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(Daniel)

Estoy jugando al billar en el sótano mientras mi entrenador de transición está hablando con mis padres arriba. Si la situación no fuera tan invasiva, me parecería increiblemente graciosa.

Mi entrenador de transición es Carlos Iborra, un tipo que estuvo en el sistema de justicia de menores como yo. Él es el encargado de supervisar mi servicio a la comunidad. Qué suerte la mía.

Es una mierda, pero el informe de Carlos se destinará directamente al juez asignado a mi caso y el comité de revisión, así que tengo que jugar bien. No será fácil. He estado en alerta desde que ha venido a casa.

Le conocí perfectamente antes de salir de la correccional. El tipo es un hombre grande y fuerte, que no aguanta las tonterías de nadie.

Mi padre se asoma cuando yo accidentalmente meto la bola ocho. — Daniel—dice—. El señor Iborra está listo para hablar contigo.

Entro en el comedor y veo a mi madre.

— ¿Puedo ofrecerle algo?—le pregunta a Carlos con nerviosismo. No está acostumbrada a tener a fuertes ex convictos en su casa, pero ella sigue jugando a ser la anfitriona.

— No, gracias. Voy a tener una charla con su hijo, a mi manera.

Me siento en uno de los sillones acolchados de seda, pero Carlos me llama inmediatamente.

— Vamos a dar un paseo.—dice. No es una sugerencia.

Me encojo de hombros. — Vamos.

Carlos coge una carpeta color manila, mientras caminamos por la avenida hacia el parque para acabar sentados en un banco de picnic.

— ¿Cómo lo estás pasando?—Carlos pregunta. El chico abre la carpeta y da un golpecito en el boli. Haciendo click.

— Bien.—le miento.

— Específica.—lo hace sonar como una orden. Todo lo que él dice suena como una orden.

Noto como mis nervios aumentan.

— ¿Sobre qué?

Sigue haciendo click con su bolígrafo. — Háblame de tu familia. Parece como si tuvieras una vida familiar muy agradable.

— Escucha, mi madre es un robot, mi padre es un pelele, y mi hermana es una puta zombie. Yo diría que más o menos eso lo resume todo.

Veo a Carlos cerrar la carpeta y mirarme de frente. — Nadie dijo que sería fácil.

— Sí, bueno, nadie dijo que fuera a ser tan duro tampoco.

— Es mi trabajo estar contigo, Daniel. Pero no puedo ayudar si no te abres conmigo.

Miro al cielo y muevo la cabeza. — No necesito tu ayuda. Mis padres y mi hermana...necesitan más ayuda que yo.

— Has estado fuera casi un año. Actúas como si se te debiera pedir disculpas a ti en vez de al revés. ¿Qué han hecho mal? ¿Eh? Tal vez deberías culparte a ti mismo. La experiencia te abrirá los ojos.

— La verdad sería abrir los ojos.—le digo de nuevo.

Sigo escuchando el click. — ¿Qué?

Sacudo la cabeza. — Nada. Solo olvidalo.

Carlos abre la carpeta de nuevo. En esa carpeta, probablemente está todo lo que dice sobre mi vida antes, durante y después de mi arresto. Me pregunto si la vez que golpee a Salva Lledó está ahí. O la vez que pegué a un chico de otro instituto por hacer bromas sobre mi hermana porque su permanente había salido mal. Yo solía ser admirado, era el rebelde popular. Ahora soy un preso. Ya no soy popular.

Me entrega unas hojas. — Vives en un pueblo pequeño, Daniel. No hay mucho de donde elegir para los trabajos de servicio comunitario, pero en tu cuestionario dijiste que tenías experiencia en la construcción y pequeñas mejoras en casa.

— Trabajé en la construcción en los veranos con mi tío. —le digo.

— Muy bien. Tendrás que ir a la tienda de hardware el lunes después del instituto. No llegues tarde. Ellos te darán un lugar de trabajo y todos los materiales necesarios. Cuando hayas terminado recibirás una hoja de finalización firmada. Fácil ¿suficiente? Claro que si.

— Solo tengo un par de preguntas más. Entonces no tendrás que ver mi horrorosa cara en una semana. —Cuando Carlos me mira, pregunta. — ¿Has tenido algun contacto físico?

— ¿Sexo?

Carlos se encoge de hombros. — No sé, cuenta. ¿Era tu ex novia la que esperaba en las escaleras de la entrada cuando llegaste a casa ayer?

El impulso de reír está atrapado en mi garganta. — Lo dudo mucho. Mi hermana me abrazó, mi padre me dio la mano, y tengo unas palmaditas en la espalda por parte de mi madre, que me dio frente a sus amigos anoche.

— Daniel, algunos chicos tienen problemas de apego al regresar a casa. Ellos tienen dificultad para entender que el contacto físico es apropiado y lo que...

— Toqué a una chica—le digo, interrumpiendo.

De nuevo ese click. — Cuéntame.

Vuelvo a pensar en la noche anterior, cuando Mery intentó ponerse de pie. El dolor intenso que sentía por ella hizo hincapié en mis dientes apretados, los puños cerrados, y las cejas fruncidas. Desde que he vuelto a casa, Mery ha sido la única persona que realmente he llegado a tocar.

— Una chica necesitaba ayuda para levantarse, así que traté de sostenerla. Fin de la historia.—bueno, más o menos.

— ¿Ella te lo agradeció?

Dudo, luego le doy la espalda y me alejo del camino hasta el campo de béisbol, al otro lado del parque.— Ella se alejó de mí. ¿No es eso lo que quieres oír?

— Si esa es la verdad, si.

Me doy la vuelta y le doy una mirada. Él sabe que no trato de joderle.

— Tal vez fuiste demasiado duro.

— No era demasiado difícil.—le digo con dureza.

— ¿Quién era ella?

Doy un masaje a los persistentes nudos en la parte posterior de mi cuello. Si no contesto, Carlos probablemente aparecerá mañana y todos los días hasta que suelte la sopa. ¿Cuál es el problema de todos modos? Echo un vistazo al viejo roble, casi esperando ver a Mery sentada, con expresión cautelosa y enojada.

Miro a Carlos que todavía está esperando una respuesta. Entonces finalmente le digo, — Toqué a la chica a la que dejé discapacitada, y por la cual fui a la carcel — Click.

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¡Hooola chicas!

Como veréis hoy he subido dos capítulos (contando a este) para compensar los dos anteriores que han sido cortitos por los malditos exámenes.

Espero que lo disfrutéis💘 ¡¡¡un besiito😽!!!

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora