Terminé de escribir la frase que había dictado mi profesora y el timbre tocó. Recogí mis cosas rápidamente y salí corriendo hacia la parada del bus. Me sonó el móvil. Mi madre.- ¿Dónde estás?
- A punto de coger el bus, mamá. Ya estoy de camino, no me metas prisa.
- Vale, hija. Estás muy irascible.
- ¿Tan siquiera sabes el significado de esa palabra?
- Sí, listilla.
- Vale. ¿Qué significa?
- Que eres muy irascible.
- Bravo esa definición, mamá. ¿Cómo es qué todavía no te han cogido los del diccionario? -pregunté con sarcasmo.
- Eh, no te rías de mí, que aún soy tu madre.
- Estaré allí en quince minutos.
Colgué.
****
Salí del ascensor del hospital. Crucé el pasillo y llegué hasta las habitaciones. Me acerqué a una enfermera.
- Hola. ¿La habitación de Cristina Jones?
- Eh... Habitación 572.
Le enfermera me indicó hacia qué dirección tenía que ir.
- Gracias.
Eché a caminar hasta que vi el número de la habitación en la placa de fuera. Entré, mi madre estaba tumbada en la cama dándole la paliza a la pobre enfermera.
- Y claro, ella le dijo a mi vecina que era mentira, cuando yo le estaba contando la verdad, así que me presenté en su casa y...
- Ya, mamá -le corté- Siento que tengas que escucharla contarte su vida.
- No te preocupes, es divertido a fin de cuentas. Le da vida al hospital.
- ¿Vida? -la enfermera asintió- Si tú lo dices...
- ¡Oye! Un poco de respeto, que soy tu madre.
- ¿Cuándo la van a operar?
- En unos minutos.
- De acuerdo. No hay riesgo de muerte, ¿verdad? Porque mi madre ya tiene una edad...
- ¡Eh!
Mi madre me pegó un manotazo en la pierna.
- ¡Au! -me quejé- Eso duele.
- No hay ningún riesgo de muerte, solo tenemos que extirpar lo que quiera que le esté produciendo eso en el estómago.
- Vale.
Enseguida llegaron las enfermeras y se llevaron a mi madre. Pasaba de estar en esa habitación de hospital yo sola, así que salí hasta la zona de los ascensores a sentarme y a cogerme un chocolate.
Metí el dinero y le di al botón del chocolate con leche con todo el azúcar que pudiese. Me encanta el azúcar. Lo cogí y me di media vuelta. De repente me choqué con algo muy duro. El chocolate se me derramó y caí al suelo.
Levanté la vista y vi a un chico muy alto, guapo y con mucho músculo. Él se estaba mordiendo el labio seguramente por no gritar por culpa del chocolate caliente.
- Dios -me levanté rápidamente- Lo siento mucho, de verdad.
- Tranquila, no pasa nada, solo es la camisa.
- Y tus vaqueros -le dije.
- También.
Oh, eres muy lista, Emily. Ahora pensará que le has mirado el paquete.