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(Daniel)

Mi querido director me señala y su dedo da rápidos movimientos con cada palabra que dice. — Bueno, Oviedo. A mi despacho—le sigo, cierra la puerta una vez que estoy sentado en la silla opuesta a su escritorio. Está molesto. Lo noto por la manera en que sus músculos del cuello están tensos y los colores de su cara y de su calva cabeza se han vuelto de un rojo vivo. Nisiquiera se sienta. Se apoya en el borde de la mesa, justo sobre mí. Intenta intimidarme, de asustarme para que sea un niño bueno. Pero él nunca se va a parecer a alguien como Julio. Y si Julio no me intimida, éste nisiquiera tiene una posibilidad.

— ¿Por qué empezaste la pelea con Alberto Tomás?

No puedo decirle la verdad. Si todo sale a la luz, Lorena podría ser involucrada en esto...Y Claudia...Y Mery. Lore ha estado actuando incluso más raro de lo normal. No sé qué acabará haciendo. ¿Dirá inesperadamente la verdad, de que fue ella la que atropelló a Mery? — No lo sé—contesto silenciosamente.

— ¿Qué voy a hacer contigo Oviedo? Puedo llamar a tus padres y contarles la queja de tu entrenador de lucha libre...algo sobre qué has intimidado a uno de sus mejores luchadores. Aqui estás sobre hielo, en el camino rápido de ser un delincuente para siempre. ¿No entiendes que a la única persona que haces daño con tu comportamiento es a ti mismo? A no ser que me des los motivos, no tengo otra opción que expulsarte.

¿Expulsarme? Oh, mierda. Debería defenderme, pero es inútil. Este hombre no me creerá de todos modos. Sigo en silencio.

— ¿No tienes nada que decir?

— No.

— Daniel, siéntate fuera mientras pienso que puedo hacer con esto.

Ahora estoy pegado a otra silla de metal fuera del despacho. Puertas cerradas y sillas de metal son cosas repetitivas en mi vida.

Levanto la vista cuando las puertas de la oficina se abren.

Mery entra, a unos metros de donde estoy sentado. Solo puedo verla de lado, estudio su cara. Tiene los pómulos altos y la nariz recta. No es pequeña; tiene un pequeño bulto en el medio, como si Dios hubiera querido ponerla ahí para que su nariz no fuera perfecta. Pero no sería Mery sin esa imperfección. No es una cara-bonita como Claudia, pero hay algo en a ella...esa mezcla de inseguridad y rasgos majestuosos que no combinan. Cada una de sus facciones refleja quién es. Excepto sus cicatrices.

Esas que desearía poder borrar con un toque y transferirlas a mi propio cuerpo.

Está concentrada en el mostrador, leyendo algo. Su cabello cae como una cortina, como si protegiese su cara de mí. Casi ni me había dado cuenta de que Carla, Claudia y una amiga de ésta última, están también aquí. El sitio se está llenando.

Una profesora llama a la puerta del despacho. Mete su cabeza dentro a la misma vez que él gruñe por entrar en su dominio sagrado. — Tenemos un problema con unas chicas de último curso.

Las chicas van entrando en fila al despacho. Claudia va desafiante, la que no recuerdo el nombre, asustada, Carla indiferente, y Mery parece...dispuesta a comerse a todo el que se meta en su camino.

Unos minutos más tarde vuelven a salir. Mery no me ha mirado. Salió en fila con el resto de chicas.

El director sale también. — Bueno, Oviedo. Tu turno.

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora