Capítulo 41.

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POV Elsa.

-¡Saquen las maletas en orden! -gritó mi hermana, al notar lo poco que llevamos avanzado.

-No grites, me duele la cabeza. M

Ayer habíamos llegado muertos, la única que estaba bien era Ester por obvias razones.
Cuando terminamos nuestro momento sentimental en el baño fuimos y le explicamos todo a los chicos, que casi se levantan para buscar al idiota de Hans.
Después de esa escena tratando de controlarlos, nos divertimos. Fue una fiesta tranquila y Jack hizo que todo el bar nos cantaran las mañanitas a Anna y a mí. Hasta que llegaron más bebidas, los seis nos descontrolamos. No recordamos nada de la noche anterior, aunque Ester asegure que hicimos el ridículo, nosotros todo lo vemos borroso.

Y ahora, unos profesores se encontraban en la puerta mientras los chicos sacaban las maletas y cajas.
Ester se encontraba comiendo a más no poder. No me sorprendería si se le notaba el embarazo antes de los cinco meses.

Agarré una caja entre mis manos y la levanté sin dificultad alguna.

Iba a extrañar ésta casa, realmente. Muchos buenos momentos que pasamos aquí jamás se iban a olvidar, tanto como los malos.
¿Qué hubiera pasado si nunca hubieran puesto el proyecto?
Tal vez jamás nos hubiéramos echo amigos y nos seguiríamos odiando a muerte, esa es una posibilidad muy grande.

Salí viendo a ambos profesores. Los dos estaban hablando sobre algo y se reían, demasiado fuerte.
Rodé los ojos y acomodé la caja encima de las demás.

-Bueno, ¿por qué tantas cajas? -Jack se posicionó enseguida de mí.

-Bueno, últimamente comprábamos mucho... -dije con un tono infantil.

-¿Ahora te cae bien Ester?

-Que cambio de tema más radical.

-¿Sí?

-Bueno, justamente ayer encontré sentimientos encontrados con ella. No sé, me parece tan indefensa en su embarazo... con ganas de que alguien comparta su situación con ella. ¿Tula odias?

-Bueno, me parece estúpido haber cambiado de opinión de un día para otro con ella... pero no, no la odio. Además sabía que escondía algo, nadie puede actuar como una completa zorra frente a las novias de los chicos que intenta conquistar.

Se rió, haciendo que las comisuras de sus labios se elevaran, me puse de puntitas y le di un suave beso en la mejilla.

-Puedes besarme los labios, ya sabes... -Se rascó la nuca divertido haciéndome reír y rodar los ojos.

Volteé la cabeza viendo a los profesores que hablaban animadamente mientras nos veían... tal como las vecinas cuando te encuentras fuera de tu casa.

-Otro día. -Le guiñé un ojo, haciendo que él rodara los ojos-. ¿Tienes algún tic?

-Señores -dijo Mérida poniendo una de las últimas cajas en su lugar-. Pueden ayudar, ya saben, tienen mucho tiempo para estar solos, y darse sus cariños. Además no sé si lo notaron, pero aquí están los profesores. -Señaló con la cabeza.

-Bueno, sí. Ya vamos. -Sus manos se elevaron a la altura de su cabeza pareciendo inocente.

-Y sí, lo notamos. Que se consigan una vida -bufé.

Los tres avanzamos hasta la puerta, donde un Hiccup corriendo casi me atropelló.

-¡Hiccup!

-¡Lo siento! Pero no encuentro al cachorro.

-¿Cómo que no lo encuentras?

-No lo encuentro. -Empezó a silbar-. Perrito, ven aquí.

Mérida se giró hacia nosotros y resopló.

-¿Nos pueden ayudar? Porque al parecer mi novio piensa que el cachorro va a correr a sus brazos mágicamente.

Ambos asentimos y empezamos a buscar de la misma manera de Hiccup.
Silbando, llamando a Chimuelo. Por lo que Mérida se molestó con nosotros.

Entré a mi habitación, todas las puertas estaban abiertas así que eso suponía que tal vez estaría en alguna de las habitaciones.

-Chimuelo, si sales te doy comida.

Nada.
Me quedé en silencio por si escuchaba algo, y sí fue así.
Un gruñido brotó debajo de mi cama haciéndome voltear la cabeza rápidamente.

Me puse de rodillas y miré debajo de ella, reí debido a la escena haciendo que Chimuelo me volteara a ver.
Él se encontraba rodeado de una bola de papeles rotos y en su pequeña boca también tenía uno en el mismo proceso, sus ojos verdes conectaron con los míos y corrió hacia mí.

-Ven aquí, pequeño vago. ¡Lo encontré! -anuncié mientras lo cargaba entre mis brazos y lo acariciaba.

-¿Dónde estaba? -preguntó Mérida llegando a la puerta, mientras Hiccup iba detrás de ella.

-Estaba debajo de la cama. -Me encogí de hombros-. Al parecer dejó un desastre con papeles.

-Bueno, así lo dejamos para que los profesores se acuerden de nosotros. -Hiccup se rió y se acercó a mí quitándome a la mascota de mis manos-. Mío, no tuyo.

-Te recuerdo que fui yo quien lo encontré. -Mérida se cruzó de brazos viendo a Hiccup, desafiándolo.

-Es mío de mí, y de Mérida. ¡Pero -se giró mirándola con diversión-, pido la custodia!

-Denegada.

-¡Elsa! -Se giró-. Eres mi juez, ¿puedo tener la custodia?

-Denegada -me reí al ver el fallo de expresión triste que hizo-. También la madre tiene derecho.

-¡Es injusto!

-¿Me perdí de algo? -Jack asomó su cabeza viéndonos a todos, y después sus ojos se posaron en el perrito que intentaba subir en el hombro de Hiccup.

-Nada, sólo que tu horrible novia no me quiere dar la custodia del perrito, de mi hijo.

-Bueno, ¿y se lo comparten?

-Es lo que yo le digo. -Hiccup puso su cabeza en el pecho de Jack simulando llorar.

-Al paso que vas, lograrás que la madre se lo quede y tengas una restricción de 50 kilómetros a la redonda.

-Bueno, dos días Mérida y dos días yo. Ya entendí.

-¿Y quién dijo que ibas a tener dos días?

-Yo.

Su cabeza se apoyó en la pequeña cabeza de Chimuelo y él ladro.

-Oigan. -Eugene se asomó por la puerta-. Ya hemos subido todo a los coches. Es hora de irnos.

-Arruinas la diversión. -Agaché la cabeza.

Al bajar Punzie, Anna y Kristoff estaban hablando mientras se reían. Ester estaba comiendo, viéndolos con diversión. Pero al vernos Punzie tiró de su labio inferior.

-¿Tan pronto?

-Sí.

-Bueno. -Ester saltó de la silla-. No es para que se pongan tristes. Vivieron momentos que no vivirán otra vez. Además, se volverán a ver en la escuela... nos volveremos a ver.

-Bueno, ¿prometen no olvidar todos los buenos y malos momentos que pasamos aquí?

Puso su mano frente a todos y el resto la puso sobre la de ella. Excepto Ester, ella se reía.

-Ven tu también, pasaste momentos aquí y con nosotros.

Ella sonrió y también puso su mano junto a la de nosotros.

-¿Lo prometen?

-Lo prometo -musité al mismo tiempo que todos.

Amor por el Proyecto. (Jelsa, Kristanna, Mericcup, Eugenzel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora