Capítulo 26
─ ¡Largo! ─ exclamó una voz que no conocía, al abrir los ojos, que había cerrado temiéndome lo pero cuando golpearon el balón, observé una espalda ancha perfectamente torneada, lo sé porque estaba desnuda, además de unos rizos cobrizos y una perfecta y tersa piel blanca, libre de cualquier imperfección.
─ ¿Qué les he dicho de juntarse en esos escuincles? ─ dijo aquel chico dándome la cara, aunque mirando fijamente a los ojos de Rick y a Teo una vez que los niñatos se marcharon.
─ Que no lo hagamos.
─ ¿y porque o hacen? ¿eh? ¿Qué es todo esto? Y por fin su mirada se dirige a mí, su mirada grisácea y penetrante, he de confesar que algo glacial.
─ ¿Quién eres? ─ pregunté confundida y al mismo tiempo agradecida
─ Lo mismo quisiera yo saber.
─ Soy Cara ¿y tú?
─ Martin.
─ ¿Martincito? ¿el hijo de María del Rosario? ─ pregunté algo sorprendida.
─ ¿Cómo lo sabes?
─ Es mi abuela─ balbuceé, el levantó la ceja izquierda inquisitivamente ─ soy la hija de Justo.
─ ¿Justo Elkeles?
─ El mismo.
─ ¿Me pueden explicar que sucedió? ─ dijo dirigiendo la mirada nuevamente a sus sobrinos.
─ Nada.
─ ¿Cómo que nada? ¡casi la golpean con el balón! Aunque tampoco hubiera sido para tanto- dice dirigiendo esto último hacia mí.
─ Claro que si─ traté de justificarme, pero rápidamente cerré la boca.
─ Nos dieron celos, queríamos darle una lección, pero al ver como se puso, tratamos de impedirlo─ exclamó Teo sacándome de la incómoda situación que estaba a punto de ocurrir.
─ Perdón─ dijeron ambos antes de bajar la mirada algo avergonzados.
Suspiré audiblemente.
─ ¿celos de mí?
─ Sí, mi abuela te puso más atención ayer a ti que a nosotros, ni siquiera notó que regresamos después de la hora establecida.
─ Chicos sé que he invadido su espacio, pero prometo que no será por mucho, tarde o temprano regresare a mi hogar, les pido una disculpa, ¿borrón y cuenta nueva?
─ vale.
─ ¡Esto se queda entre nosotros!
Martin bufó inconforme.
─ No sé cómo los has perdonado, primero te pones como loca y luego los defiendes, pero bueno, ahora, ¿A dónde se dirigen?
─A la fonda─ responde Rick el cual hecha a correr seguido de Teo.
─ ¡Niños! ¡Vengan acá! ─ gritó, como toda una figura paternal.
─ Déjalos están jóvenes. ─ reí.
─Tu muy vieja no eres.
─ No, pero la situación en la que he vivido me ha hecho madurar ─ y en el instante que dije aquellas palabras me arrepentí.
─ ¿Por qué lo dices?
─ Por nada.
Caminamos por la arena y agradecí que no haya querido saber más de mi metida de pata y en breve llegamos a la fonda.
El lugar era bastante acogedor, pintado de amarillo por fuera y verde por dentro, estaba decorado con sombreros charros y tenía todos los detalles hechos con barro, las mesas y sillas de madera y el piso con una loseta blanca impecable. El lugar estaba a reventar y las meseras no se daban abasto, cuando entramos a la cocina me di cuenta de que todas miraban perversas y con lujuria a Martin y me partí internamente de la risa, una que otra me miró con odio y caí en cuenta de que creían que era algo mío, así que decidí jugar un rato, pinché varias veces el torso desnudo de "mi tío" y cuando este volteo le sonreí inocentemente, hice un ademan de que me siguiera y cuchicheé con el sobre el restaurante.
Todas me miraron con furia, aunque era realmente divertido, decidí terminar con su agonía y me dirigí a la abuela.
─ ¿te puedo ayudar con algo?
─ Claro que si Carita, atiende esa mesa por favor─ dijo señalando una mase de mantel naranja la cual acaba de ser ocupada por un montón de chicos y chicas.
─ Claro─ rápidamente recibí el lapicero y la libretita que se dieron y 8 menús, me até un delantal a la cintura y me encaminé hacia allí, me coloqué en una esquina y hablé.
─Bienvenidos, mi nombre es Cara y esta tarde estoy a su servicio ─ repartí las tarjetas forradas y me retiré, minutos después regresé para tomar la orden─ ¿Qué van a ordenar?
─ Un vuelve a la vida, un niño envuelto, una cazuela de mariscos, dos tostadas de jaiba y una paella─ dijo una morocha de manera engreída, ignoré su tono de voz y anoté todo rápidamente.
─ ¿Y de tomar?
─ 7 coca colas.
─ ¿Algo más? ─ nadie chistó nada, el silencio podría ser cortado con un cuchillo, pero de repente el único chico que continuaba leyendo el menú bajó la tarjeta y me mira directamente a los ojos.
─ Solo agua con hielos─ petrificada por su arrogancia y sus preciosos ojos miel asentí nerviosa y lo anoté, cuando estaba por retirarme la chica morocha murmuró.
─ Date prisa chulita─ risitas tontas se oyeron a mis espaldas.
─ ¿chulita? ─ jamás en la vida había escuchado ese término, así que me tomó desprevenida.
─ ¿Algún problema? ─ bramó con superioridad.
─ No sé a qué te refieres.
─ Vamos, chulita, no me hagas bajarte de chulita a estúpida.
─ Pues, aunque te cueste, palabras como esas no se encuentran en mi vocablo.
─ ¿vocablo? Además de chulita, intelectual─ se mofó.
─ Vamos, ¡no me hagas bajarte de hueca y superficial a tonta de remate! ─ ¡si, un poco te tu propio chocolate!
Y antes de que ella pudiera responder apareció Martin y colocó ambas manos en mis hombros preguntando.
─ ¿todo bien?
─Mejor de lo que te imaginas guapo─ sonrió con hipocresía aquella Barbie postiza.
Martin me sacó de ahí a jalones.
─ Vamos, atiende otras mesas, yo me ocupare de esa.
─ ¿les conoces? ─ inquirí.
─ Más de lo que quisiera.
Decidí no preguntar y obedecí a Martin, el resto del día paso rápido y nadie mencionó ni el incidente con los amigos de Rick ni el problemita con los amigos de Martin.
Por la noche llamé a Alex y nos pusimos al tanto de todo, me informó que mamá me busco por todos lados, que se le cruzó por la cabeza que estaba en Veracruz, pero no sabía cómo podría haber llegado aquí, así que la descartó ya que según ella no tenía fondos de donde costear el viaje, le desee buenas noches y me concentré en dormir tranquilamente y no volverme loca cometiendo la imprudencia de llamar a Janet brindándole mi ubicación, ¡que se las arreglará como pudiera!
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Huesos de cristal
Chick-LitY para ti ¿que intención tienen las estrellas? ¿Por qué todo ocupa un lugar en el espacio? ¿Cual es el motivo de existir? Para Cara Elkeles todo esto no significa nada. Atada a una camilla, sin ilusiones y con el alma en mil pedazos. Para Alexander...