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(Mery)

A Daniel tan solo le bastó una semana para regresar a su antigua vida, sin ningún problema. Salí de la cafetería, esta tarde, cuando las chicas "populares" derrochaban alegría delante de él. Hubiera jurado que la alegría era 100% por él.

Como si eso fuera poco, oí decir a Sergio en Biología que Daniel está planteándose hacer lucha libre este año.

No solo pierdo a Lorena y todo el mundo piensa que soy un bicho raro al caminar, si no que también no tengo ninguna esperanza de unirme al grupo de tenis o hacer algún deporte nunca más.

Me estoy castigando a mí misma comparándome con Daniel mientras estoy en el bus de camino a mi primer día de trabajo en casa de la Sra. Pardo.
Desearía que todo fuera más fácil para mí...o menos fácil para él. Me estoy dando cuenta de que estoy amargada, pero no puedo evitarlo. He sufrido tanto este año pasado...y volver al instituto solo ha hecho hincapié en qué clase de persona me he convertido.

Llego a casa de la Sra. Pardo y llamo al timbre. Nadie contesta. Sigo llamando con la esperanza de que nada malo le haya pasado. Solo mi suerte, como no, decidió dejarme fuera incluso antes de comenzar el trabajo.

Colocando mi mochila en el suelo, me dirijo a la parte trasera de la casa.

La Sra. Pardo está sentada en un columpio del porche. Su cabeza se desploma una y otra vez, pero su pecho aumenta y disminuye con cada respiración. Bueno, la mujer está durmiendo. Haciendo equilibrio con un vaso de limonada en la mano.

Este trabajo va a ser como una rebanada de pastel. Me siento avergonzada de obtener tanto dinero por no hacer absolutamente nada.

Me acerco de puntillas. Tengo que coger el vaso de la mano de la señora Pardo antes de que lo derrame todo o, peor aún, lo suelte y deje caer al suelo y con ello se rompa.

Poco a poco, en silencio, extiendo la mano y deslizo el vaso logrando quitárselo.

— ¿Qué crees que estás haciendo?

La voz de la anciana me asusta y me hace saltar hacia atrás. La mujer tiene un ojo abierto, como el chico de la película de monstruos de dibujos.
— Yo, mm, pensaba que hacías la siesta.

— ¿Me ves acaso como si estuviera dormida?

La señora Pardo se sienta con la espalda recta, con su pelo gris y su característico diseño perfecto en la parte superior de la cabeza.—Suficiente charla. Tenemos mucho trabajo que hacer.

— ¿Quieres que vuelva a llenar tu vaso de limonada? ¿Algún bocadillo? ¿Qué ahueque las almohadas?

— No. ¿Ves esas bolsas de allí?—dice, con su dedo torcido apuntando hacia el jardín.

Cerca de diez grandes bolsas están alineadas en el césped. Todas están etiquetadas con nombres extraños: Remolino de Albaricoque, Croma color, Decoy, Deriva, Trompeta amarilla, Gotas de limón y Rosa payaso. —¿Para qué sirven?

— Vamos a plantarlos. Son narcisos. Bueno, no exactamente pero lo parecen. Son solo capullos.

¿Plantas? Miro dentro de la bolsa marcada como —Deriva". Han de haber más de treinta capullos dentro. Cojo la bolsa siguiente "gotas de limón", y hay más en éste que en la primera.

— No pongas esa cara de susto, María—dice la señora Pardo.— No se ajusta a tu cara.

Agarro algunos capullos de la bolsa de al lado, la marcada como "Remolino de Albaricoque". Detrás de mí la mujer dice: —No pienses en que los vas a recoger de inmediato. Primero necesitas plantarlos.

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora