El capullo del crupier cogió mis fichas y se las dio al alcohólico que tenía al lado. Era la quinta partida que perdía, y ya iban treinta mil dólares gastados, enseguida voy a estar endeudada hasta las cejas.
Una mano se posó sobre mi hombro.
- Por fin te encuentro -dijo Sam.
- Calla, tengo que recuperar mi pasta.
- ¿Qué? ¿Recuperar la pasta? ¿Cuánto has perdido?
- Treinta de los grandes.
- ¿¡Treinta de los grandes!?
- Treinta de los grandes significa treinta mil dólares.
- Sí, ya sé que son treinta de los grandes. Creo que ya va siendo hora de que vayamos al motel -me aconsejó Sam.
- Voy ahora, esta es mi partida -cogí varias fichas- Dos mil dólares -Sam cogió inmediatamente todas las fichas y me levantó- ¡Eh!
- Eres una ludópata.
- ¡Mentira!
- Recuérdame que no te vuelva a traer a un casino.
- Pero si esto se estaba poniendo divertido -me quejé.
- Ya, pero el dinero no es infinito, y lo necesitamos para sobrevivir.
- Soso.
- Prefiero autodenominarme precavido.
- Pues eso: soso.
Sam fingió no escucharme. Aún me tenía agarrada de la mano, medio tirando de mí por las calles de Las Vegas en plena noche. Esto parece un secuestro.
- ¿Podemos parar a tomar algo?
- No.
- Aburrido.
Oí como Sam resoplaba, que bien se me da molestar a la gente. De repente oímos el grito de una mujer a lo lejos. Sam echó a correr sin previo aviso. Ahora sí estaba tirando de mí. Corrimos por la calle hasta que llegamos junto al único coche que había en esta calle. Apoyado en una rueda, estaba el cadáver de una mujer joven con el cuello desgarrado.
Miré a todos los lados buscando al culpable, pero allí no había nadie más que nosotros.
- Voy a llamar a la policía -dijo Sam.
Yo asentí.
****
Sam y yo volvimos al motel.
- Mañana iremos a mirar los informes de los forenses.
- ¿Cómo?
- Haciéndonos pasar por agentes del FBI.
- ¡Eh, eh, eh! Para el carro, ¿vamos a suplantar a agentes del FBI?
- Sí.
- ¿No es cómo... un poco ilegal?
- Es bastante ilegal, pero ya lo he hecho otras veces.
- Genial -dije con sarcasmo- ¿Mañana podemos volver al casino?
- ¿En serio?
- ¿Qué pasa? Hay tiempo para todo.
Sam negó con la cabeza.
- Deberías de dormir un rato.
- No tengo sueño.
- Pues buenas noches.
Sam se quitó los zapatos y sin hacer nada más se metió en la cama. Pasados unos minutos, empecé a aburrirme.
- Me aburro, ¿jugamos a las cartas? -Sam hizo un ruido indicándome que no- Venga, solo una.
- Quiero dormir.
- Dormirás mejor si echas antes una partida a las cartas.
- Dormir es mejor.
Sam se abrazó a la almohada.
- Bien, entonces me iré a un bar emborracharme, si a la mañana siguiente me he despertado violada, me faltan órganos y estoy de camino a alguna parte de Asia para ser vendida como una esclava, será culpa tuya, y tendrás que vivir por el resto de tu vida con el remordimiento hasta que te acabes suicidando.
Salí de la habitación del motel indignada y me fui a emborracharme a un bar.
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