Capítulo 3

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¿A dónde se ha ido la venta de garaje? ¿Dónde está la señora que la atendía? ¡Hace unos segundos se encontraban en este mismo lugar! Doy media vuelta y se esfuman, ¡se esfuman como si nada!

No comprendo nada de lo que está sucediendo. Pero de algo estoy segura; lo que sea que haya sido, todo eso ocurrió de verdad. ¡Desde luego que sí! No solo tengo puesto el collar, sino que vi a esa chica en el espejo. La misma chica que yo imaginé en mi mente. Era ella, reflejando mis movimientos. ¡No puede haber sido una alucinación, una simple jugarreta de mi mente ante el deseo de ser otra! Me transformé en esa chica, aunque haya durado menos de un minuto, lo puedo asegurar.

Quisiera preguntarle a la señora qué ha sido todo esto, pero se ha ido, y no tengo la menor idea de cómo encontrarla ahora. ¿Fue magia? Bueno, ¡es obvio que todo lo que sucedió es magia! No hay otra forma de explicarlo lógicamente. ¿O acaso estoy soñando? Si es así, ¡quisiera despertarme ya mismo, pues esta pesadilla supera la realidad!

Estoy muy confundida, y aunque la intriga me carcome por dentro y deseo estrellar el falso artefacto mágico contra el piso, algo en mí me dice que no debo hacerlo. Si estoy despierta y todo lo que sucedió no forma parte de un sueño, es seguro que esto no terminará aquí. Solo espero que realmente funcione, ¡me he ilusionado demasiado como para que todo sea una farsa!

Luego de transitar varias cuadras vislumbro mi casa y preparo mi juego de llaves para abrir la puerta e ingresar, rogando que haya algo en la nevera. No he comido nada desde la mañana y realmente todo lo sucedido me ha despertado el apetito más que de costumbre. ¿Solo a mí me pasan estas cosas o a todo el mundo se le cumplen deseos esporádicos de la nada y yo aquí sin enterarme?

Mi madre se encuentra tendida en el sofá canela, que ocupa gran parte de la sala de estar, leyendo una revista de belleza. Típico de ella.

—¡Hola, mamá! ¿Pudiste descansar? ¿Estás lista para la entrevista de esta tarde? —le pregunto entusiasta.

Hace dos meses que tiene metida en la cabeza la idea de cambiar de empleo, y por fin he logrado convencerla de que dé un paso adelante en tal emprendimiento. Hasta ahora trabaja como secretaria en las oficinas Dens, bastante conocidas en nuestra ciudad, pero últimamente no soporta a su supervisora, que continuamente le reprocha por cualquier motivo. Sinceramente la entiendo; es en menor medida un poco de mi vida cotidiana. A diferencia de que mi madre deriva tal comportamiento para con ella a la envidia. No la culpo; ojalá yo hubiese heredado algo de su belleza.

Es alta, delgada y asombrosamente pálida, lo cual contrasta con su cabello negro azabache y su par de ojos celestes. Si bien hoy en día se encuentra pisando los cuarenta no se ve nada mal comparada con sus amigas, y podría pasar perfectamente por una mujer diez años menor; su cuerpo es inmune al paso del tiempo y su piel a las arrugas. Bueno, siempre con la ayuda de una buena crema rejuvenecedora y ejercicios diarios.

A veces me pregunto por qué he salido tan diferente a mis padres, y ella me dice que es culpa de su hermana, que siempre le tuvo celos y debe haber hecho un pacto con el diablo para pasarme sus nada agraciados genes. Luego intenta enmendar el daño asegurándome que cuando sea mayor de edad podré recurrir a la cirugía que todo lo arregla, pero nada puede ocultar el rechazo que le provoca mi físico.

—¿Lista? ¿Estas bromeando? ¡Mira la hora que es, y acabas de llegar! Creí que habíamos acordado que tú te encargarías del almuerzo, ¡la entrevista es en dos horas, y ni siquiera he podido darme una ducha! —comienza a quejarse.

Le dedico una rápida mirada al reloj minimalista que cuelga en la pared para corroborar el horario y dejo salir una expresión de asombro al comprobar que ha pasado casi una hora desde que me retiré del instituto.

Quiero ser otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora