La niña sigue ahí

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Hola, me llamo Max Morgan, tengo 17 años de edad. Y bien, quiero contarles algo que probablemente no me crean, pero es verdad.

Yo, a mis 10 años de edad, mis primos Marcos y Carlos me visitaron un día de verano.

Pedimos permiso a mi tía de poder salir a la calle para pasear juntos en nuestras bicicletas, ella accedió y salimos.
Ya en la calle, pasando por un cementerio con ciertos años de antigüedad, notamos a una niña de nuestra misma edad llorando en una banca de cemento que estaba dentro de este, dejamos nuestras bicicletas cerca y nos acercamos a la niña para consolarla.

Carlos ─¿Por qué lloras, niña?
Paola─Por nada...
Yo-No parece que sea por nada. Mira tus ojos, los tienes hinchados de tanta lágrima que has soltado.
Marcos ─¿Alguien importante para ti ha muerto o qué?
Paola ─Sí... Los que están ahora en estos ataudes, son mis padres... Eran mi única familia...
Yo ─¿No tienes abuelos, tíos, primos, amigos?
Paola ─Mis abuelos maternos y paternos murieron, siempre fui odiada por mis tíos, igualmente por mis primos. Además, soy muy tímida al hablar con la gente...

 Carlos ─Vale, ¿qué les pasó a tus padres?

Paola─Murieron en un accidente automovilístico... Mi padre venía borracho del bar, mi mamá le decía que ella debería conducir pero él no quiso... Mi padre chocó contra otro auto, mi mamá en la desesperación me abrazó y ella y mi padre se llevaron el golpe en el cráneo que a mí me iba a dar... Los extraño demasiado...

Marcos ─Mi pésame, niña. ¿Cómo te llamas?

Paola─Me llamo Paola...


Yo─Lindo nombre.


Paola─G-Gracias...


Carlos─Paola, ¿quieres ser nuestra amiga? Al menos no estarás sin amigos.


Paola─No lo sé... No estoy segura.


Marcos─¡Anda!, ¿por qué no? Te divertirás.

Paola accedió, fuimos a casa y le presentamos nuestra nueva amiga a mi tía, mi papá, mi mamá y mi hermana. Mi mamá miraba desconfiada, pero no me importó. Al final del mes, mi mamá le tomó cariño y la adoptó, pero vino un padre que también quería a Paola. Y el padre fue el que se la llevó a casa.


Ella nos visitaba todos los días, nos saludaba a todos con una hermosa y cálida sonrisa, esa sonrisa yo siempre la amé; Pero repentinamente, un día no nos visitó, mi mamá dijo que seguro y era porque tenía cosas que hacer en casa. Nos tranquilizamos en ese instante, pero así siguió durante una semana, ahí fue donde realmente nos preocupamos por Paola, fuimos a su casa, su padre nos abrió la puerta y se escuchaban llantos al final del pasillo, nos adentramos un poco pero él nos dejó afuera, para terminar, le preguntamos a su padre, él sólo nos respondió "Está en casa de su abuela, osea, mi mamá, no sé cuando vuelva, pero ella me avisará." Seguido de eso, un gruñido.


Nos fuimos con muchísimas dudas, ¿por qué se escuchaban llantos al final del pasillo?, ¿por qué el padrastro no nos respondió el por qué del llanto? Obviamente no nos íbamos a quedar con la duda, fuimos atrás de la casa, vimos una ventana y cuidadosamente nos fijamos, vimos algo realmente perturbador, estaba abusando sexualmente de Paola, ella se defendía con empujones, pateadas y rasguños, pero no funcionaba.
Llamamos a la policía, ellos llegaron a los 10 minutos, detuvieron al padrasto de Paola en lo que la buscaban, y al final, la encontraron.


La encontraron debajo de su cama, su cuello había sido arrancado del resto de su cuerpo, sus piernas y brazos tenían cortadas muy profundas, tanto, que cuando la encontraron seguía chorreando sangre, su rostro tenía moretones, signos de que la golpeó al no dejarse tocar...
Al verla Carlos, Marcos y yo, nos pusimos muy tristes, era la mejor amiga de todas las amigas que teníamos, miré a su padrastro, lo miré con una cara de furia, con sed de venganza, sólo le grité: "¡PÚDRETE EN EL PUTO INFIERNO, MALDITO INFELIZ!" Y se lo llevaron en la patrulla, él se reía de mí como si tuviera algo en la cara, no dejaba de reír.
Pasaron los meses, ni mis primos ni yo superábamos la muerte de Paola, decidimos ir a la calle con nuestras bicicletas, recordándola, pasamos por el cementerio donde conocimos a Paola. Para nuestra sorpresa, la vimos, pero no estaba sentada en la banca enfrente de la tumba de sus padres, estaba enfrente de su propia tumba.
Nos acercamos alegres, no teníamos miedo pues Paola nunca nos haría daño. Pero esta no era la Paola que conocimos.

Le toqué el hombro para poder ver su sonrisa que me hacía entrar en calor, pero ella volteó hacia mí me sonrió con su boca llena de sangre, se notaban sus cortadas en brazos y piernas que seguían sangrando, me espanté y retrocedí hasta estar al mismo punto que Carlos y Marcos, ella se nos acercó y dijo "Cobraré venganza, algún día, en algún momento."

Nos fuimos corriendo, nos encerramos en mi cuarto que estaba en el segundo piso y vimos por la ventana que daba una vista perfecta al cementerio, notamos que Paola nos miraba con esa misma sonrisa sangrienta, no sé que sea esa cosa, pero no es Paola, Paola no...


Seguimos viendo a Paola vigilarnos desde el cementerio, pero hay jóvenes de mi edad actual que la han visto en el cementerio, y que desde ese día, no los deja en paz, los vigila pero desde afuera de sus casas, ellos no saben como los demás no la ven. Muchos se han suicidado por no soportarlo más. ¿Cómo estas segura que no la has visto? Puede estar observándote mientras duermes, y tu no lo sabes. Pero lo que debes saber, es que aunque tú no la veas, la niña sigue ahí.

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