Capítulo 12

1.8K 65 2
                                        

Luego de un largo día en el instituto por fin llego a mi casa, donde al ingresar veo a mi madre dando vueltas en el living. ¿Qué hace aquí? Debería estar trabajando.

—¿Mamá? —digo confundida.

—Fiorella, ¡al fin llegas! —grita enojada—. Te he estado esperando toda la tarde, ¿puedes explicarme qué has estado haciendo todo el día fuera de casa?

Ups. Metida en problemas de nuevo.

—Es que... Amalia me invitó a almorzar en su casa, y como me quedé sin batería no pude avisarte. Perdóname, por favor—me excuso.

—¿Te llevó toda la tarde almorzar? —inquiere irónica—. ¡Además podrías haber llamado desde el teléfono de línea!

—No, pero... de paso aprovechamos para realizar la tarea.

—Tendrías que haberme avisado. Además, hoy por la mañana sucedió algo muy extraño y...

—Sí, te encontraste con Emma—la interrumpo, sabiendo a qué se refiere.

—Entonces, ¿es verdad? ¿Ella es tu amiga? —pregunta como para comprobarlo.

Asiento con la cabeza.

—Pero, ¿qué hacías levantada a esa hora, mamá? —inquiero, ansiosa por quitarme la intriga.

—Bueno, ayer no te dije nada porque quería darte hoy la sorpresa; ¡me llamaron del nuevo trabajo! —exclama emocionada.

—¿Sí? ¡Qué buena noticia! Felicitaciones, mamá—me alegro por ella—. Pero sigues sin responder mi pregunta.

—Lamentablemente mi horario de trabajo se verá afectado, y deberé acudir a la oficina por la mañana y por la tarde. ¡Lo bueno es que mi sueldo aumentará! —me cuenta—. Como he comenzado hoy, solo he tenido que asistir por la mañana. Es por eso que estoy aquí. ¡Oh, necesitaré tu ayuda para no dormirme! Acostumbro a levantarme tarde, y tengo miedo de llegar tarde, por lo que he pensado que tu podrías despertarme antes de ir al instituto.

¿Despertarla, yo, de día? ¿Cómo voy a hacerlo siendo Emma? Un nuevo problema. ¿Es que ni siquiera puedo tener 24 horas de tranquilidad?

—Eh... creo que eso no va a ser posible, mamá.

—¿Cómo que no va a ser posible? ¡Entro a trabajar a la misma hora que tú a clases, Fiorella! Perfectamente puedes despertarme cuando tú te levantes—se queja al tiempo que frunce el ceño y cruza los brazos.

–Es que... ¡me cambiaron el horario del colegio! Si, ahora entro más temprano y no voy a poder despertarte, mamá. Lo siento mucho—me disculpo.

Si, lo sé, es una de las mentiras más tontas que he dicho hasta ahora, pero es lo único que se me vino a la mente en el momento. Mientras mi madre no quiera hablar con el director, todo estará bien.

—¡Qué lástima! Pues bien, supongo que no me quedará más remedio que confiar en la alarma y mis oídos—se lamenta, al parecer creyéndome.

El trabajo del cual la llamaron es una clínica médica. Será la secretaria del doctor que atiende allí. No tendrá supervisores, ganará más dinero y, aunque tenga que trabajar día y tarde exceptuando el fin de semana, valdrá la pena.

Mi estómago ruge sin piedad. Iré a prepararme unos sándwiches y un licuado, pues no he comido nada desde la mañana. ¡No tengo idea cómo no me he desmayado en el instituto! Deberé comenzar a llevarme comida a partir de mañana si planeo seguir con un doble horario.

***

Acaba de sonar la alarma de mi celular, la cual programé para las seis de la mañana. Gracias a la mentira que le eché a mi madre, a partir de hoy tendré que moverme de la cama una hora antes. ¿En qué pensaba? Todo sea por Emma y mantener mi secreto a salvo, pero sin duda mi cuerpo y mi mente lo lamentarán.

Trato de ser lo más rápida posible para que mi madre no vaya a pescarme en media transformación: eso sí que sería un caos. Lista en cuarenta minutos y aun siendo Fiorella, puesto que no ha amanecido, salgo de mi casa. Espero que mamá escuche la alarma y no me necesite.

Si bien las calles se encuentran completamente solitarias a esta hora de la mañana, no quiero arriesgarme a que alguien pueda verme al transformarme, por lo cual decido esconderme en un recoveco del parque. Como aún es temprano para ir al instituto, doy una vuelta por este y me siento a saborear uno de los snacks de frutas que traje para el día de hoy.

Ya con menos tiempo, emprendo camino, y no demoro nada en llegar.

—Emma, tenemos que hablar—oigo en cuanto cruzo la puerta principal.

Puedo reconocer perfectamente la voz de Austin, pero de todos modos me giro para confirmar su identidad.

—Yo no tengo nada que hablar contigo—espeto, dirigiéndome a los casilleros para perderlo de vista.

—Por favor, tienes que escucharme—suplica tras de mí.

—Estoy ocupada, Austin—digo, intentando abrir mi casillero.

—¡No puedes creerle a Karla! Lo que ha dicho no es cierto, no al menos de esa forma.

¿No al menos de esa forma? ¿De qué forma entonces lo es? ¿Debería cambiar "novios" por "amigos con derecho"?

—Adiós—me despido, cerrando el casillero luego de guardar mis cosas.

De pronto me toma del brazo y me da vuelta en el acto. Aunque no quiero, me veo obligada a mirarlo a los ojos. A esos malditos ojos tan hermosos.

—Mírame a los ojos y dime, ¿realmente me crees capaz de engañarte de esa manera?

Me pierdo en su mirada por unos segundos que parecen infinitos. Es tan hermoso. Se ve tan tierno, tan amoroso y tan perfecto... Pero no lo es.

—Karla y yo fuimos novios, hace algunos meses, pero hace bastante tiempo que terminé con ella debido a que estaba obsesionada conmigo—continúa.

Estoy tan confundida. ¿Me está diciendo la verdad? Ya no sé ni a quién debería creerle.

—No tienes que darme explicaciones, Austin. Tú y yo no somos nada, lo único que hubo entre nosotros fue un beso; un beso ficticio—alego.

Decirlo en voz alta duele mucho más que pensarlo.

—¿Ficticio? —pregunta, arqueando ambas cejas—. Yo no creo que esto tenga nada de ficticio—termina, acercándose.

Austin toma mi rostro con ambas manos, las cuales siento frías al chocar contra mis mejillas ruborizadas. Sé lo que hará a continuación, y a medida que se acerca comienzo a dudar en mi interior. No sé si esto está bien, si él está siendo sincero o si es parte de su juego, pero no me da tiempo de pensarlo mucho, pues de un momento a otro siento sus labios posados en los míos. Toda mi rabia se va, y para mi sorpresa, le respondo. No puedo contenerme. Separo mis labios y me sumerjo en los suyos.

Su beso es tan delicioso como el primero, solo que ahora no tengo que ponerme a deducir si es real o no: está más que claro.

—Creí que no era necesario preguntártelo, ¿quieres ser mi novia? —suelta sin más en cuanto nos separamos.

Que alguien me pellizque. ¡Debo estar soñando!

—¿Tu novia? —pregunto sorprendida.

—Sí, mi novia—me lo confirma, sonriendo.

—Por supuesto que quiero—acepto sin pensarlo dos veces.

Él me abraza, y me siento más feliz que nunca. ¡No puedo creer que esto me esté pasando a mí! Es demasiado como para procesarlo.

Sin embargo, pronto vuelvo a la realidad, donde una nube parece amenazar mi final feliz; ¿cómo voy a hacer cuando quiera verme por la tarde? ¿Se conformará con verme en el instituto y algún fin de semana por la mañana? No lo creo.

Quiero ser otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora