Capítulo 13

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Capítulo 13

Subí al asiento del copiloto en el auto de mama, me abroché el cinturón de seguridad y fingí que dormía. Realmente no me sentía nada bien, y no respecto a mis huesos, ni mi enfermedad sino respecto a mis sentimientos.

Sentía ese maldito hueco en mi pecho, mi completo ser ardía en las llamas de la desesperación y el dolor, todo era como si alguien me arrancara con uñas y dientes el palpitante corazón que habita en mi cuerpo. Aunque mantuviera cerrados mis ojos sentía el familiar escozor que surgía cuando tenía unas inmensas ganas de llorar, pero no me permitiría derramar mis preciadas lágrimas por cosas insignificantes, como en este caso, Alexander. Trate de distraerme durmiendo durante el viaje (a no sé dónde) que realizaba, pero miles de dudas llenaban mi cabeza. Yo y mi masoquismo.

¿Quién era aquella chica que se encontraba en los brazos de Alexander?, ¿es por ella que Alex tenia repentinos cambios de humor?, eso que dijo el doctor Bush respecto lo de la otra vez ¿involucraría a aquella chica? Y lo más importante ¿Qué era eso que mamá prohibió a Ansel decirme?

Todas eran preguntas sin respuesta y si no hacía nada para llenar esos espacios vacíos siempre persistiría esa duda, muchas ocasiones he dejado pasar las cosas, pero ya no más. Y todo ese agobio por desconocer las respuestas a aquellas preguntas se desvaneció y ahora sí que caí, en un sueño profundo.

*****

El auto se detuvo. Lentamente abrí un ojo para cerciorarme de que no era una parada común a la gasolinera o algo por el estilo, pero en realidad estábamos en la antigua casa de mi madre. Abrí los ojos rápidamente ¿Cuántas horas llevaba dormida?

─ Pareces un oso hibernando─ dijo mama─ llevas casi 10 horas inmóvil en ese asiento, anda muévete, despereza tu cuerpo que hemos llegado.

Y ahí tenía mi respuesta.

Un maldito martilleo repiqueteaba en mi cerebro. Genial. Dolor de cabeza.

Lleve mis dedos medios a mis sienes y las frote suavemente, tratando de disminuir el dolor que estaba matándome. Como odiaba tener ese dolor. Trate de ignorarlo, Baje con cuidado del auto y mamá me paso las muletas que tenía que usar temporalmente hasta que mi pierna sanara y me concentre en mi entorno.

Aquella construcción que se alzaba imponente frente a mi causaba una especie de miedo. La casa era enorme y el color gris con la que estaba pintada hizo que me sintiera, aun mas enferma. El jardín estaba seco mientras que los jardines vecinos estaban en su pleno esplendor. Al instante me sentí demacrada. Con paso lento e inseguro me adentre.

Por dentro era blanca con demasiada luz del día gracias a los ventanales que había en esta, carecía de limpieza y abundaba el polvo y las telarañas, las sabanas con las que estaban cubiertos los muebles eran más grises que blancas y casi puedo jurar ver una bola de pelos que se movió de la esquina de la puerta a la esquina del otro lado de la habitación.

Pase un dedo sobre una pequeña mesita que había junto a la puerta y este se llenó de polvo. Sin dame cuenta camine más al interior, una de mis muletas se atoro con la pata de la mesa provocando que por descuido casi besara el suelo, como pude maniobré y logre no caer ni hacerme más daño físico del que ya tenía hecho.

Mi madre entro como rayo, lanzando sobre el sofá las pocas pertenencias rescatadas y corrió a auxiliarme. Se cercioro de que nada estuviera mal y quito la sabana del mismo mueble en el cual estaba su bolso.

─Tengo muchas cosas por hacer aquí, pero puedes subir con mucho cuidado y elegir la habitación que prefieras, ponente cómoda y en un momento subiré para que comamos algo.

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora