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(Mery)

La señora Pardo quiere adelantar mi muerte. Está decidida a ponerme al volante de su negra monstruosidad.

La puerta del garaje se abre automáticamente y centro la vista en su ya conocido coche.

— Yo...yo aún no estoy lista para conducir—digo—, pero usted puede conducir y yo me pondré en el lado del copiloto.

La anciana abre la puerta del acompañante y se desliza en el asiento.

— Cariño, mis ojos no ven nada que no esté a dos pasos de mi. Vamos. Estamos perdiendo el tiempo.

Saca la mano por la ventana, las llaves cuelgan de sus dedos. Da suaves golpes con sus dedos haciendo que tintineen unas con otras.

Resoplo mientras cojo insegura las llaves de su mano, esperando que entienda la indirecta. Pero no lo hace. Abro la puerta del conductor y me apoyo firme en el asiento. Wow. El cuero blanco es muy suave, y los asientos son tan grandes como los de un sillón de masajes. Miro a través del parabrisas. La parte delantera también da mucho que desear. De nuevo fijo mi mirada en la mujer, que tiene su pequeño bolso apretado en el regazo, lista para irnos. Hacer que se sienta orgullosa sería tan genial. Pero...no estoy lista. O eso creo.

— No puedo hacerlo—le explico, esperando que lo entienda. No me está haciendo ni caso. Solo por su severa mirada, lo sé.

— María, mete la llave—lo hago.

— Ahora gira la llave y arranca el coche—giro la llave.

— ¿De qué tienes miedo, cariño?

— De atropellar a alguien. Tener un accidente—trago.

— Esta parte de ti tiene que cambiar, y lo sabes. Estar asustada al asumir riesgos es mucho más preocupante que estar haciendo cosas que te reten.

— No he vuelto a conducir desde el accidente.

— Ya era hora de que lo hicieras—sacudo la cabeza.— Retrocede despacio para no chocar con la valla—se abrocha el cinturón.

Me abrocho el mío. No tengo ni idea de por qué me hace hacer cosas que no quiero hacer. Es como si ella tuviera poder sobre mí.

Tomo un respiro profundo, presiono mi pie sobre el freno, y cambio de marcha. Poco a poco suelto el freno, retrocedo y me aseguro de que no esté apunto de dar un mal paso.

— Cuidado con el buzón—me aconseja la señora Pardo.

Estoy tratando de no tener un ataque de pánico, pero no creo que esté teniendo mucho éxito. Una parte de mí está emocionada por volver a conducir y sacar ese miedo de mi vida, pero por otro lado quiero guardar el coche en el garaje y cojear hacia casa. Oigo la voz de Dani en mi cabeza, animándome a hacerlo.

La mujer me da una palmadita en la rodilla. — Muy bien, María.

Con ese voto de confianza, cambio de marcha y lentamente conduzco por la calle.

Mis pies no están acostumbrados a los pedales y es muy difícil parar y acelerar con destreza. — Lo siento—le digo al llegar a una señal de stop. La anciana es sacudida bruscamente hacia delante al frenar.

Ella se aclara la garganta. — No hay ningún problema. Vamos a ir con un poco más de calma con el acelerador y el freno, ¿vale?

— Claro—cuando es mi turno de avanzar quito el pie del freno y piso ligeramente el acelerador. Lo hago muy flojo para que no vuelva a ocurrir lo de antes.

Pero ahora estoy haciéndolo aún peor. Ups. — Usted probablemente sería mejor piloto, aún con sus problema de vista—digo seriamente.

— Estoy de acuerdo, bonita. La próxima vez haremos un intercambio, recuérdame que tome algo para el mareo.

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora