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(Daniel)

Me apresuro hacia el coche para abrirle la puerta a la señora Pardo. Le extiendo la mano para ayudarle a salir. — Estás sexy.

Me da una palmada suave en la mejilla y dice: — Eso pasaría si fuera sesenta años más joven, hijo mío.

— ¿Hizo lo que le dije?—digo acercándome a su oído. Como respuesta resopla—. He tenido que decirle a Mery una ridícula frase que se me ha ocurrido.

La Sra. Pardo y yo somos compañeros en el crimen de esta noche. La glorieta está acabada. Mi trabajo aquí ha terminado. He estado planeándo en mi cabeza esta noche juntos toda una semana. La noche perfecta.

Cuando me giro y cruzo la mirada con Mery, estoy condenado. Y sin palabras.

— No pongas esa cara de asustado Daniel. No te pega nada—añade la anciana.

Mery se acerca a mí, con un vestido que muestra las curvas con las que últimamente había soñado.

— La glorieta està muy bien

No puedo mirar más allá de ella. Dios, no puedo apartar mis ojos de ella.

Mery se sonroja, y luego camina para ir junto a la señora Pardo a la glorieta.

He colocado una mesa dentro de la estructura, con tres platos de comida. He añadido un pequeño calentador para mantener la glorieta caliente, y una radio para reproducir música suave de fondo.

Después de apartar una silla para que se siente Mery, ofrezco mi mano a la mujer.

— ¿Quiere usted bailar, señora?

Ella se ríe, pero me sostiene la mano y tiro de ella haciendo que caiga en mis brazos. Ella grita. — Daniel, por favor. Soy una señora de alta edad. ¿Dónde está mi bastón?

— Creia que a las señoras mayores les gustaban los hombres más jóvenes—bromeo, y bailamos lentamente hasta que la canción se acaba.

La llevo a su silla y se sienta. Hago una mueca de dolor cuando me agacho para sentarme.

— ¿Qué te pasa?—pregunta Mery.

— Nada—contesto después de que todo el mundo tenga la comida en su plato. Tomo una cucharada de la sopa y miro hacia el cielo. A quien voy a querer engañar, ni la señora Pardo ni Mery se conformarían con mi respuesta—. Vale, vale. Esta tarde he competido en una lucha. Nada más.

— No sabía que habías vuelto al equipo.

— No, solo era para este combate. O eso creo.

La anciana se termina la sopa y apunta la cuchara hacia mí. — Puede que tengas una costilla rota.

— Seguro que solo es un moratón—respondo, intentando tranquilizarle tanto a ella como a mí.

He ganado la pelea, pero el entrenador aún así se enfadó por haber jugado sucio la primera ronda.

— No puedo esperar para ver los narcisos—Mery dice, con los ojos brillantes y las velas brillando sobre ellos. Tengo las manos húmedas por el nerviosismo, no tengo ni idea de por qué—. Tendrás que hacerle una foto y enviármela para que lo pueda ver desde Inglaterra.

Todavía no me puedo creer que se vaya a ir. Justo cuando me he enamorado de ella.

— Hablando de Inglaterra...—la Sra. Pardo sostiene entre las manos un sobre—. Disfruta del viaje, pero siempre recuerda de dónde vienes.

Mery llena el vaso de agua y lo deja frente a ella. — ¿Quién puede olvidar Paraiso?

Chocamos nuestros vasos. "Brindamos"

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora