~ Cinco semanas después ~
Nunca había estado más satisfecha conmigo misma en toda mi vida. Cinco semanas. Cinco. Largas. Semanas. Y no le había dicho ni una palabra a Draco.
Cada vez que me había intentado fastidiar, no le hice caso, hasta que finalmente se dio por vencido por completo. Era como si hubiéramos vuelto a cuarto y quinto año, cuando yo no le hablaba ni él tampoco a mí.
Pero esta vez era mucho mejor.
Esta era vez a mi manera. Ya no tenía que ser una muda. Podía hablar con quien diablos me diera la gana, pudiera hablar con él si quería. Pero no quería... y esa era la mejor parte de todo este asunto.
Me dejó aturdida y confundida la transición que había tenido en Hogwarts, donde ya casi nadie tenía miedo de mí, excepto quizá los de primero año. Y ahora tenía una gran cantidad de conocidos que tenía el descaro de llamar mis amigos.
Eran Febrero, por supuesto, Harry, Hermione y Ron -con su bocasiempre llena de comida-. Los tres eran un paquete, Blaise Zabini, que parecía haberse reformado, Katie Bell y Colin Creevey.
Este breve interludio en mi vida me dio un sentido brutalmente falso y engañoso de seguridad y comodidad. Pero, ¿cómo iba yo a saber que todo se iba a derrumbar?
Las cosas comenzaron a deslizarse cuesta abajo alrededor de una semana y media más tarde, cuando empecé a notar a Malfoy de nuevo. Pero este no actuaba de la forma en la que yo estaba acostumbrada, cuando se trataba de él uno esperaba ciertas cosas. Se notaban las líneas bajo sus ojos cansados, encontrarlo dormido en una silla de la sala común cada noche no era algo normal, veía como lo ignoraban sus amigos hasta el punto que fue despojado del grupo.
Estaba sentado solo en la mesa de Slytherin, al final. Pero no era como si nadie quería sentarse con él. Era, después de todo, jodidamente atractivo. Él despedía esa extraña sensación de independencia y de una nueva clase de ira, nadie se acercó a él durante semanas, porque tenían la sensación de que si lo hacían, él los haría pedazos.
Por alguna razón, Malfoy estaba convirtiéndose en un loco desquiciado.
Él ahora sabía lo que era querer estar solo, y eso era un gran cambio para él, teniendo en cuenta la forma en que solía ser. Él solía anhelar la atención, y ahora, al parecer, él la despreciaba.
No podía dejar de ver su antebrazo cuando tenia la oportunidad, seguía pensando en el sueño.
Empecé a verlo... realmente verlo, hasta el punto que casi lo acechaba. Después de cada comida, él desaparecería, saliendo a través de la gran entrada de la Gran Comedor con un tipo inquietante de urgencia.
Lo que me asustó aún más era que nadie parecía darse cuenta. Su extraño comportamiento, su silencio. Sólo yo, y eso fue porque, en el fondo, no importa cuánto intentara negarlo, yo siempre estaba consciente de su presencia.
Pero todo lo que realmente sabía era que, fuera lo que le fuera que le estaba pasando a Draco, nadie le iba a ayudar. Nadie más que yo.
Maldita sea, lo ha hecho de nuevo.
Meterse en mi mente
Así que el viernes por la noche, lo seguí, justo después de que abandonara el Gran Comedor después de la cena. Tomó un camino muy confuso y largo, tomando algunas escaleras, esquinas redondas, hasta que finalmente se dirigió por un pasillo desierto, y me vi obligada a esperar detrás de una columna hasta que estuvo fuera del alcance de mi oído.
Yo lo vi, sin embargo.
Lo vi acercarse a la pared del fondo y quedarse ahí parado, mirando. Y de repente una puerta apareció, era negar con detalles rizados por todas partes, de metal.
Había encontrado a la Sala de los Menesteres.
Una oleada de furia y celos broto dentro de mí. Yo había estado alrededor de dos años buscando ese lugar. Buscaba un lugar en el que realmente pudiera estar sola para llorar, pero nunca había llegado a mí.
¿Por qué diablos había venido al imbécil de Draco Malfoy?
Sacudiendo la cabeza, salté de detrás del pilar justo cuando desapareció en la habitación, corriendo por el pasillo para coger la puerta antes de que se desvaneciera. Mi mano se apretó alrededor de la perilla de la puerta, y cerré los ojos, sabiendo que quizás sería bloqueada.
Pero no fue así... y cuando le di vuelta a la perilla, la puerta se abrió.
No sabía lo que iba a decirle y cinco semanas de silencio me dejaron completamente en blanco. Pero todo esto era hipotético, suponiendo que realmente lo pudiera encontrar.
La Sala de los Menesteres no era lo que yo esperaba que fuera.
Estaba oscuro y mohoso y lleno de objetos al azar, antigüedades, trozos de muebles. Yo había pensado en esta sala se vería como una especie de refugio, pero luego me di cuenta... que era la sala de los menesteres de Draco. Su habitación'viene y va'. Parecía que esto, tal vez, era lo que estaba ocurriendo en la mente de Draco.
Una mente que ahora solo se podía ver de noche, solo y perturbado.
Di otro paso audaz en la habitación, mis ojos buscaban desesperadamente alrededor de los muebles negros y los relojes de pie. Para mi suerte no pude verlo.
Pero lo oía.
Susurros vinieron a mí, su voz, cantando unas extrañas palabras extranjeras.
"Harmonia Nictere Passus."
Pero en cuanto miré en esa dirección, lo escuche una y otra vez. Y luego otra.
Esta habitación no quiere que yo lo encuentre.
"Harmonia Nictere Passus."
Estaba a punto de llamarlo en un susurro, pero cuando la primera silaba de su nombre pasó por mis labios, alguien me tomo desde atrás, y no tuve otra reacción más que gritar por su ayuda.
"DRACO!"
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𝕭𝔯𝔬ӄ𝔢𝔫 𝕺𝔭𝔢𝔫 {𝚍.𝚖}
FanfictionLo supe desde el primer día. Desde el momento en que bajé de la brillante locomotora roja, ya lo sabia. Sabía que Hogwarts no era, y nunca seria, mi milagro salvador. Un santuario. Un lugar donde me aceptarían. Nunca podría dejar que mi secreto sa...