Dean recostó a Sam encima de la cama.
- ¿Se va a poner bien? -le pregunté preocupada.
- Eso creo, parece como... drogado en vez de muerto o herido.
- Ha sido culpa mía, debería de haber hecho algo más para salvarle.
- No te culpes, Azazel no es el típico demonio con el que te puedes encontrar, aunque no me guste admitirlo, él es más listo y fuerte que los demás.
- Si hubiese tenido un poco más de cuidado, y no hubiese dejado que esos demonios me cogieran...
- Él hubiese encontrado otra forma de hacer que Sam le hiciera caso.
- Aún así...
- Oye, voy a ir a comprar algo de comer, ¿quieres algo? -negué con la cabeza.
Dean salió de la habitación sin decir nada más. Me arrodillé delante de la cama de Sam.
- Lo siento, Sam. Debí ser más fuerte, debería de haberte protegido -agarré su mano- Quizás hubiese sido mejor que no me conocieses, a lo mejor así, te hubieses ahorrado problemas, ¿no te parece? -como era de esperar, Sam no respondió- Ni siquiera sé por qué demonios te cuento esto.
Le miré de arriba abajo, tenía manchas de sangre, será mejor que le limpie. Cogí una toalla y la mojé en agua fría. Con un poco de dificultad le quité la camiseta, se veía muy guapo así, la pena es que no podía decírselo. Comencé a pasarle la toalla por sus grandes brazos, quitándole las manchas de sangre de los tubos, después, le limpié un poco el cuello y bajé hasta su perfecto su torso, pasé la toalla varias veces por sus abdominales y sus pectorales. Admito que por ahí no estaba manchado, pero es higiene básica. Finalmente, llegué hasta su boca, poco a poco las machas se fueron quitando. Lo que daría yo por poder besar esos labios... Una vez más, mis hormonas tomaron el control de mi cabeza y anularon mi sentido común y mi razonamiento. Me fui acercando poco a poco a los labios de Sam, en la habitación solo se podía oír mi respiración agitada y rápida y la de Sam, tranquila y lenta. Apoyé las manos en la cama y me acerqué más, cuando estaba a escasos milímetros de rozar sus labios, él habló.
- ¿Emily?
Instintivamente me eché hacia atrás y caí de culo hacia atrás.
- Sam, por fin despiertas -me levanté.
- ¿Qué hacías? -Sam se miró el torso desnudo y probablemente ya notó la humedad de la toalla.
- Estaba... limpiándote el sudor.
- ¿Cómo me sacaste de allí?
- Recibí un poco de ayuda de tu hermano.
- ¿Ya ha salido del hospital?
- Sí.
- ¿Dónde está?
- Fue a comprar algo de comer -me senté en la cama- ¿Qué te hicieron? Cuando te encontramos estabas ido.
- No lo sé.
- ¿Qué recuerdas?
- Azazel quería que liderase aquél ejército de demonios, pero yo me negué, y entonces, él dijo que necesitaba abrir mi mente.
- ¿Y qué hizo?
- No lo sé, lo tengo borroso -Sam se pasó la mano por la cara.
- Hey, no te preocupes, lo que quiera que te hiciesen ya es agua pasada -le acaricié el brazo.
- Gracias -me dedicó una sonrisa.
- No hay de qué.
Dean entró por la puerta con tres bolsas de hamburguesas.
- He vuelto, y he traído hamburguesas para todos.
- Te dije que no tenía hambre.
- No te preocupes, sino me la como yo.
Este chico es un caso perdido... Sam se levantó y fue a abrazar a su hermano. Que bonita escena.
- Bueno, creo que tendréis que hablar y poneros al día -cogí mi móvil y una hamburguesa- Os dejo solos, voy a dar una vuelta.
****
Terminé de comer la hamburguesa y seguí caminando por la ciudad. Oí unos ladridos detrás mía. Me giré, había un perro.
- Hey, pequeño -me acuclillé delante suya y le acaricié la cabeza- ¿Te has perdido? -el perro ladró, mordió mi pantalón e intentó tirar de mí- ¿Quieres qué te siga, pequeño? -volvió a ladrar- Como quieras.
Me levanté y seguí al perro, pataleamos media ciudad. El perro se metió en un callejón que daba muy mal rollo. Miré hacia los lados sin fiarme. Creo que es el momento de dar media vuelta.
- Bueno, se ha hecho tarde, será mejor que sigas tú solo, pequeño, suerte -di media vuelta, había tres mujeres bloqueándome la salida -maldita mi suerte- Me quejé.
Volví a girarme, otras dos mujeres, ¿por qué la vida me detesta tanto? El perro caminó hasta las dos mujeres y se transformó en otra chica. Perfecto, he caído en una trampa.
Cogí la tapa de un cubo de basura. Ella se rieron de mí.
- ¡No os riáis, putas! Esto en mis manos es un arma letal -una de las chicas movió la mano y la tapa salió volando- Odio mi existencia.
- Nosotras solucionaremos eso.
Las tías sacaron unas dagas. Estoy jodida. Solo puedo hacer una cosa.
- ¡Socorro! -grité. Un hombre descendió de un tejado y cayó a mi lado- Dime que no vienes a matarme -el tío alzó la vista, era mi acosador- ¿Y ahora tú? ¿¡Pero qué tiene Dios contra mí!?
- Deja de quejarte -me ordenó mi acosador- Vengo a salvarte el culo.
- Ah, menos mal, pues... si quieres puedes ir empezando -le hice una señal con la mano.
El tío sacó un palo que se extendió convirtiéndose en una lanza. Una lanza de bolsillo, necesito una de esas. Una de las mujeres se adelantó dispuesta a rajarme, pero el acosador le tiró la lanza y se clavó en su pecho. Otras dos vinieron, el hombre estiró la mano y la lanza volvió a él.
Las otras tres vinieron a por mí, grité y el acosador vino aquí.
- Estaría bastante bien que cooperases y me ayudases a matarlas.
- Para empezar no tengo ninguna arma, y segundo, yo no tengo unas habilidades entrenadas en el arte del acoso.
- ¡No te acoso!
- ¡No, que va! -dije con sarcasmo- ¿Quién demonios eres?
- Jake.
- ¿Y qué pintas en todo esto?
Una de las locas estas intentó cortarle, pero él se defendió y de una patada la alejó de él.
- Eso es más complicado.
Jake le tiró la lanza a una y la empaló contra la pared, las demás salieron huyendo.
- Menos mal, sigo viva.
- Pues como sigas así, dudo que dures mucho más.
- ¿Quiénes eran esas taradas?
- Aún es pronto para decírtelo.
- ¿De verdad? Pues yo creo que este es exactamente el mejor momento para comentármelo dado que... Ah, sí, ¡han tratado de matarme! -grité.
- Tú intenta sobrevivir y aprende algo para luchar, porque siento decirte que no puedo estar protegiéndote las veinticuatro horas del día.
- Tampoco hace falta que lo hagas.
- Volverán, así que ten cuidado y vigila tu espalda.
- Espera, ¿me puedes explicar por qué en Kansas te comportaste como un puto asesino que me amenazó de muerte?
- Ah, bueno, no podía dejar que supieses que estabas de mi lado.
Jake se fue. Miré los cadáveres de mis agresoras y acto seguido me fui.
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