18

1.8K 104 3
                                        

(Mery)

Llevo puesto un largo vestido estampado que roza el suelo. Mamá me compró el vestido porque sabe cómo me siento respecto a exponer cualquier parte de mi pierna izquierda. En el fondo se que también espera que los chicos me vean como Mery Dail y no como la chica que atropelló Daniel Oviedo. ¿Adivina qué? Eso no va a suceder.

No tenía el corazón como para decirle que un bonito vestido no iba a borrar las feas cicatrices escondidas en él.

Habíamos llegado a la Feria de Paraiso. Han transformado la feria en un parque de atracciones, complementado con una noria y una rueda de la fortuna.

Las Damas Ayudantes patrocinan cada año el festival. Normalmente asiste todo el pueblo.

El pabellón de comidas está cubierto por luces centelleantes, recordándome la Navidad.

Mi madre baja los brownies del coche y los pone sobre la gran mesa del banquete. Luego escanea a la multitud.

— Mira, allí está Tomás—dice señalándolo. Sentada junto a él está su madre, mi jefa.

— ¿Vamos a saludar?—pregunto. Mamá se encoge de hombros.

Cuando llegamos a la mesa, el Sr. Pardo se levanta y sonríe.

— Que bien que hayas podido venir. Hola, Mery.

— Hola, Sr. Pardo, hola, Sra. Pardo.

El Sr. Pardo se inclina un poco más y susurra en mi oído.— No estamos trabajando. Puedes llamarme Tomás.

— Eso es...raro—digo. Llamar al jefe de mama por su nombre sería demasiado...no lo sé...¿familiar?

Mi madre se sienta al lado de su jefe y yo rodeo la mesa y me siento junto a la señora Pardo.

— Señora Pardo, gracias por darle trabajo a mi hija—dice mamá.— Como le he dicho por teléfono, estoy muy agradecida.

— Yo soy la agradecida—dice la mujer.— Tuvimos una primera semana muy productiva, ¿verdad Maria?

Mis uñas están cogiendo un color oscuro, de tanto raspar bajo la mesa.

— La Sra. Pardo es una experta en narcisos, mamá.

— Cuando vuelvas de Inglaterra ya habrán crecido y florecido—dice la señora.

Sonrío, pensando en irme hacia Inglaterra. Parece que es la única cosa que me hace feliz últimamente. La mujer mira a lo largo de la mesa del buffet.

— Estoy hambrienta—dice—. ¿Qué tal si le echamos un vistazo a la comida y vemos si algo vale la pena?.

— Mamá, no te atragantes a comida—dice el señor Pardo por encima del alto sonido de la música.

La mujer rueda los ojos. —Mi hijo cree que soy una adolescente aún.

—Mamá sabes lo que dijo el...—la ronca voz del hijo replica.

Ella le calla con una simple mirada. Mamá está un poco incomoda y yo igual. No quiero involucrarme en esto. Está claramente fuera de mi jurisdicción como ayudante.

El hombre se gira hacia mi madre.

— Marta, ¿qué te parecería mostrarles a estos adolescentes movimientos de verdad?

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora