Capítulo 25

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Capítulo 25

Toda la tarde me paso hablando de Alex, le platico como nos conocimos, todo lo que pasamos juntos, el paseo del parque, su olor, la piscina, todo y mantengo a mi abuela suspirando constantemente hasta que la pregunta más inevitable, brotó de los labios de ella.

─ ¿y tu madre?

Suspiro sonoramente.

─ No lo sabe.

─ ¿no sabe lo tuyo con Alexander?

─ Claro que lo sabe, te he contado que se apareció en la casa de mamá.

─ ¿Entonces qué es lo que no sabe?

─ Que estoy aquí─ susurro.

─ ¿Qué?

─ Escapé ─ confieso.

─ ¿Por qué lo has hecho?

─ Me pelee con ella.

─ ¿te, te has enterado? ─ pregunta con voz temblorosa.

¿Que si me he enterado? ¿De qué?

─ ¿De qué?

La abuela maldice por lo bajo y se recupera rápidamente.

─ De nada, no me hagas caso, ¿Por qué te has peleado con ella?

─ Pues... veras

Y procedo a contarle todo, iniciando desde el día del temblor, ella me escucha atentamente y sube y baja sus cejas cada vez que algo la sorprende, balbucea cosas que no lo gro entender, que de igual manera no les tomo mucha importancia.

─ Por favor no le vallas a decir que estoy aquí ─ suplico.

─ Haber niña, yo ni tengo su número ni manera de contactarme con ella y de aquí tú no te vas si no quieres, pero lo más seguro es que ella deduzca tu ubicación por la pelea de anoche.

─ Gracias, de verdad, aunque soy consciente de eso- me levanto y la abrazo─ creo que ya es de noche y todavía necesito un hotel, ¿qué me recomiendas?

─ ¿hotel? Tu no vas a ningún hotel, te puedes quedar aquí, el cuarto de Martincito está disponible.

─ ¿Pero y el dónde se quedará?

─ No te preocupes aquí en el piso hay mucho espacio.

─ ¿Qué? No, de ninguna manera me voy a un hotel.

─ No seas terca niña, además lo del suelo es una broma─ ella se ríe─ aquí hay un catre para que duerma.

─ Yo me quedo en el catre. ─ ofrezco.

─ De ninguna manera, su colchón es ortopédico y creo que es apto para que duermas por lo de tus huesos, ya sabes.

En eso tiene razón así que lo pienso un poco y al final cedo.

─ Está bien, pero nos turnaremos.

─ Si lo que digas ─ responde la abuela, aunque todo parece indicar que no me dejara dormir en el catre.

─ ¿y el dónde está?

─ ¿Martincito?

Asiento.

─Ha de andar de locochon con sus amigos no te preocupes por él, ya mañana lo conocerás.

─ Está bien, gracias por aceptarme aquí.

─ Quédate todo lo que quieras, buenas noches mija.

Dicho esto, ella me guía al dichoso cuarto y me deja ponerme cómoda, me indica donde está el aseo por si quiero tomar una ducha y decido que es lo más prudente así que lo hago y me refundo entre las sabanas de la cama de mi tío Martin, al instante quedo dormida y rezo entre sueños para que todo siga igual de bien como el comienzo de esta loca aventura.

A la mañana siguiente me despierta el sonido de las cazuelas de barro golpeándose entre sí, enciendo el celular que anoche coloque en la mesita de al lado y admirada observo que tengo más de 50 llamadas perdidas de mamá, son las 8 de la mañana y decido llamar a Alex.

Cuando él contesta le cuento todo, con lujo de detalles como le prometí, aunque omito mi charla con la abuela y mi salida por el balcón, él se queda algo inquieto por mi escapada, pero lo tranquilizo diciéndole lo bien que estoy, incluso hago mención del colchón, quedo de llamarlo todas las noches y me dice que apenas pueda, él viajará a México, le explico que no es necesario, pero con lo tozudo que es termino dándome por vencida.

Levanto mi trasero de la cómoda cama y me encamino a la cocina, en ella la abuela y otra mujer como de unos treinta y muchos se mueven atareadamente cocinando algo que huele exquisito hasta que aquella mujer nota mi presencia y se lanza a abrazarme.

─ ¡Cara!

─ Hola, ¿tú eres? ─ correspondo al abrazo.

─ Tamara.

─ ¿Mi tía?

Solo ríe afirmando mi pregunta.

─Me alegra conocerte─ digo sincera.

─ Justo detrás de mí aparecen los niños y me saludan con un beso en la mejilla.

─ Siéntate vamos a desayunar.

─ Les ayudo─ digo al ver que los niños comienzan a poner la mesa, no hay ninguna oposición y me alegra ya que estoy siendo útil.

Desayunamos jugo de naranja, fruta picada y chilaquiles, todo demasiado rico para ser real, enseguida Tamara y la abuela salen y me informan que van a la fonda, que Teo y Rick más tarde me llevaran allí.

Encantada ayudo a recoger la mesa y me alisto con un vestido veraniego y unas sandalias sencillas, más tarde partimos rumbo a la fonda, pero en el camino nos encontramos con unos amiguitos de Rick.

Él nos presenta y continuamos caminando, aunque unos pocos metros después un balón impacta con mucha fuerza en la espalda de Rick

─ ¡diablos no le di! ─ exclama uno de sus "amigos"

─ ¿Qué mierda? ─ inquiere Teo y me sorprendo por su vocabulario, más que nada por su edad.

Otro balón pasa cerca de mí y ahora impacta contra Teo, no entiendo lo que sucede hasta que caigo en cuenta de que los mocosos tratan de golpearme con el balón, pero el más minimo golpe rompería mis huesos.

─ ¿Por qué lo hacen?

Una sonrisa socarrona se forma en sus labios, dispuesto a responder mi pregunta.

─ Por diversión.

─ Para─ exclama Teo.

─ ¿no es lo que querían? ─ inquiere un chico de remera azul.

─ ya no─ contesta Rick.

─ Pues se atienen a las consecuencias─ responde el mismo chico.

Entonces el mismo golpea el balón y me preparo para recibir el impacto, pero una persona interfiere entre la pelota y mi cuerpo recibiendo el golpe por mí.

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Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora