Capítulo 6

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Misteriosamente, la primera semana de clases ha llegado a su fin y me encuentro saliendo de clases con mi amiga que no deja de dispararme preguntas acerca de Austin.

—¡Ay, Fiore! ¡Estoy tan contenta por ti! Ese chico es guapísimo, ¡y se nota que está completamente cautivado! —me expresa su emoción.

—¡Shh! Recuerda que debes llamarme Emma de ahora en más—le rezongo—. Hay mucha gente en el instituto y podrían descubrir mi secreto.

—¡No exageres, si hasta a mí me costó creerlo cuando me lo revelaste! —me retruca riendo al recordar el mal momento que pasé.

En cualquier momento serán las doce, por lo cual decido escabullirme hacia el baño, tal y como he hecho estos días, para que nadie sea testigo de mi transformación. Para mi suerte, a esta hora casi nunca hay alguien ya que se realiza el cambio de turno; los alumnos de la mañana se retiran a sus casas para darles lugar a los de la tarde. Ingreso justo a tiempo para observar cómo mis uñas perfectas vuelven a estar despintadas y tener las mismas mordidas de siempre; de este modo sé que he abandonado el cuerpo de Emma.

Mi amiga me dedica una mirada llena de asombro, pues por primera vez ha observado el mágico cambio del cual tanto detalle le he brindado. Enseguida decidimos retirarnos para no levantar sospechas, de modo que nos dirigimos a la puerta principal nuevamente, pero a diferencia de hace un rato, ahora esta no se encuentra vacía.

—Señorita Fiorella, ¡al fin aparece en el instituto! —se sorprende el director al verme, sorprendiéndome a la vez a mí ante el inesperado encuentro—. ¿Podría decirme por qué no ha asistido en toda la semana sin avisar? Precisamente en este momento iba a mi despacho a llamar a su madre.

¿Qué se supone que voy a hacer ahora? ¡Si mi madre se entera de que he faltado a clases estaré metida en un gran problema!

—Buenos días, director. Contraje un virus muy fuerte y no podía correr el riesgo de contagiar a mis compañeros y profesores. Mi madre me prometió que lo pondría al tanto, pero al parecer se le ha olvidado, ¡está cargando con muchos problemas de trabajo! —miento, utilizando a mi favor la primera idea que acude a mi mente—. Es por ello que he venido a hablar con usted.

—Qué mala suerte, ya creía yo que usted, siendo tan aplicada, no podía estar faltando a clases sin una razón contundente. ¿Cómo se encuentra ahora?

—Mucho mejor, gracias por preguntar.

De esta manera, lo acompaño a su despacho al mismo tiempo que me despido de Amalia, intentando que el majestuoso plan que he ideado de repente no se esfume hasta haberlo puesto en marcha.

—Dígame, ¿en qué puedo ayudarla? ¿Ha traído un certificado médico que le otorgue impunidad por las inasistencias? —me pregunta, acomodándose en su sillón y abriendo mi expediente.

Nuevo dilema. ¡Esto sí que no puede ir peor! Miro abajo y tomo valor para lo que se viene.

—He olvidado por completo pedirlo cuando acudí a la clínica, lo siento—me disculpo, para a continuación soltarle mi ansiada petición—. Además de informarle acerca de mi estado, he acudido también con otro propósito. ¿Sería posible que yo asistiese a clases en el turno vespertino?

—¿Qué? ¿Y eso por qué motivo? Jovencita, ¿está usted segura de encontrarse bien? —inquiere, curioso.

Si supiera por lo que estoy pasando no me haría esa pregunta. ¡Claro que no estoy bien, lo que estoy es metida en un buen lío!

—Como le he comentado mi madre tiene ciertos problemas y piensa cambiar de empleo, por lo cual su horario de trabajo se verá afectado y cree que sería mejor que yo asista durante la tarde.

Quiero ser otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora