Capitulo 31

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POV Christian


—Lo primero, desnudarte— dice Anastasia

¿Que le digo? Una parte de mi le gustan​ las caricias de Ana, pero otra parte tiene miedo. Es increíble lo que me hace esta niña, hasta fui capaz de revelarle algunas de mis sombras... No todas, Grey. Si supiera sobre todas tus cincuenta sombras, te odiaría. Solo le revelé el inicio de mis jodidas sombras, no toda mi mierda. Yo sé que ella seria incapaz de hacerme daño, al menos no intencionalmente. Fue liberador revelarle algunas cosas de mi, me sentí mucho mejor solo con revelarle algunas de mis malditas sombras, hizo que me sintiera muy bien, ni todos los estúpidos psiquiatras que me han tratado me habían hecho sentir bien como ella lo hace.

—No te preocupes, solo quiero que me hagas el amor— agrega al notar mi tensión.

—Esta bien, pero acepta el celular y así podre comunicarme contigo cuando llegue a Seattle— le digo, a veces es tan tozuda.

A ella no le interesan​ las cosa materiales, ella es diferente a todas las mujeres que he conocido. Esta dulce niña es capaz de poner mi mundo patas arriba si se lo propone...

—Esto no es correcto— dice mi dulce Anastasia.

También ella tiene sus sombras, aunque con la mala madre que tiene cualquiera podría tener sombras.

—Ana, ya déjalo ¿si?— le digo

Ella me mira seductoramente y me saca la camisa yo alzo los brazos para facilitarlo quedándome en jeans.

—No te tocaré— dice .

Yo la miro, atento a todos su movimientos; por que no se lo que hará Después Anastasia me lleva a sentarme en el borde de la cama

—¿Y ahora qué? —pregunto

—Quiero besarte aquí.—dice mientras desliza su dedo sobre mi vientre.

—Adelante. Siéntete libre , no voy a detenerte— le susurro.

Hace mucho tiempo que no dejaba que una mujer tomara la iniciativa. Desde Elena... No vayas ahí, Grey. No hay comparación: Anastasia es dulce, inocente. Ella es buena. Elena era una sádica vieja bruja.

Ella se pone de pie delante de mi y se quita su ropa quedando completamente desnuda delante de mi. Ya no tiene vergüenza a su desnudez, como solía tenerla. Me gustó cuando Ana se desvistió, así puedo mirar libremente su hermoso cuerpo desnudo.

Yo me froto las yemas de los dedos, me muero por tocarla. Ella tiene un cuerpo maravilloso. Es perfecta, simplemente perfecta. Y ella es toda mía Por ahora es tuya Grey.

—Eres Afrodita, Anastasia.—Le digo por que es hermosa, todo de ella es hermoso. Como me gustaría que nadie más la vea así.

Ella se acerca y me agarra la cara con sus manos y me besa, delicadamente y yo no puedo aguantar más. Mientras nos besamos, la sostengo por las caderas para tumbarla en la cama y dejarla debajo de mí. Le obligo a separar las piernas con las mías mientras nuestras lenguas se entrelazan. Exploro sus curvas con las manos, saboreando su hermosa piel. Quiero sentir cada pedacito de su cuerpo. Deslizo mi mano sobre su muslo, por encima de la cadera y a lo largo del vientre hasta alcanzar uno de sus pechos. La toco, la masajeo; ella gime y frota sus caderas contra mi erección que se está esforzando por salir de mis jeans.

Estoy aquí, en este momento, con mi hermosa niña, con mi Anastasia. Me froto contra ella más fuerte, le rozo en el punto sensible en una lenta y deliciosa tortura... frotándome, frotándose hasta hacerla gemir.

¡Mierda!, esto es lo que hacen los adolescentes... No, estamos haciendo el amor. Es la primera vez que lo hago y que mejor con ella que también es su primera vez. Cuando me regalo su virginidad, la follé, así que no cuenta.

Esto es embriagador hasta el punto de olvidarnos de todo y de todos, quiero perderme en ella y que ella se pierda en mí. Mientras seguimos besándonos, sus manos se deslizan por encima de mí y terminan dentro de mis jeans, apoderándose de mi erección. Me arrodillo para quitarme los pantalones y los calzoncillos, olvidándolo todo, salvo nosotros .

—Me deseas nena, y está claro que yo te deseo a ti. Ya sabes qué hacer.—le digo y le doy el paquete de condones.

Con dedos ansiosos y diestros, rasga el envoltorio, desenrolla confiadamente el condón sobre mi longitud, mientras disfruto. Me gusta esta Ana segura. Le he enseñado bien como me gustaría que fuera solo mía. Tiernamente froto mi nariz con la suya, y poco a poco entro en ella

—Eres la mejor terapia— Le susurro al oído.

Ella se aferra a mis brazos y puedo sentir sus paredes sedosas disfrutando la exquisita sensación de poseerla, y que ella me posea a mi. No la estoy follando, estoy haciendo el amor. Será la primera y la ultima vez que lo haga, nunca encontrare una mujer como Ana. Sé que nunca la olvidaré.

Entro y salgo. Lento y suave. No lo está haciendo para satisfacer mis necesidades, estamos dándonos mutuo placer. Salgo lentamente, y vuelvo a deslizarme lentamente de nuevo.

—Christian... más rápido— dice y se muerde su labio

—Oh no, nena. Lo necesito lento.—le digo mientras le muerdo suavemente el labio que ella se mordía.

Yo me hundo más en ella, mientras que ella con las manos acaricia mi cabello y se rinde a mi ritmo. Esto es el cielo, el paraíso, y no puedo aguantar por mucho más tiempo. Acelero el ritmo y llegamos a nuestro clímax gritando nuestros nombres.

Me acuesto satisfecho al lado de ella, mirándonos. Ana juega con mi cabello, su toque es tan especial. Como me gustaría quedarme con ella... pero no sera posible.

—Christian ¿Crees que nos volvamos a encontrar ?— me pregunta de pronto.

—No lo sé, tal vez— le respondo con tristeza y temor.

—¿Sabes?  Yo creo que sí. En algún momento de nuestras vidas nos encontraremos.— dice con una triste sonrisa.

—Tal vez, Ana.— le digo por que a lo mejor no nos encontraremos nunca y no quiero darle falsas esperanzas​.

—Vale, de todas maneras quiero que te quedes​ con ésto— dice sacando una cadenita de su cuello.

—Ana, no puedo aceptarlo.— le digo.

—Llevatela, Christian. Guárdala, y me lo devuelves​ cuando nos encontremos de nuevo. Y si no nos volvemos a ver nunca más... quiero que lo lleves siempre contigo. Para que no me olvides y para que te dé suerte en todos tus sueños que quieras cumplir.— dice poniéndome la cadenita en mis manos.

La cadenita tiene un dije pequeño de un ángel. Es muy bonita, y un lindo detalle de parte de ella.

—Esta bien. Este será mi angelito, Anastasia— le digo,— pero no necesito nada para recordarte. Nunca te olvidaré. Es una Promesa.

—Yo tampoco lo haré, Christian. Te prometo que pase lo que pase nunca te olvidaré. Te deseo lo mejor en tu vida.— dice y con esa promesa siento que mi corazón se rompe en mil pedazos.

LAS SOMBRAS DE GREY - STEELEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora