Limpio mis mejillas de lágrimas, y también mi cuello, ya que éstas han sido expulsadas con suficiente fuerza como para llegar a él.
¿Qué es lo que ha sucedido? Mejor dicho, ¿por qué? ¿Acaso hice algo mal? ¿Debí actuar de otra manera? ¿O tal vez debí quedarme callada como venía haciendo hasta ahora?
No lo sé. Lo único de lo cual soy consciente, es de que Austin no me ha creído ni una sola palabra. Y como si ésto no fuese ya bastante, me tacha de loca.
He sido sincera, y me ha ido terriblemente mal. Y luego dicen que la verdad siempre conduce al bien, ¡ja! Después de mi devastadora experiencia no podré más que reírme en la cara del próximo que me suelte ese dicho.
Me gustaría quedarme aquí por siempre, tirada en el césped del parque, observando como el atardecer ayuda a que la oscuridad se apodere de la luz, pero mi día aún no ha terminado.
Aunque con todo este lío y la desesperación que me inunda no he podido pensar en otra cosa que en Austin, no me olvido que en casa me esperan más problemas, y nada fáciles de solucionar.
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—¡¿Donde has estado?! ¡Ya mismo me explicas lo que está sucediendo!—ruge mi madre enfadada al verme atravesar la entrada.
Rezo para mis adentros por mi misma y por salir viva de esta.
—Cálmate, mamá, por favor—le suplico ayudándola a tomar asiento.
—¿Calmarme? ¿Cómo podría calmarme luego de recibir una llamada del director del instituto, en la cual cita a todos los padres de alumnos que transcurren por la tarde a una reunión? Y por si fuera poco haber quedado en ridículo frente a él al no comprender lo que sucedía, ¡tú desapareces todo el día!—suelta de corrido, sin respirar.
Con que esa ha sido la razón que ha desencadenado su furia. Una llamada del director.
Cuando me inscribí como Emma Smith en el instituto y me transferí a mi misma al turno de la tarde, supuse que cabía la posibilidad de que en algún momento mi madre se enterase de lo ocurrido. De la misma forma que supuse que si esto sucedía, se lo tomaría tan a pecho como pudiese.
¿Acaso ha sido diferente?
»Bravo. ¿Así me responderás? ¿Con absoluto silencio?—continúa, levantándose del sofá, y realmente presiento que si no toma aire, terminará dándole un ataque al corazón, cosa que no quiero que pase.
Las manos dispuestas en las caderas, su manera prepotente de hablar y su mirada chispeante con la cual parece querer comerme de un bocado, me obligan a creer que solo me hace falta la capucha roja y la canasta con víveres para protagonizar un cuento clásico.
Aunque de todos modos me comerá, no literalmente, pero lo hará.
—Hablaré cuando me lo permitas, mamá—le pido sutilmente paz.
Con un gesto de manos me indica que tome la palabra pues no me interrumpirá. Decido seguir su orden antes de que termine arrepintiéndose y no pueda pronunciar sílaba.
Pero, ¿qué le diré? ¿Qué me inventaré esta vez para salir ilesa? Estoy harta de las mentiras.
Por un lado, intento arreglar las cosas y destapar mi secreto, y por otro, soy arrastrada al mal hábito nuevamente. ¿Será éste un ciclo sin fin? Espero que no, pues no lo soportaría.
Y ahí está, una vez más. La idea salvadora rebota en mi mente como niño en trampolín. No le he pedido que viniese, mas creo que ella misma ya se ha acostumbrado a llegar a mí cuando la necesito.

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Quiero ser otra
Подростковая литератураTodos tenemos algún complejo en esta vida, algo que querríamos cambiar a costa de cualquier sacrificio. Fiorella no es la excepción. Toda su vida le hicieron creer que no era bonita, y su autoestima se vio afectada por ello. Sin embargo, en su coraz...