Capítulo 5

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Acabo de entregarle la planilla con mis datos y una fotocopia del documento de identidad de Emma Smith al director. Me siento una completa mentirosa, una farsante y hasta una prófuga de la justicia que debe cambiar su identidad de la noche a la mañana para no ser descubierta y condenada. Sin embargo, al mismo tiempo me siento feliz por todo lo que está aconteciendo, y me consuelo al saber que es la única forma de que mi nuevo yo pueda entrar al colegio. Para mi suerte, el director me ha preguntado si conozco a alguien de mi edad que se encuentre estudiando aquí, para colocarme en su clase y no hallarme tan sola durante mi estadía. Inmediatamente le hablé de Amalia, y me ingresó en su clase, que a fin de cuentas no es más que la clase a la que yo pertenecía.

Ya ha tocado el timbre de entrada y todos están en sus clases, por lo que el director me acompaña a la mía y me presenta delante de mis compañeros y la profesora de matemática.

—Buenos días, profesora Wilson, buenos días estudiantes—saluda al ingresar al aula conmigo detrás—. Quisiera presentarles a la nueva compañera que a partir de hoy se integrará en su clase. Su nombre es Emma Smith y acaba de mudarse a la ciudad, por lo cual espero que todos sean cordiales con ella.

Con esas palabras se retira, dejándome como foco de las miradas de mis compañeros, pero sobre todo del chico de los casilleros, que se encuentra sentado en el mismo sitio que anteayer. Nuestras miradas se cruzan y me brinda una media sonrisa, seguida de un giño.

—Bienvenida a la clase, señorita Smith. Tome asiento en uno de los lugares vacíos y abra su cuaderno y su mente al fantástico mundo de las matemáticas—me recibe ilusionada la profesora.

Me abro paso en el salón para ubicarme en el mismo sitio de siempre, junto a mi amiga, quien me espera con una expresión de felicidad inexplicable. Cómo ha cambiado con la que me otorgó ayer al verme por primera vez diferente.

A continuación, la profesora comienza a pasar lista. Al llegar al nombre de Fiorella, se percata de que no me encuentro presente y con un gesto de desaprobación deja salir las siguientes palabras.

—Esta chica ya tiene dos faltas y estamos en el tercer día de clase.

Amalia me mira y yo la imito. Es obvio que si no vengo al colegio voy a perder el año. ¿En qué he estado pensando?

La clase transcurre amena hasta sonar el primer timbre, que invita a todos a salir del aula en manada. Amalia se apresura también, ya que quiere tomar un café y la cafetería del instituto suele atestarse en cada recreo, por lo cual me pide que al terminar de guardar mis cosas la alcance.

—¿Me parece a mí o me está persiguiendo la chica más hermosa del instituto? —se acerca de pronto el chico de ojos azules y labios rojos—. Ayer apareces junto a mi casillero y hoy en mi clase, ¡vaya suerte la mía!

Es tan hermoso, pero tan engreído y tan mezquino. Es lo suficientemente alto como para interponerse en mi camino, por lo cual me impide salir del salón.

—¿Me dejarías pasar, por favor? —le pido amablemente, sin mirarlo a los ojos.

—Lo siento, solo quería charlar contigo. He oído que te llamas Emma, pero tú aún no conoces mi nombre. Me presento, soy Austin Efford—me ofrece su mano en un saludo algo formal, la cual estrecho por educación y a su vez guiada por las ganas de entablar una amistad con él.

Austin. Ahora sé su nombre, y es tan perfecto como él. Pero no puedo enamorarme, pues debo recordar cómo me ha tratado el primer día de clases y asimilar que si en este momento fuese yo misma no se estaría esforzando por cruzar ni una palabra conmigo. Pero, ¿cómo debo actuar entonces? ¿Debo ignorarle, hacer como si no existiese? Desde luego se me hará imposible evitarlo, y por lo visto él tampoco ayudará en tal objetivo.

—Bien, Austin. Pues ya sabes mi nombre, así que supongo ahora dejarás que me marche—comento.

—¿Puedo acompañarte? —inquiere, acercándose más de lo normal al punto de sentir su aliento en mis labios.

Mis hormonas se disparan de repente al sentirlo tan cerca, pero mi juicio no se nubla y doy un paso atrás.

—No lo creo, mi amiga aguarda por mí en la cafetería—rechazo su petición.

—Entiendo. ¡No importa! Siempre podré seguir viéndote en la clase, así que no te escaparás tan fácil la próxima.

Dicho esto, me planta un inesperado beso en la mejilla antes de retirarse. Llevo mi mano a esta una vez me quedo sola y, sin quererlo, noto cómo una tonta sonrisa se dibuja en mi rostro poco a poco. No puedo evitar sentirme emocionada ante tan romántico acto, aunque sepa que no es más que un truco para enamorarme por su parte. Sé que la belleza de Emma lo ha captado por completo y que algo se trae entre manos. ¡Cómo hubiese deseado que se fijase en mí sin este espejismo de por medio!

Al llegar a la cafetería localizo de inmediato a Amalia, que al parecer ya ha terminado su café. Como no falta mucho para que toque el timbre de entrada optamos por regresar al salón, donde nos espera un animado profesor de gafas y barba larga. Apostaría lo que fuese a que es el profesor de Literatura y Teatro.

Nos situamos en nuestros lugares y mientras el salón se va llenando nuevamente, el profesor escribe su nombre en la pizarra y nos da la bienvenida.

—Bienvenidos una vez más al arte de la Literatura—bingo, he acertado—. Estudiantes, sé que recién comienzan las clases y sus mentes adolescentes acostumbradas a las vacaciones aún no se encuentran en condiciones de trabajar, pero les aseguro que mi propuesta no será nada compleja. Deberán reunirse en parejas, es decir, un chico y una chica por grupo, para escribir una escena romántica y representarla aquí en clase frente la próxima semana.

La clase se transforma inmediatamente en una jungla; todos empiezan a quejarse acerca del trabajo y a decidir con quien van a realizarlo, hasta que el profesor vuelve a tomar la palabra.

—¡Calma, por favor! Para que se sientan más cómodos, dejaré que ustedes elijan a su pareja. Esta será su prueba diagnóstica y servirá de paso para forjar vínculos entre ustedes como compañeros, ¿o prefieren un examen?

—¡No! —gritan todos al unísono.

A excepción de todos los demás, yo sí que hubiese preferido un examen escrito. ¡No conozco a nadie! ¿Cómo haré para realizar el trabajo? Sinceramente no logro entender cómo me ayudará a forjar vínculos si deja la elección de parejas a libre albedrío entre estudiantes: de haber hecho un sorteo sí que sería distinto.

—Les daré unos minutos para armar las parejas y comenzar a planificar la escena, ¿sí? —anuncia el profesor.

Amalia es invitada por un chico muy aplicado a formar equipo juntos y ella acepta encantada, por lo cual ambos se apartan un poco de los demás para trabajar con tranquilidad.

—Me parece que el destino quiere unirnos—escucho decir a Austin, quien se sienta a mi lado en la silla vacía que ha dejado mi amiga.

Lo miro como sin entenderlo, pero sabiendo a la perfección que planea ser parte de mi grupo.

—¿El destino, o tú mismo? —inquiero sarcásticamente, sonriéndole mientras me acomodo en mi lugar. Sin pedir permiso, toma mi cuaderno y mi lápiz—. ¿Qué haces?

—Comienzo a escribir nuestra romántica escena—me informa—. Aunque seguramente debamos reunirnos fuera del horario de clases para culminarla. ¿Te parece quedar esta tarde en algún sitio?

—¡No! En la tarde se me hace imposible—suelto sin más.

—¿Y eso? —me mira desconcertado, levantando una de sus hermosas y bien definidas cejas.

—Es que mi madre está enferma y debo ocuparme de ella, ¡será mejor el fin de semana por la mañana!

—Eres todo un misterio, Emma Smith, pero me encantas.

No sé si sea cierta la leyenda de las mariposas en el estómago, ¡pero yo lo que siento son dinosaurios enormes pidiéndome a gritos que me lance a sus brazos! Qué rápido me he olvidado de mis propias advertencias... Supongo que es inevitable caer en las garras del amor cuando este llama a tu puerta.

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Gracias por leer la novela♥ ¡No olviden votar cada capítulo! Austin en la imagen multimedia.

Joha

Quiero ser otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora