Capítulo 22

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Capítulo 22

Ya estaba amaneciendo y cada vez estaba más nerviosa, no había dormido nada, literalmente, incluso consideré abortar la misión, pero no, ya había tomado una decisión y no me echaría hacía atrás. Chequé el reloj del celular y eran las 6:30 am, me deslicé por las sabanas y me escabullí dentro del baño, hice mis necesidades, me bañé y me vestí con ropa cómoda, unos jeans holgados, una camisa de algodón, unas converse blancas y recogí mi cabello en una coleta alta, cepillé mis dientes y con cuidado traté de abrir la puerta para poder bajar por algo de comida para pellizcar en el camino, pero me llevé una tremenda sorpresa.

¡MI MADRE LE HABIA ECHADO LLAVE A LA PUERTA!

Frenética giré y aporreé la puerta tratando de abrir, ¿que estaba loca o qué? ¡Pero si no estaba en la correccional, por dios! Prácticamente pateé la maldita puerta y esta no cede. Me tiro literalmente de los pelos.

Esto no me podía estar pasando, no a mí, pero por más que recé y forcejeé con la puerta de madera no se abría ni un centímetro, mi madre esta vez se había volado la barda y sin ningún impulso, mira que encerrar a tu hija como perro rabioso en una habitación no es lo más prudente que podría haber hecho. Me sentí como un preso, además de encarcelada estaba muy indignada y si antes pensaba en irme rápido cuando saliera me iría como flash.

Observando mis vanos intentos finalmente me di por vencida y me dejé caer sobre la cama, necesitaba un plan b, no sabía, tal vez un túnel secreto, cavar un hoyo, algo se me tenía que ocurrir ¡pero de que me marchaba con mi abuela, me marchaba con mi abuela! Estaba decidido, sin vueltas ni rodeos. Se me ocurría la idea de cavar un túnel, pero estoy en la segunda planta y lo de hacer un hoyo en la pared no parecía ser tan descabellado, es más saltaría de la ventana con tal de salir.

¡Bingo!

Corrí al ventanal y pegué mi rostro a el cristal, observo todo, los arbustos debajo de esta, el caminillo que hay, el auto de mamá alejarse, la valla que nos... ¡el auto de mama alejarse! Me dirigí a la mesita de noche y me di cuenta de que se me han ido dos horas en mis pensamientos, era mi oportunidad y pensé seriamente las repercusiones de saltar por la ventana. Podría fracturarme algún hueso y eso no sería lo peor que podría pasarme, podría morir en el intento, frustrada me recargué contra este y para mi sorpresa no solo es un ventanal si no una puerta que daba a mi pequeño balcón, maniobré para no caerme de sentón y conseguí mantener el equilibrio, más feliz que nunca inspeccioné todas mis posibilidades hasta que un movimiento captó mi atención.

Un pedazo de seda blanca ondeaba a mi derecha y me di cuenta de que mi madre había dejado abierta la puerta del balcón de su habitación, pero para mí desgracia su habitación no era la contigua si no la tercera habitación a la derecha de la mía.

Más decidida que nunca corrí dentro mi habitación y cogí todo lo que empaqué en la noche, mi maleta, mi cargador y el celular, pensé en Alexander e hice una nota mental de enviarle un mensaje después de mi idea suicida. Metí el celular en la bosa trasera de mis jeans y me eché la maleta al hombro, cuidé no olvidarme de nada, suspiré y me giré hacia el ventanal, una vez fuera eché un último vistazo al vecindario, no quería montar una escenita y que algún vecino entrometido llamara a la policía por que una loca se quiere matar, o peor aún que avisara a mi madre y le contara mi idea y así ella pudiera impedirlo

¡Excelente! ¡Sin moros en la costa!

Con todas mis fuerzas lancé mi maleta a el balcón que esta de intermedio entre el de mi habitación y la de mama, esta aterrizó con un golpe brusco y esperé que nada se dañara, en especial el cargador del celular.

Ahora era mi turno, respiré hondo y antes de que mis miedos quejicas me invadieran pasé la pierna derecha por encima del barandal y me aferré con mis manos al mismo, tratando de colocarme bien pero desgraciadamente miré hacia abajo y mis nervios aumentaron, mis manos estaban mojadas y resbaladizas y pronto comencé a sudar en frio, subí la vista rápidamente y traté de pensar en cosas lindas. Lo primero que vino a mi mente fueron las rosas, esas rosas blancas que mi padre me regalaba, pensé en su cálida sonrisa paternal y en la gesticulación que utilizaba al explicarme cualquier cosa, mi pensamiento se disipó y pensé en las margaritas que vi por primera vez adornando mi habitación el día que Alexander llego a mi vida, aquellas flores que marcaron el inicio de nuestra amistad y algo más. Rosas rosadas invadieron mi memoria aquel rosa tan tenue como las mejillas de Alexander cuando se sonrojaba, él no era el tipo de hombre estúpido que se sonrojaba con todo, era varonil y muy tierno a su manera, con esa voz dulce pero a la vez ronca que me leía todas las tardes mientras mi mejilla se fundía en su pecho, no era el tipo de chico malo moja bragas que a todas les gustaba, o el nerd que resultó ser un modelo de ropa interior Calvin Klein, tampoco fue un osado, ni un ángel caído y mucho menos cazador de sombras, pero me gustaba así y no le cambiaría nada.

Ante este pensamiento me sorprendí, nunca lo había pensado de esta manera además que me sorprendieron mis comparaciones y mi uso de la expresión moja bragas en mi vocabulario. Sonreí, definitivamente estaba cambiando.

Me concentré en lo que estaba y más segura que nada pasé mi otra pierna por encima de la barandilla, di un salto y aterricé en la marquesina, agradecí a Dios que no estuviera muy delgada, pude mantener el equilibrio y caminar a la perfección por esta, avancé cuidadosamente y al llegar a el otro balcón me aferré, me impulsé y balanceé mi peso columpiándolo hacia atrás y luego hacia adelante logrando que mi cuerpo aterrizara en mi objetivo, ósea dentro y a salvo en el balcón.

Cogí mi maleta con la mano izquierda y con la derecha traté de girar las manecillas de la habitación y para mi malísima suerte estas estaban atascadas, suspiré pesadamente y repetí mi acción anterior, lancé la maleta, salté, me balanceé y llegué al balcón de mamá.

Alegre por mi hazaña entré bailando a la habitación y realicé unas cuantas vueltas. Me detuve y me concentré en el paso 2 de mi misión, aunque no sabía que la tenía organizada en pasos. Busqué la caja fuerte y la encontré en su closet, suspiré y marqué la contraseña más obvia, ¡pff! Tiene que ser más original, simplemente fue su fecha de nacimiento. Extraje 1500 dólares que equivalen a unos 15000 pesos mexicanos, con eso me bastaría, cogí mi bolso y salí rápidamente, llegué a la cocina y tomé un jugo y unas galletas para picar en el camino, llamé a un taxi y esperé pacientemente hasta que este llegó.

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Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora