Capítulo 34

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Necesito releer el mensaje al menos unas cinco veces, y observar la foto detalladamente por unos cuantos segundos, antes de poder comprender la situación; alguien tiene mi collar.

En medio de un ataque de nervios, dejo caer el teléfono al suelo, y me llevo las manos a la cabeza a modo de desesperación. Éste, es recogido sin previo aviso por Austin, quien frunce el ceño al leer el detestable mensaje que resalta en la pantalla.

— ¿Qué es esto?—inquiere.

Pero yo no soy capaz de responderle. No en este momento, no en este estado. No sabiendo que, la persona que se oculta detrás de todo esto, conoce mi secreto.

No puedo evitar llevar mis pensamientos hacia Karla. ¿Quién si no ella, querría hacerme el mal? Es mi única enemiga, que yo sepa, y hasta hace un momento, quería romper el collar en mil pedazos a toda costa.

— Fiorella, ¿me oyes?

Sí, lo oigo, pero lo único que abarca mi mente en este instante es el mensaje que acabo de recibir. No tengo fuerzas como para discutir con él en vano, rogarle porque me crea, pedirle ayuda y que termine dejándome sola, sin confiar en mi palabra, huyendo de mí y creyendo que sufro de un severo trastorno mental que me lleva a alterar la realidad. No tiene sentido hacerlo, y no quiero. No puedo perder el tiempo, sabiendo cómo resultará.

Tomo la primer idea que cruza por mi mente, sin analizarla mucho: llamar a Liam. Fue a quien vi por última vez con Karla, quien prometió detenerla el mayor tiempo posible, brindándome así una ayuda por todo lo anteriormente vivido, quien se quedó con ella en aquel baño mientras yo salía corriendo despavorida hacia aquí. Si él no sabe qué sucedió con ella, estoy en grave problemas.

Intento arrebatarle el teléfono a Austin de las manos, pero sus reflejos son muy buenos, y al percatarse de mi plan, lo aleja de mi, llevándolo hacia atrás.

—Aún no me has respondido—me hace saber, sin cambiar el serio semblante que me hace extrañar por un momento su fresca y brillante sonrisa. Ésa que hace tanto no me enseña, en parte debido a mis continuos fracasos en busca de revelar la verdad.

—Austin... Por favor, devuélvemelo.

—No, ¿por qué lo haría, si tú no me has dado una explicación de que rayos está pasando aquí?—exclama enojado.

Y tiene razón. Pero, ¿qué puedo hacer? A mi me consta que he venido con todas las intenciones de explicarle por última vez todo lo referido a mi doble identidad, e incluso a transformarme delante de sus narices. Estaba casi segura de que después de ver eso, no podría seguir con la venda en los ojos, tachándome de mentirosa y loca. Pero ahora ya no sé qué hacer. Todo me ha salido mal y lamentablemente, el plan debe ser suspendido.

—Lo se, y...—suspiro antes de continuar—, y puedes pensar lo que quieras de mi. Que he venido a seguir molestándote, a lavarte el cerebro, o lo que tú prefieras. Ahora necesito arreglar un asunto mucho más complicado y peligroso, para lo cual necesito que me devuelvas mi teléfono, ¿si?

—¿Disculpa?¿ ¿Has dicho acaso "tu teléfono"?—pregunta con aire sarcástico, haciendo énfasis en las últimas dos palabras—. Esto pertenece a Emma, y no comprendo por qué lo traes tú.

Me llevo las manos a la cabeza en modo de desesperación. Estoy harta. Harta de tener que inventar todo el tiempo excusas y mentiras para solucionar mis problemas momentáneamente, porque eso es lo único que consigo. Tarde o temprano estos regresan a mi como si nada. Pareciera que de nada sirve todo lo que hago, pues de todas formas termino siempre igual, en el punto de partida, sin argumentos válidos de los cuales poder aferrarme.

¿Cuándo terminará esta pesadilla? ¿Cuándo podrá mi vida volver a la normalidad? Y es que ni siquiera puedo decir que me arrepiento de todo lo que he hecho, porque no, jamás me arrepentiría de haber tenido la oportunidad de vivir un romance con Austin. Pero vaya que cuesta mantenerse de pie en medio de tanta tormenta. ¿Qué más debo hacer? Ya había decidido contar todo, mostrarme tal cual soy, y pareciera que el mundo conspira en mi contra para que no lo logre. ¿Debo tomarlo como una señal y no decir nada?

Lo miro, y comprendo que no tengo salida. O quizás sí.

—Lo siento, Austin.

—¿Qué di...?

En un abrir y cerrar de ojos, he sacado el gas pimienta que llevo en mi cartera, y se lo he rociado en los ojos. Puedo escuchar sus despavoridos gritos, y me siento la peor persona del mundo. ¿Qué he hecho? Ahora sí que me odiará, pero es la única ventaja que puedo sacarle si quiero irme de aquí lo más pronto posible.

Le quito el celular, y a diferencia de antes, no opone resistencia, al contrario, casi que me lo cede para con sus manos libres, poder refregarse los ojos que se han tornado rojos y ni siquiera puede abrir.

—De verdad, no tenía elección—me disculpo nuevamente, antes de salir corriendo.

—¡Me las pagarás!—lo escucho gritar, entre quejas.

Si, se las pagaré, perdiéndolo a él y a todos los que les he mentido. Pagaré muy caro el haber jugado a la chica bonita todo este tiempo.

Luego de alejarme unas cuadras de la casa de Austin, me detengo a tomar aire en un semáforo rojo. Desbloqueo mi celular y busco el número de Liam.

Ocupado.

Tiene que ser broma, ¿verdad? ¡Se supone que cuidaba de Karla! ¿Cómo es que está hablando por teléfono vaya a saber uno con quien? ¿Y si me ha engañado y jamás estuvo en mi bando? Me dolería mucho saber que lo ha hecho de nuevo, pero con gente así nunca se sabe, nunca terminas de conocerle del todo.

Le marco una vez más, la última, pero no tiene caso.

El semáforo cambia a verde y me dispongo a cruzar la calle, cuando siento que alguien jala de mi brazo con fuerza, prohibiéndome así avanzar.

—Ésta vez no te escaparas—reconozco la voz de Austin, quien no pierde tiempo y se hace con mi cartera.

¿Tan malvada me cree? No lo rociaría nuevamente con gas pimienta... pero sí que lo he hecho. Maldita sea.

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¡Hola a todos! Quiero disculparme sinceramente por no haber actualizado antes la novela, sé que estuve muchos meses sin hacerlo y me siento mal por lo mismo. Fue un año bastante complicado y si bien no es excusa, espero sepan perdonarme. Sepan que significa mucho para mi que cada uno de ustedes se tome el tiempo de leer lo que escribo, que les guste, que la lectura los atrape y les agradezco enormemente pues de no ser por ustedes esta historia no sería más que un archivo en mi ordenador. Cada voto, cada comentario, cada mensaje de apoyo, vale oro y lo aprecio mucho. Simplemente, gracias.

Joha

Quiero ser otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora