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(Daniel)

Como si tener a mi padre mirandome todo el camino de vuelta a Paraíso no fuera suficiente tortura, mi madre ha estado jugueteando con los dedos desde que salí del DOC. Ni si quiera creo que me haya mirado una sola vez.

¿Qué se supone que debo decir? Deja de estar nerviosa, mamá. Sí, eso estaría bien. Su hijo es un convicto criminal. Me gustaría que dejara de recordarlo constantemente.

Bueno, eso tardará su tiempo. Nunca destacó por ser muy cariñosa conmigo.

Pasamos por el parque Paraíso y los recuerdos vienen a mí. Cuando tenía cinco años y caí partiendome dos dientes de leche o a los nueve cuando jugué por primera vez a baloncesto en ese mismo lugar. Eran días de oro. No me puedo creer que con tan solo diecisiete años pueda pensar que esa nunca dejará de ser la mejor etapa de mi vida.

Una calle más adelante llegamos a una gran casa de ladrillos de dos pisos. Salgo del coche y respiro hondo.

Estoy en casa.

— Bueno... —Papá dice mientras abre la puerta—. Bienvenido a Paraíso.

Observo el recibidor. La decoración no ha cambiado en este último año. Se ve al instante.

Curiosamente, no me siento como en un hogar.

Aunque hay un olor familiar, como el sabor de la manzana, no he olido ese aroma penetrante en una eternidad.

— Mm, voy a mi habitación. —Les digo como pidiendo permiso. ¿Por qué? No tengo ni idea. La que solía ser mi habitación, todavía lo es. Entonces, ¿por qué estoy actundo como si este fuera un lugar desconocido para mí?

Subo las escaleras y echo un vistazo al pasillo. Mis ojos se centran en algo negro que está apoyado en la puerta de la habitación de mi hermana.

Espera.

Ese algo negro es mi hermana gemela, Lorena. No es una simple silueta de mi hermana, es ella en persona. Y va completamente de negro.

Cabello negro, maquillaje negro. ¡Incluso tiene las uñas pintadas de negro! Gótica hasta la médula. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, es duro creer que es es mi hermana, pues parece un cadáver.

Antes de dejar salir otro respiro, Lorena se tira en mis brazos. Entonces grandes sollozos salen de su nariz y su boca, recordandome a mi pequeño compañero de celda.

Aún cuando el juez me miró con disgusto y me dijo que iba a ser encerrado por mi grave negligencia y la estupidez de conducir ebrio, no dejé salir ni un pitido. Y cuando un pandillero se me acercó durante la hora de ejercicio y me arrinconó contra la pared casi ensucio mis pantalones. Pero en todo ese tiempo no lloré ni una sola vez.

Acaricio la cabeza de mi hermana, sin saber que más hacer. Apenas he tenido contacto físico con alguien en casi trescientos diez días. Pero ahora, cuando tengo el de mi hermana, siento como si las paredes se fueran cerrando alrededor de mí.

— Necesito acostarme un rato.—La alejo cuidadosamente. Lo que realmente necesito es un respiro con la nueva barrera formada entre mi familia y mi vida.

Al llegar a mi habitación me percato de que es la habitación de un niño. Los trofeos y mi antigua espada de Star Wars siguen en el mismo sitio donde los dejé antes de irme. Incluso la foto de Claudia con su uniforme de animadora está pegada en el corcho, como si aún fueramos pareja.

Corté todos los lazos con ella cuando fuí arrestado. Lo último que necesitaba era ser golpegado por tener una novia que viste con ropa de marca y bolsos de trescientos euros. Además sus padres no hubieran aceptado nuestra relación.

Mis días de visita se basaban en tener a mamá retorciendo sus dedos nerviosamente y a papá rompiendo el silencio hablando sobre el clima. Odiaba los días de visita, la tensión había sido formada por mí y me sentía mal.

Camino hacia el armario, toco toda la ropa nueva que mi madre debe haber comprado para mí. ¿En que estaría pensando? Mis camisetas y suéteres han sido substituidas por numerosas camisas de cuadros colgadas como soldados. En los cajones, todo doblado como si se tratase de una tienda, habían pantalones de diferentes tonos.

Son demasiado pequeños. ¿Cuándo se va a dar cuenta de que no soy el mismo chico delgado que antes vivía aquí? Trabajé muy duro durante todos los dias para abandonar la cárcel en el menor tiempo y poder defenderme de los demás presos. Los músculos no solo pesan más, ellos cambian las estructura de tu cuerpo.

Me siento en mi escritorio y miro a través de la ventana. La que casualmente da a la de la habitación de Mery.

Mery Dail.

Sé que es injusto, pero es difícil no querer culparla. Si no fuera por ella yo no habría estado encarcelado. He pensado sobre Mery y el momento del accidente más veces de lo que quisiera admitir.

— ¿Daniel, estás aquí?—Papá pregunta.

Abro la puerta y hago un gesto para que entre. Camina y cierra la puerta trás él.

— Tu madre invitó a unas amigas para hacer una fiesta de bienvenida.

Un nudo comienza a formarse en mi cuello. Me lo toco. ¿Una fiesta de bienvenida para un chico que acaba de salir de la cárcel? Increíble. —Cancélalo.—Digo.

Las venas de su cuello se tensan y comienza a tener un color púrpura en su rostro.

— Escucha, eso es lo que tu madre quiere. Ella ha sufrido mucho este año teniendote en la cárcel. Solo...haz lo que quiere y monta un espectáculo para sus amigas. Será más fácil para todos si sigues el juego.

— ¿Un espectáculo?

— Sí, pon una sonrisa en tu rostro y complace a las mujeres de tu estatus social. Yo lo hago siempre —Dice y sale de la habitación tan rápido como entró.

¿Sonrisa? ¿Espectáculo? Parece que haya sido transportado a un set de una película de Hollywood. Pero esto no es una película, es mi vida.

Cojo la espada de luz y la enciendo. El sonido del láser retumba en la habitación con cada movimiento. Dios, hace años pasaba horas y horas imaginando que luchaba contra seres demoniacos con esta cosa. Me sentía invencible.

Ahora he conseguido un nuevo demonio para pelear.

Uno que no puedo hacer desaparecer moviendo un juguete.

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora