate caliente.

- Dios -me levanté rápidamente- Lo siento mucho, de verdad.

- Tranquila, no pasa nada, solo es la camisa.

- Y tus vaqueros -le dije.

- También.

Oh, eres muy lista, Emily. Ahora pensará que le has mirado el paquete.

Chained souls (Sam Winchester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora