Capítulo 32

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Capítulo 32

Pero que pequeñito era el mundo, no me lo podía creer, era demasiada información que procesar, miré las olas del mar y me dieron ganas de convertirme en su espuma y desaparecer. A ninguna chica de casi dieciocho años le podía estar pasando eso, más que a mí, juro que alguna noticia más de este tipo y me muero, lo único que faltaba era que viniera un tsunami y me arrastrara.

─ Dios pero que idiota, ¿Cómo no me he dado cuenta antes? ─ me reprendí a mí misma por mi poca capacidad de analizar la información, era obvio, al igual que muchas cosas más.

─ No te reprendas, no ha sido tu culpa, estos últimos días has recibido demasiadas noticias de golpe.

─ Lo único que falta es que Noah y Noé sean unos extraterrestres y me coman el cerebro ─ al mencionarlo caí en cuenta lo mala amiga que había sido, desaparecí sin más y no les di una explicación, les había mentido desde el día que nos conocimos, además ¿Qué no son los zombis los que comen cerebros? ─ diablos! ─ exclamé furiosa conmigo misma.

─ ¿Qué te ocurre sol?

─ los gemelos, soy una pésima amiga, no les he explicado nada y seguro han de estar preocupados por mi desaparición.

─ No te preocupes por eso ahora, en verdad tienes más cosas en que pensar que en eso─ Alex tenía razón, pero no pude dejar de sentirme mal por ello.

Pronto regresamos a donde la abuela quien había decidido no abrir esta mañana por todo lo ocurrido, de Martin ni sus luces y los chiquitos no habían pronunciado ni palabra de todo, sé que son bastante maduros, pero merecían una explicación al igual que muchas personas a las que les he mentido, como mis amigos.

Al cruzar la puerta pude ver en el comedor a Martincito con su noviecita y su amiguito odiosito y lo detesté, creí que mi día no podía emporar, pero vi que sí pudo.

Martin al levantar la vista se encontró conmigo y después con Alex, la zorra de Dakota escaneó a mi chico de arriba abajo y de abajo arriba, me entraron unas ganas de arrancarle la cabeza, pero me contuve.

─ ¿Quién es él? ─ inquiere Martín sin ni siquiera una pizca de modales.

─ Mi novio, Alexander él es Martín, Martín él es Alexander.

─ Un gusto ─ dijo Alex de manera educada y noté que estaba un poco incómodo.

─ Quisiera decir lo mismo─ reprochó mi tío.

Tomé la mano de Alex y lo arrastré hasta la cocina donde se encontraba la abuela e hice las presentaciones formalmente.

─ Abuela él es Alex, mi novio y Alex ella es María del Rosario mi abuela.

─ un placer─ sonrió él tendiéndole la mano, pero la abuela lo cogió del hombro y le dio un abrazo de oso.

─ bienvenido a la familia mijo, estás en tu casa, ayer todos estábamos demasiados cansados para conversar, pero ahora que ya te conozco puedes llamarme abuela o chayo.

Fue algo sorprendente la manera en que la abuela lo había aceptado rápidamente y este sonriente respondió:

─gracias, abuela.

─ por cierto, mija, tu madre no ha parado de llamar, le he prohibido que venga aquí hasta que tú lo consientas, Martincito llego en la mañana, andaba de parrandero él no sabe nada, es decisión tuya si le quieres platicar.

─ gracias abuela, pero he tomado mi decisión ya, quiero conocer al tal francisco ese, el que se supone que es mi padre, no quiero saber nada de Janet hasta que todo este aclarado y creo que Martín tarde o temprano se enterará.

─ ¿quieres conocer a Francisco? ─ preguntó asombrada la abuela.

─ Si ─ respondí firmemente.

─ Respecto a eso─ yo la apoyare, no tiene por qué preocuparse chayo─ afirmó Alexander sonriéndole a la abuela de una manera segura y satisfactoria.

─ Vale, el cacheton me ha convencido- afirmó ella causando una carcajada por el apelativo que le ha dado.

No puedo evitar darle, un achuchón a sus mejillas y morderle un moflete, pero cuando la abuela había salido, él me sonrió y me miró fijamente a los ojos, vi picardía en ellos, rápidamente se apoderó de mi boca fundiéndonos en un beso apasionado, pero alguien aclaró su garganta de manera audible y tuvimos que separarnos.

─ Tengan un poco de respeto por favor─ ladró Martín detrás de nosotros.

─ Solo era un beso─ dije restándole importancia, aunque me hizo gracia el cabreo de este.

Alex aferrado a mis caderas sonrió por la escena que se estaba montando y no puedo evitar hacerle segunda al reírse.

─ ¿de qué se burlan? ─ parecía que Martín echaría fuego por la boca.

─ De ti tonto ─ me mofo.

─ Y se puede saber ¿por qué?

─ Porque eres un idiota, era solo un beso con mi novio- dije resaltando la palabra novio─ además yo no me quejo cuando tienes a esa sanguijuela adherida a ti.

─ ¿A quien llamas sanguijuela? ─ inquirió la chica en cuestión apareciendo detrás de Martín seguida por Román.

─ Déjalo, Cara─ intervino Alexander.

─ Vamos dilo─ me retó Dakota ─ o ¿acaso me tienes miedo, chulita?

─ No pienso rebajarme a tu nivel─ sentencié con suficiencia.

─Claroooo─ se mofó está alargando la palabra.

Harta de discusiones salí de la cocina, pero para mí desgracia todo el mundo conspira contra mí y al abrir la puerta aparece Janet suplicando que le permita hablar.

─¡LARGATE! ─chillé al verla.

─ Cara, por favor, déjame explicarte─ ¿explicarme? ¿Qué más tiene que explicarme?

─ ¿EL QUE? ¿Es acaso que no solo te revolcaste con el tal Francisco y que ahora no sabes quién es mi verdadero padre? ─ no me dio tiempo de reaccionar, su palma impactó en mi mejilla. Alexander se abalanzo sobre ella y le cogió ambas manos.

─ Lárguese─ siseo con rabia y con la voz muy baja, tan baja que solo la escuchamos ella y yo.

Detrás de nosotros se encontraban Martín, Dakota y Román como espectadores, todos estaban en una especie de shock hasta que mi abuela y Tamara llegaron al auxilio.

─ Tú en esta casa no eres bienvenida─ bramó la abuela.

─ Lárgate, lárgate antes de que llame a la policía─ terció Tamara.

Mi mejilla dolía y esta estaba roja, mi abuela al percatarse de ello corrió a mi lado, inspecciono mi mejilla y rugió.

─ Maldita!, ¿Cómo te atreves a ponerle una mano encima? ─ y al igual de rápido que Janet lo hizo, la abuela la bofeteo aprovechando que Alexander la tenía acorralada.

─ Suéltame o te las veras conmigo─ amenazo mi madre.

─ Suéltala─ ordenó Tamara a Alexander─ pero si no te largas mi advertencia se cumplirá.

Janet miro a Tamara retadora pero su mirada se desvió un segundo a los 3 jóvenes que veían la escena, absortos y claramente confundidos, ella fijo la mirada en Román.

─ ¿Tú? ¿Cómo es que estas tan joven después de todo este tiempo? ─ parecía que estaba poseída por algún demonio.

El solo frunció el ceño.

─ ¿Es que estas aquí para torturarme más la vida con mi familia? ─ gritó histérica.

─ Él es su hijo─ gritó María.

Mi madre lo miro fijamente y sacudió su cabeza de manera negativa innumerables veces

─ ¿tú, eres el hijo de Francisco?

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora