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(Mery)

Creo que a los terapeutas les gusta mucho su trabajo. Quiero decir, ¿por qué siempre están felices y sonrientes mientras te hacen sudar y sufrir de dolor?

Seguro que si, porque Eric,mi terapeuta físico, está esperándome con una pronunciada sonrisa blanca en la recepción del hospital.

— Hola Mery, ¿estás preparada para trabajar tus piernas?

No realmente. — Supongo. —digo mirando al suelo.

Sé que su trabajo es tratar de hacerme caminar mucho mejor, pero no sirve de nada, porque mi pierna está estropeada por dentro.
Todo lo que sé es que tengo más clavos y plástico dentro de mí que una caja de herramientas.

Cuando vaya a Inglaterra el próximo trimestre, los inspectores del aeropuerto van a tener un día divertido conmigo. Seguramente me hagan pasar por la máquina de rayos x para asegurarse de que no oculto armas dentro de mi rodilla.

Camino hacia la habitación correspondiente a la que voy dos veces por semana durante por casi un año y aún así aún hay personas que me miran fijamente cuando camino.

Eric me hace ejercer presión con diferentes ejercicios. Mi pierna derecha ya está cicatrizando y los daños son superficiales, en cambio, cuando tengo que doblar la izquierda siento como si un gran peso estuviera ligado a ella y el movimiento es mínimo.

— El Dr. Pérez me dijo que nos dejarás en Enero. —dice mientras alterno las piernas.

— Si —digo con los dientes apretados —. Obtuve una beca para ir a Inglaterra todo un trimestre. Tuve que pedir una prórroga por la infección.

Eric silbó — ¿Inglaterra? Eres una chica afortunada.

¿Afortunada? Yo no soy afortunada.
Las personas afortunadas no son atropelladas y tienen que ir a una dolorosa terapia. Las personas afortunadas no tienen padres divorciados al que solo ven una vez al año. Las personas afortunadas tienen amigos. Pensándolo bien, yo probablemente soy la persona más desafortunada.

— ¿Está desvaneciéndose lo enrojecido? —Eric pregunta mientras frota una crema sobre mi pierna.

— No se. —digo—. No me gusta mirarlo. Es la única parte de mi cuerpo que jamás miraría. Es fea, como si un niño dibujara con una cera dos líneas rojas subiendo y bajando por mi pantorrilla y muslo. Pero las marcas no son de cera. Son de varias cirugías después de que Daniel Oviedo me atropellara mientras conducía borracho.

He intentado olvidarme de él, pero no puedo. Ha estado metido en mi cabeza como un cáncer. Mis pesadillas sobre el accidente cesaron, gracias a dios, pero éstas duraron cerca de seis meses. Odio a Daniel. Me alegro de que esté lejos. Yo trato de no pensar en dónde ha estado, si lo pienso probablemente me sentiré culpable.

Al acabar mi sesión me dirijo hacia la cafetería donde mi madre trabaja. Sé que no es glamuroso, pero ella necesitaba un trabajo cuando mi padre se marchó hace dos años. Su jefe es muy amable y le dio muchos días libres cuando yo estaba en el hospital. Nosotras no somos ricas, pero tenemos un techo sobre nuestras cabezas y comida en nuestros estómagos.

Me siento en una mesa y mi madre va a la cocina a traerme la cena. Estoy a punto de leer un libro cuando levanto la mirada y veo a Gala, Alexia y mi prima Carla entrando al restaurante. Dios, ellas están tan...perfectas.

Yo era amiga de Gala y Alexia. Lorena Oviedo y yo solíamos pasar todo el tiempo con ellas y éramos inseparables. Carla era la rara. Recuerdo cuando mi madre le preguntaba una y otra vez a Carla si quería salir con mis amigas y conmigo.

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora