37. El Silencio Invertido

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Draco~

Nunca una caminata me había parecido tan larga.

Sentía como si mis pies se movieran a un centímetro por minuto a cada paso que daba, junto a un jodido dolor, punzante y penetrante en mi costado.

Literalmente.

Mi madre me había acompañado hasta la frontera protectora; Una aparición hubiese sido muy dolorosa. Y yo tuve que completar el viaje hasta las puertas solo.

_____...

Joder, la necesito.

Necesitaba verla.

Tocarla.

Sentirla.

Pero por su carta, sabía que probablemente nunca volvería a verla. Considerando lo que pronto vendrá...

Mis manos habían estado temblando violentamente mientras leía. En ese momento, quise destrozar todo en esa jodida habitación. Quería matar a Nott.

Todavía lo hago

La cara fea y arrugada de Filch me saludó en las grandes puertas de entrada, y casi esperaba que me regañara por tomar tanto tiempo.

Pero él no se atrevió.

Squibs no hablan con Malfoys. Es conocimiento común. Están por debajo de nosotros.

Le lancé una mirada oscura mientras entraba al castillo, camine directamente hacia la multitud que salía de la cena.

Jodidamente perfecto.

Varios se detuvieron para mirarme, susurrándose unos a otros, y tuve la tentación de mandarlos a la mierda.

Pero entonces McGonagall dobló la esquina, luciendo agitada y angustiada, se detuvo a mi lado. "Señor Malfoy, por los cielos. Es bueno verlo".

Levanté las cejas sorprendido.

Nunca nadie me había dicho algo asi.

Ni una vez en mi vida.

"Profesora..." Dije vacilante.

"Ven." me tomó el brazo con cuidado. "Tenemos algunos asuntos que atender. Muévanse, niños." dijo creando un camino efectivo a través de los pequeños y emocionados alumnos de primer año que todavía estaban boquiabiertos. Mierda, esos idiotas harían cualquier cosa por un buen chisme.

Ella me guió a través de largos pasillos y escaleras, llevándome a una parte del castillo que nunca había visto.

Luego supe que estábamos parados frente a la enorme estatua de un grifo, y ella estaba recitando las palabras "Gotas de limón."

La estatua dio un giro completo, y las escaleras que la rodeaban comenzaron a moverse.

"¡Adelante, muchacho!" exigió después de que dudé un momento. Rápidamente salté al primer escalón, y los dos comenzamos a girar en espiral hacia arriba.

No podría mentirme a mí mismo. Sabía a dónde íbamos.

La oficina de Dumbledore

La sola idea de eso me puso los pelos de punta. ¿Cómo podría soportar mirar al hombre a los ojos, con los planes que se me habían impuesto?

Demasiado pronto, estaba delante de mí, sentado cómodamente en su escritorio, con gafas de media luna equilibrándose sobre su nariz. Levantó la vista y me mostró una cálida sonrisa que hizo que mi estómago se revolviera.

"Ah, señor Malfoy." sonrió. "Estoy contento de que goce de buena salud o, mejor salud, supongo." Sus ojos parpadearon hacia el cabestrillo que inmovilizaba mi brazo.

"Gracias, Director." respondí entre dientes, incapaz de mirarlo a los ojos.

"Vamos a charlar, muchacho, ¿te parece?" Me hizo señas hacia él con una mano de bienvenida. "Minerva, ¿te importaría esperar afuera?"

Y así, McGonagall desapareció, dejándome a solas con él.

Lentamente, me deslicé en la silla frente a su escritorio, enmascarando cualquier emoción en mi rostro con una expresión dura.

"¿Supongo que sabes de qué pretendo hablarte?"

"Cree que provoqué a Nott." dije descaradamente, mirando al frente.

"Para nada", respondió, su voz tan calmada como siempre. "O al menos, no intencionalmente, creo. Theodore Nott es un chico de mal genio, me temo".

"¿Puedo irme, señor?" Murmuré. "Estoy muy cansado."

"No tomará más que un momento, Draco. Te lo aseguro".

Respire profundamente para no enojarme. Lo peor que podía hacer en este momento era perder la cabeza frente a Dumbledore.

Necesitaba hacerlo pensar que yo tenía el control.

"Su reciente apego a la señorita Lafette ha causado un gran revuelo. Ninguno de ustedes está equivocado, pero eso no significa que pueda permitir que continúe".

Mis ojos se estrecharon, había un extraño brillo en su mirada. Casi de maldad.

Por un momento, me pregunté si había pasado algo por alto. Algo que no sabia.

"Solo tengo unas pocas preguntas." continuó.

Levanté una ceja.

"¿Hasta dónde se extienden sus sentimientos hacia ella?"

Negué con la cabeza, "Esa no es realmente su incumbencia, ¿verdad, profesor?"

"Me temo, Sr. Malfoy, que lo es". Lo dejó así, sin más explicaciones.

Rechinando mis dientes, me las arregle para hablar, "Estoy dedicado a ella en más formas de las que usted pudiera entender".

"¿De verdad?" Parecía ligeramente sorprendido.

"De verdad."

"Interesante... Me pregunto, ¿sabe usted lo poderosa que ella es?"

Me burlé de la pregunta, "Por supuesto que sí."

"Entonces, se da cuenta del riesgo en el que se pondría a usted mismo, así como a ella, si planea... fugarse." de nuevo, sus ojos tenían ese extraño brillo.

"¿De qué esta hablando, Profesor?" Exigí.

"Hay fuerzas que la alejarán de usted Draco, indudablemente. Debo ordenar que cese las comunicaciones con la señorita Lafette inmediatamente".

Estaba a punto de decirle que se fuera a la mierda, cuando dijo algo más.

"Por eso le recomiendo que no vaya a verla justo en este momento, ya que está ubicada en la sala central del dormitorio de Slytherin, protegida por Wards e incapaz de irse, pero aún perfectamente capaz de oír. No le aconsejo, que le diga cómo se siente, antes de que sea demasiado tarde ".

Y de repente entendí.

Psicología inversa.

Psicología inversa totalmente obvia.

Él quería que fuera con ella. Dios mío, ¿nos volvíamos locostodos?

Apreté mi buena mano en un determinado puño y asentí, "Por supuesto, profesor. Sin duda no la visitare justo en este momento".

Cuando me levanté para irme, él sonrió alegremente, "Buen muchacho. Puede retirarse".

Y me largué de allí antes de que él pudiera cambiar de opinión.

𝕭𝔯𝔬ӄ𝔢𝔫 𝕺𝔭𝔢𝔫 {𝚍.𝚖}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora