Capítulo 27

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Capítulo 27

Para mi sorpresa al día siguiente no fue ni mi abuela, ni Rick, ni Martín quienes me despertaron, si no Teo

─ Cara─ susurró─ psss Cara─ volvió a susurrar.

Me revolví incomoda en mi cama y giré en su dirección abriendo mis ojos y brindándole mi atención, aunque con un poco de pereza.

─ ¿Qué hora es? ─ pregunté ya que todo se veía a oscuras.

─ Son casi las 6.

─ Y ¿Por qué me despiertas a esta hora?

─ ¿Quería saber si te apetece salir a correr conmigo?

─ ¿Ahora? ─ Teo solo asintió, sabía que sería cruel si lo rechazaba, así que no me quedo de otra, le hice un ademan para que saliera y me cambie rápidamente a una playera de tirantes y un short de licra rosa, me calcé unas deportivas y me anudé el cabello en una coleta alta, Salí silenciosamente y rodeé el catre en el cual Martín estaba que babeaba, amortigüe una carcajada con mi mano y seguí a Teo hasta afuera.

Confieso que no tenía la menor idea del porque Teo me pidió Salir a correr con él, y tampoco sé que ruta es la que seguíamos, ni adonde me llevaba, solo caminamos y trotamos moderadamente por la playa, aunque fue totalmente erróneo calzarme zapatillas ya que solo me sumía en la arena, terminé quitándome el calzado y corrí descalza, yo creo que avanzamos cerca de dos kilómetros.

Al final llegamos a un punto donde la playa terminaba y se comenzaban a cernir las rocas, la marea impactaba violentamente contra estas y enserio era muy relajante el sonido de las olas chocar y el olor de la marea, el sol recién comenzaba a salir y con mucho esfuerzo trepe a las mismas rocas que Teo, me sorprendió la agilidad del chaval y más aún me sorprendió la falta de la mía.

Una vez arriba de dichas rocas me senté junto a él y observé hacia donde el señalaba, miré y tuve que cubrir ligeramente mis ojos al voltear, una vez que estos se acostumbran pude observar con claridad el sol que comienza a emerger, el cielo comenzó a teñirse ligeramente naranja pero poco a poco se fue tornando azul según el astro brotara, era precioso, el cielo está poco nublado y las nubes esponjosas habían adquirido el mismo color del cielo, era un fenómeno impresionante.

─ Perdón─ susurró Teo.

─ ¿Qué? ─ dije mirándolo confundida.

─ Perdón─ murmuró un poco más alto.

Si no fuera por él créanme que seguiría embobada en el cielo, admito que me costó trabajo razonar las palabras que brotaron por sus labios, él no me debía disculpas por nada, el pequeño incidente por mi parte estaba en el pasado, aunque no sabía qué era lo que pensaba.

─ ¿Por qué me pides disculpas?

─ Por el problema que surgió y la intervención de Martín... ya sabes─ hizo un ademan con su mano dejando la frase en el aire con la esperanza de que lo entendiera, rápidamente lo pillé y me apresuro a responder.

─ Eso es pasado, yo he iniciado de cero y te recomiendo que también lo hagas tú, si lo que te hace sentir mejor es que te perdone lo repito, te he perdonado, olvidemos lo que paso ¿vale?

Teo asintió con una sonrisa en la boca.

─ ¿Por qué tus huesos se quiebran?

Su pregunta me puso alerta, sentí el escalofrió que se produjo en mi cuerpo, bajando por mi columna vertebral haciéndome estremecer, jamás había sentido tal corriente eléctrica, no sabía cómo, ni donde, cuando, ni porque, pero Teo conocía lo de mi enfermedad, no lo culpo ya que era un niño y tenía curiosidad por lo nuevo y lo... raro, aunque desgraciadamente yo soy lo raro, le respondí amablemente y de la mejor manera.

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora