Capítulo 3

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Capítulo 3

Ya ha pasado la hora del almuerzo y Alexander simple y sencillamente se limitó a servirme de comer, recoger los trastos y retirarse, lo entiendo, después de que lo insulté ¿Por qué querría hacerse amiga de una chica huesos de papel que no es capaz ni de ducharse sin tener a una persona al pendiente de ella, sin mencionar sus repentinos cambios de humor y nerviosismo?, apuesto a que lo decepcionó actitud, pero igual no tengo ni idea de porque me preocupa.

*****

Habían pasado 4 días desde mi famosa "ducha" con el enfermerito y nuestra relación solo había sido educada, realmente me molestaba y me frustraba porque en la piscina había escuchado lo bien que se había relacionado con sus demás pacientes y conmigo no, sé que me comporte como una perra, pero es lo que acostumbro a hacer cuando me siento atacada.

Faltaban alrededor de 4 horas para la cena, pero no pensaba en ello porque tuviera hambre si no porque no vería a Alexander hasta el día siguiente, él está en el turno de día y su jornada termino después de la hora de la comida, y en la cena quien repartiría seria Silvia una señora regordeta muy... amargada.

Alguien llamo a la puerta sacándome de mis pensamientos, ¿Quién sería? ¿Mi madre? No lo creo, ¿Ansel? Lo dudo. De seguro sería mi profesor de lenguas quien continuamente falta demasiado.

─ Adelante.

Y juro que casi me da un paro cuando vi de quien se trataba. Alexander. El ya no vestía en uniforme de enfermero, sino que vestía ropa civil, una playera blanca de cuello V justo debajo de una camisa de franela azul doblada por encima de los codos, jeans de mezclilla ligeramente holgados y unas deportivas blancas

-Hola- saludo Alexander con su característica voz gruesa.

-hola

─ uhm... bueno te preguntaras ¿a qué viene mi visita? ─ solo asentí─ tus profesores de la tarde han llamado y explicaron que no podrán asistir─ exhalando el aire que tenía retenido continuo─ me pregunte si, ¿te gustaría que te leyera un rato?

Me lo pensé un momento, razonando aquel gesto.

─ Claro─ respondí con una estúpida sonrisa, creo que era nuestra oportunidad de empezar de cero, de forjar una amistad y no unas simples frases educadas, ¿que podría pasar?

─ Ok, uhm, el libro es el niño con el pijama de rayas.

─ Me parece bien─ me hice a un lado como cuando mi padre me leía y se acostaba junto a mí, que se acostara era demasiado así que dejé un hueco para que se sentara. ─ ven siéntate a mi lado. ─ al inicio vaciló, pero terminó por aceptar mi oferta y comenzó a leer.

─ Una tarde, Bruno llegó de la escuela y se llevó una sorpresa al ver que María, la criada de la familia ─ que siempre andaba cabizbaja y no solía levantar la vista de la alfombra─, estaba en su dormitorio sacando todas sus cosas del armario y metiéndolas en cuatro grandes cajas de madera; incluso las pertenencias que él había escondido en el fondo del mueble, que eran suyas y de nadie más.

Apoye mi cabeza en la cabecera y escuche con atención, me concentre en sus palabras y en sus respiraciones rítmicas, y en el olor dulce que despedía su cuerpo, era un olor encantador y embriagador, bastante fresco, no pude reconocer que olor era exactamente, pero lo ame.

Y así pasamos la tarde, juntos, recostados en la camilla mientras Alexander me leía, y me encantaba, podría escucharlo hablar todo el día y no me cansaría, tiene una voz tan profunda y varonil que simplemente me encantó.

Al inicio ninguno de los dos sabía que hacer incluso en algún momento los dos nos tensamos, pero poco a poco esa tención fue disminuyendo y nuestra relación se volvió lo más normal posible, después me perdí en el momento y no supe cuantos segundos, minutos u horas pasaron, ni siquiera me di cuenta de cómo prácticamente después de apoyar mi cabeza en la cabecera esta termino ligeramente recargada en su hombro.

Por un momento me perdí en mis pensamientos, ¿Qué diablos estaba haciendo?, eso está mal, me repetía una y otra vez, pero me era imposible pensar de una manera correcta estando así con Alexander y tengo que reconocerlo, me era difícil alejarme de su cálido tacto.

Estuviera bien o mal, lo que fuese que estuviéramos haciendo decidí no romper la magia del cuento así que no dije nada y disfrute del momento.

Eran las 6:30 pm y aun seguíamos absortos en aquella novela.

─ 144 que disculpar a mi hermana, teniente Kotler —añadió con educación—, pero es tonta de remate. No podemos hacer nada por ella. Los médicos dicen que no tiene remedio. —Cállate —espetó Gretel, ruborizada. —Cállate tú —replicó Bruno sonriendo abiertamente.

Entonces alguien llamo a la puerta y nos interrumpió, era Silvia, venía a dejar la cena, creo que no se sorprendió al ver a Alexander conmigo en la camilla, se limitó a servir las quesadillas y salió, pero antes murmuro para sí misma un "la historia se repite", esto se me hizo demasiado raro, pero no le di mucha importancia.

─ Bueno creo que por hoy es suficiente de libros, mañana te prometo que lo terminare de leer para ti, ahora cena.

Solo asentí, dicho esto, cené en su compañía, reí un par de ocasiones y entonces paso lo inevitable, Alexander se tenía que marchar, recogió los trastos, me cubrió con las mantas, se despidió, beso mi frente y se fue.

Esa noche soñé con sus profundos ojos azules, su magnífica sonrisa y el adorable gesto que hace cuando se avergüenza de algo.

Fue una noche tranquila y placentera, aunque me pareció que fue eterna.

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora