Capítulo 32 - Parte 2

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Mis oídos reconocen esa voz instantáneamente, y los músculos se me tensan más a medida que recapacito sobre lo que estoy viviendo.

No puede ser, ¿por qué, por qué de todas las personas que podrían haber entrado, ha tenido que ser ella?

Ha tenido que ser la persona que más me odia, la que no acepta que sea feliz y la que ha intentado borrarme la sonrisa de la cara más veces de las que me son posibles recordar.

Ya sin dudas, doy media vuelta para comprobar que mi sentido auditivo no falla, y así es.

Recapitulo el momento en el que habló, y repito para mí misma las palabras que ha utilizado: "Con que era cierto". No lo comprendo. ¿Que era cierto el qué? Me gustaría hacerle esa y otras preguntas, pero creo que lo mejor es esperar a que ella tome nuevamente la palabra y escuchar con atención qué es lo que tiene para decirme. Estoy segura de que lo hará.

»Cuando te escuché contándoselo todo a Austin, creí que ese bicho feo (que por cierto eres tú) estaba loco, pero luego me dije: "¿Por qué no la investigamos?". Y créeme, no lo hice porque creyera que podía ser verdad; lo hice para averiguar si podía sacar provecho de algo—ríe—. Y mira con lo que me he encontrado... Emma, la mosquita muerta que llegó de un día para otro al instituto intentando opacarme con su belleza, no es más que una mentira. Una mentira tras la cual se esconde la de carne y hueso. La fea Fiorella, que jamás podría enamorar ni a un sapo. Vaya que ha valido la pena seguirte hasta aquí.

Mi cerebro viaja hasta el momento en el cual le conté mi secreto a Austin en el parque. Él no me creyó y se fue. Luego de esto, me dejé caer en el césped, angustiada y enojada conmigo por mi forma de actuar. Y ahí sucedió, ahí me detengo. Recuerdo haber sentido unas ramas moverse no muy lejos, y ahora lo entiendo. Las ramas nunca se movieron. Quien se movió fue Karla.

Se que no debería llorar por esta estupidez, y eso intento. Intento contener las gotas cargadas de rabia que anhelan salir expedidas por mis lagrimales, aún siendo consciente de que no las podré contener por mucho más tiempo. Esta arpía sabe buscar mi punto débil a la perfección, y una vez que lo encuentra, conoce la manera de colocar el dedo en la llaga para que arda como el mismo fuego. Son sus palabras sin escrúpulos, sin sentimiento alguno más que el odio y la venganza, las que me llevan a preguntarme si realmente no está actuando. Luego la miro fijo a los ojos, y ahí encuentro la respuesta. Están vacíos. Tanto como su corazón.

—Karla, escúchame. No sé qué es lo que tienes pensado o estás pensando hacer con ésto que acabas de descubrir. Lo que sí sé, es dónde terminarás si lo haces, y te aseguro que no es un lugar para nada lindo—le hago saber, deseando que recapacite de una vez y por todas acerca de su actitud.

—A ver, dime, ¿dónde terminaré? ¿Al lado de Austin, como siempre debió ser?

—Terminarás sola, pero eso no es lo peor. Lo peor será que jamás conseguirás ser feliz, porque para llenar tu felicidad, necesitas arrebatar la ajena, ¿y sabes algo? Quizás lo logres, pero no te durará eternamente. Siempre será devuelta a donde pertenece. Y así, el ciclo no cesará, hasta que seas capaz de comprender que lo que realmente necesitas, es construir tu propia felicidad, sin ayuda de nadie.

Se queda callada por unos segundos, y podría jurar que ha entendido lo que le he tratado de explicar.

Pero su sarcástica risa no tarda en aparecer, y ello me asegura que no debo conservar las esperanzas.

— ¿Se puede saber por qué te adelantas a soltar la perorata de la chica buena si aún la malvada, que según tú, soy yo, no te ha revelado su plan?—se burla, enarcando una ceja.

—Porque te conozco, y sé que siendo como eres, no dejarás escapar la oportunidad de arruinar mi relación con Austin una vez más.

Automáticamente luego de terminar la frase, comienza a largar las carcajadas más horrendas que he escuchado en mi vida.

— ¡Jajaja! ¿Tu relación? No me hagas reír, incrédula, te referirás a la relación que lleva con ésta—me señala con desprecio, refiriéndose a Emma—, que no existe.

Cierro los ojos resignada tras oírla. No cambiará su actitud por más sermón que le dé.

»Ahora dejarás a un lado tus patéticos consejos que me dan fobia, y me relataras con lujo de detalles y sin dejar escapar una sola palabra cómo es que funciona ese horrendo collar que siempre llevas puesto—me ordena.

Suspiro, y me doy por vencida. El juego aún no termina, pero sucederá pronto, pues estoy en sus manos. Y estar en sus manos es como ir en un avión y saber que se estrellará. Es saber que tienes los minutos contados y que no hay paracaídas que puedas utilizar para salir de allí. Es saber que no hay salida.

—La historia es muy larga, yo iba caminando por la calle y...

— ¡Chsss! No me interesa cómo lo encontraste o qué pensaste (que de seguro fue algo tan cursi como tú)—termina, sacando la lengua con asco y arrugando los ojos—. Quiero que te limites a explicarme el funcionamiento del aparato mágico, nada más.

—De acuerdo—accedo—. Este collar me permite ser Emma desde las ocho de la mañana hasta las doce del mediodía, horario en el cual vuelvo a ser yo, hasta el próximo día.

— ¡Continúa! ¿O acaso eso es todo?—me apresura interesada.

—No, no lo es. Debo llevar siempre puesto el collar para que funcione, o al menos estar cerca de él. Tiene que estar bajo mi posesión.

—Perfecto, entonces... ¡dámelo!

Sin más, me arrebata el collar del cuello, y la desesperación se apodera de mí.

»Lo único que tengo que hacer es romperlo, y así, jamás podrás volver a ser Emma—ríe llena de alegría por su repentina idea—. Austin, al no volver a verla nunca, se olvidará de ella, y yo estaré ahí, para encargarme de que se enamoré de mí nuevamente. ¿Sabes? Estoy segura de que la chispa entre nosotros aún sigue encendida, sólo es cuestión de echar un poco más de leña al fuego para que ésta se encienda por completo.

— ¡No!—grito cuando hace el amague de estrecharlo contra el piso—. ¡Ni se te ocurra hacerlo!

— ¿Crees que estás en derecho de pedirme eso?

—No es lo que piensas, ¡si rompes el collar me convertiré en Emma.... para siempre!—le hago saber.

Me observa detenidamente, disfrutando de mi angustia y de su poder sobre mí.

—Mientes. Sólo lo dices porque sabes que si lo rompo, tu jueguito se acabará, y yo triunfaré.

Niego con la cabeza.

»Si lo que dices es cierto, ¿por qué no has roto el collar? Serías Emma para siempre, ¿no es eso lo que quieres?

—Claro que no—frunzo el ceño—. Lo que quiero es acabar con ésto de una vez y volver a ser yo misma, sin dobles identidades ni más secretos que esconder. Eso mismo planeaba hacer hoy.

— ¿A qué te refieres?—inquiere.

—Austin me ha invitado a almorzar con sus padres y una vez allí, cuando estemos a solas, le contaré todo y hasta me transformaré frente a él si es necesario. ¿Por qué no me devuelves el collar y dejas que me vaya, eh? Se acabará todo, y quizás él no quiera volver a verme—intento convencerla.

— ¿Tú crees que soy estúpida? Jamás tendrás este collar en tus manos. Ahora es mío.

—En realidad, no—escucho una tercer voz.

Abro los ojos como platos para observar cómo Liam le quita el collar de las manos y se hace con éste.

¿En qué momento ha entrado? No lo sé, y tampoco sé si su presencia aquí y el que mi collar pase a estar en sus manos deba alegrarme, o preocuparme aún más.

Quiero ser otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora