Me desperté perezosamente. Menuda novedad. Me pegué más a Sam si es que era posible. Le observé de arriba a abajo, sin duda alguna estaba muy mono cuando dormía. Él aún me tenía agarrada por la cintura, cosa que, no sé porqué, pero hizo que me derritiese. Tiré las sábanas a un lado y además de su perfecta figura notable incluso debajo de su camiseta, bajando un poco más la vista, pude ver su erección mañanera. Me encantaría bajarle esa erección... Dios, ¿yo he dicho eso?
Sí, asúmelo, estás malditamente salida. Ni los curas podrían purificarte.
Tengo que dejar de hablar en tercera persona. Este hombre descontrola mis hormonas. Solo tengo que ignorar su descomunal erección, algo sumamente fácil... No me lo creo ni yo. Mejor me levanto antes de que comience a hacer estupideces.
Salí de la habitación y me tiré en el sofá. Mi madre apareció de la nada.
- ¿Qué tal la noche?
- Bien, y hubiese estado aún mejor si no intentases que me pegase a Sam.
- Te estaba ayudando, eres muy lenta.
- No soy lenta, solo intento dar pasos firmes.
- ¿Pasos firmes? Pero si ni siquiera has empezado a caminar.
- Tú simplemente mantente al margen, ya me encargo yo.
- ¿Qué tal se ve por la mañana?
- No te voy a mentir: se ve de puta madre.
- Hablando del rey de Roma...
Sam salió de la habitación con los pelos revueltos y una mano rascándose la barriga. Lo que tiene de mono lo tiene de pancho...
- Buenos días -nos dijo.
- Oh dios -dijo mi madre.
Seguí la mirada de mi madre hasta el notable saliente de los bóxers de Sam.
- Sam... creo que deberías ponerte unos vaqueros.
Sam agachó la cabeza, al ver su... "problema", se lo tapó con ambas manos, y con una expresión de vergüenza, volvió a meterse en la habitación.
- Sí, sin duda se ve de puta madre por la mañana.
- ¡Mamá! -la reprendí.
- ¿Qué? Tú pensabas lo mismo.
- Ahora estamos hablando de ti.
- Cállate y ve a ofrecerte para bajarle esa erección.
- Si yo lo haría, pero es que aún me queda algo de cordura.
- Pues a ver cuanto te dura la cordura... -ignoré su comentario- Por cierto, ya me han traído la invitación al baile, empieza a las ocho.
- De acuerdo.
****
Ya casi era la hora. Yo ya me había vestido, y no quiero parecer prepotente, pero... que bien me queda este vestido. Sam aún estaba en la habitación poniéndose su traje.
He de admitir, que estaba bastante nerviosa, pero no estaba segura si era por el baile o por mi acompañante. El flash del móvil de mi madre me aturdió durante unos segundos haciendo que saliese de mis pensamientos.
- Ya es la séptima foto que me haces, mamá -me quejé.
- Un baile como este solo lo vas a tener una vez en la vida -se defendió- Hay que conmemorarlo, además, para una vez que puedes fardar de novio y de vestido. ¿Qué talla es por cierto?
- Por partes: él no es mi novio, gracias por lo del vestido y no te molestes, no te cabe.
- ¿Cómo qué no me cabe? Yo me puedo meter en el vestido que quiera.