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                                 |Capítulo final|

(Mery)

Dani me besó en las canchas de baloncesto.

Le devolví el beso. Todavía no puedo creer que eso pasara. Pensaba que estaría bien sin necesitarlo. Debería frotarme los labios con jabón, pero en vez de eso sigo mirándome en el espejo. Mis labios aún están hinchados, un recordatorio de cómo los propios labios de Dani eran pasionales y demandantes.

Durante años imaginaba cómo sería poder besarle. Para ser honesta, quería apartarlo de mí, hacerle desearme como yo le deseaba y rechazarle como él me había rechazado.

Pero no pude.

Todos esos sentimientos de mi niñez han vuelto, de ese tiempo en que se declaró culpable por la estatua rota. Ni siquiera puedo olvidar esos momentos en los que me daba pequeños golpes de consuelo en la espalda mientras lloraba contándole a Lorena el divorcio de mis padres. Pero el último año, el accidente manejó mi vida y la moldeó convirtiéndola  en lo que me he convertido.

Ahora controlo mi vida otra vez.

Sentada en mi cama, me pongo un pantalón. Noto que mi corazón palpita un poco menos mientras escaneo las cicatrices con los ojos. Solía pensar que eran cicatrices escandalosas, pero ahora ya no las veo así. Ni siquiera son aterradoras. Dibujo las líneas con los dedos, y ahora tampoco quiero que desaparezcan. Son parte de mí.

Cierro los ojos, recordando el accidente. Es muy raro pensar en esa noche sin que un conjunto de emociones fuertes corran alborotadas a través de mis venas. En la oscuridad de mis párpados, la imagen de Daniel conduciendo el coche que me atropella ocupa mi cabeza. Pero hay algo diferente.

Escalofríos corren de abajo a arriba sin dejar de ocupar ninguna parte de mi cuerpo.

Porque, mientras aprieto los ojos, la imagen del conductor se vuelve más clara y la niebla del ambiente pierde densidad.

Es Lorena. Con una mirada de horror y miedo mientras pierde el control del coche.

Lorena fue la que me atropelló esa noche.

No Dani.

¿Por qué él...por qué ellos...?

El timbre de la puerta suena mientras todavía estoy intentando asumirlo todo. Tengo el estómago revuelto. Quiero vomitar. Pero no puedo, mi madre me está llamando. Casi me resbalo mientras saludo a un hombre y una mujer vestidos con unos trajes a juego azul marino.

— Mery, somos del Departamento Correcional Juvenil. Estamos aquí para investigar tu denuncia hacia Daniel Oviedo.

— Yo no he puesto una denuncia—digo.

La mujer abre su maletín y saca una carpeta. — Tenemos documentado que llamaste al número del correcional juvenil quejándote de que Daniel Oviedo estaba acosándote.

Oh. Dios mío. Sacudo la cabeza y miro a mamá. — Yo no llamé. Mamá, te juro que no llamé.

— ¿Estás segura?—pregunta el hombre.— No tienes que tener miedo, Mery. Estamos aquí para asegurarnos de que estas protegida.

Me levanto. — No le tengo miedo a Daniel. Somos amigos.

Mi madre dice: — Porfavor perdonen a mi hija. No sabe de lo que está hablando. Ella ha sido enseñada a no tener contacto con ese chico. ¿Verdad?

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora