♫ Descripciones y Recuerdos ♥

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Aira

—Rodri, ¿puedo preguntarte algo más?

Ambos se hallaban comiendo sus menús de almuerzo. Ella, acostumbrada a cuando salía a comer con Xico, no había podido evitar compararlo con la manera en que lo hacía Rodrigo. Mientras que su amigo comía en un santiamén, su acompañante lo hacía de forma meticulosa.

‹‹En algún lado decían que se debía engullir luego de masticar hasta veinte. Seguro que él debe aplicarlo al pie de la letra››, pensó mientras que lo observaba servirse con cuidado otro vaso de limonada,

Durante gran parte del almuerzo, el chico le había explicado con sumo detalle sus conocimientos sobre las bebidas adecuadas para acompañarla en el almuerzo. En especial, parecía tener una obsesión con los tés medicinales, en una disertación que había durado alrededor de cinco horas, según el reloj interno de Aira, pero que para los demás, no debía de haber pasado más de veinte o veinticinco minutos.

En más de una ocasión, se había quedado boquiabierta al contemplar la sabiduría e interés de Rodrigo en el tema. Para rematar, por un breve lapso le había dado ganas de bostezar ante la charla del joven. Sin embargo, se había contenido. No quería dar la impresión de ser somnolienta.

Antes de ir a su segunda cita, había buscado en una revista consejos sobre cómo tener una cita exitosa. En un foro de temas amorosos aconsejaban que, aunque no le gustase, una chica debía mantener un interés fingido en los hobbies de su acompañante. De tal modo que, Aira solo había asentido la cabeza ante la gran verborrea del muchacho, aunque esto le produjese un gran aburrimiento. Y solo cuando parecía que Rodrigo se había callado al servirse su limonada, creyó conveniente cambiar de tema de conversación sobre algo que todavía le rondaba la cabeza

-Dime... -dijo el aludido.

-¿Qué piensas de mí?

El joven dio un sorbo a su bebida. Luego de colocar su vaso en la mesa y limpiarse la boca con una servilleta, se le quedó observando con detalle. La expresión con la que lo hacía le pareció indescifrable, y solo provocó que se sintiera intimidada.

Aira pasó saliva. Volvió a sentir que sus mejillas se encendían. Le gustaba sentirse contemplada por Rodrigo, era cierto. No obstante, cuando lo hacía con esa expresión que no manifestaba emoción alguna (a lo que ella llamaría posteriormente como la de las caras esculpidas del Mount Rushmore), se dio cuenta de que no era su preferida.

‹‹¿Por qué no sonríe como antes? ¿Habré hecho algo mal? Me dijo antes que era muy especial para él, sí. Pero, ¿se habrá enojado? ¿Quizá no asentí muchas veces la cabeza cuando hablaba? ¿Se habrá dado cuenta de que estaba aburrida mientras conversaba? ¡Maldición!››

Rodrigo se puso la mano en la boca para toser. La adolescente casi saltó de su asiento por los nervios que la consumía al esperar una respuesta del muchacho que todavía no recibía. Y lo que sucedería a continuación tampoco ayudaría mucho para que se tranquilizara.

Él retiró su plato a un costado. Luego colocó sus codos sobre la mesa, apoyando su cabeza ladeada en su mano derecha a la vez que seguía contemplándola con atención. En ese instante, la adolescente sintió que pudo atisbar un pequeño brillo en los ojos de Rodrigo como antes, dando un resoplido de tranquilidad. No obstante, al luego fruncir sus cejas el muchacho, sus ánimos decayeron por completo. ¡Parecía enojado!

‹‹Seguro que dirá que soy una mocosa malcriada por haber dejado que hable solo todo el rato››, pensó a la vez que sintió que una gota fría de sudor bajaba por su sien derecha.

Melodías y Ambrosías [Saga Ansías 2] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora