(Daniel)
Tu ignórame, que yo te ignoraré a tí.
Mery, al igual que cualquier otra chica, intenta controlarme. Estoy harto de los juegos, harto de sentirme como un idiota. Y sobretodo, harto de que la gente me mire embobada por el mísero hecho de haber estado en prisión.Sé que me está mirando, puedo sentir sus ojos clavados en mí como suaves pinchazos atacando mi espalda. De la frustración, aporreo el siguiente clavo con más fuerza de lo necesario, haciendo que me golpee el dedo índice con el martillo.
Fulmino con la mirada a Mery.
La chica está en el suelo vestida con una rasgada y manchada bata. — Yo...yo no te estaba mirando—tartamudea.
— Venga, claro que no—me doy la vuelta. Tengo las manos completamente abiertas—. Si lo que querías era quedarte embobada mirando al exconvicto, lo has conseguido. Respóndeme a algo, ¿te gusta cuando la gente se te queda mirando al ir cojeando por ahí, pensando que te vas a caer en cualquier momento?
Mery se queda sin aliento, luego se cubre la nariz y la boca con la mano mientras se va, cojeando, dentro de la casa.
Mierda.
Tengo el dedo palpitando, y he insultado a una joven discapacitada— y yo soy el responsable de ello. Debería de ir al infierno en este momento, porque el pacto con el diablo ya está probablemente firmado de todos modos.
La Sra. Pardo no tiene ni idea de lo que está pasando, tiene la cabeza descansando en la silla y está roncando.
Tiro al suelo el martillo y voy en busca de Mery. Oigo gimoteos procedentes de la cocina. Está de pie apoyada en la encimera, cogiendo unas verduras. Saca una tabla de madera y las empieza a cortar con un cuchillo de carnicero enorme.
— Lo siento—digo—No tendría que haber dicho eso.
— Bien.
— Obviamente nada está bien, si no no estarías llorando.
— No estoy llorando.
Inclino mi cadera contra la encimera. — Las lágrimas caen por tu cara—puedo verlas tan claro como el día.
Coge una cebolla y la sostiene ante mí. — Yo siempre lloro cuando corto cebollas.
Aprieto los puños, porque no puedo menearla y hacer que me grite. Esta vez sí que merezco que lo haga. — Di algo.
En vez de responder, parte la cebolla en dos. Imagino que está pensando que la cebolla es mi cabeza...o alguna otra parte de mi cuerpo.
— Haz lo que quieras—le digo, a continuación me voy. Si quiere vivir en silencio, esa es su decisión.
Aprieto los dientes, tanto que duelen, y el resto de la tarde la paso en la glorieta. Me siento bien haciendo algo útil, algo para que por fin va a hacer que alguien se sienta orgulloso de mí, para variar. Porque el resto de mi vida está arruinada.
Mery dejó de hacer lo que estaba haciendo, durante toda la tarde. No ha salido al jardín desde que fui a buscarla.
A las siete aviso a una despierta señora Pardo de que es la hora de irme. Voy a la parada del bus, y veo como Mery se acerca a lo lejos.
Estoy esperando en la esquina, con la mochila encima del hombro, cuando un coche pita repetitivamente a mi lado.
— ¿Que estás haciendo en este lado de la ciudad, niño rico?

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Dejando Paraiso ||Completada.
Fiksi PenggemarNada ha vuelto a ser igual desde la noche en que Daniel Oviedo salió de una fiesta, se puso al volante y terminó atropellando a Mery Dail. Tras meses de dura y dolorosa rehabilitación Mery ha vuelto a caminar, pero le ha quedado una cojera de por v...