Capítulo 36

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Capítulo 36

—Cara, yo...— comenzó la abuela, pero fue interrumpida por Janet.

—No, Cara, no podemos simplemente olvidar todo lo que ha pasado, ¿acaso no te das cuenta de que gracias a toda esta bola de idiotas nuestra relación esta como esta? — grito fulminando a todos con la mirada.

— ¡Te equivocas! — reprocho Francisco parándose rápidamente ocasionando que la silla en la que estaba sentado callera produciendo un ruido estrepitoso.

Todos a mi alrededor comenzaron a gritar y a contradecirse como si eso fuera lo único que importara y se me vino a la mente las palabras de Justo "las personas solo están por compromiso" y deteste que fuera verdad.

Salí corriendo de ahí, corrí sin rumbo, simplemente hui, en eso se había convertido mi vida en huir y escapar de todo, quería que todo se terminara. Que se disipara el tormento, el sufrimiento y peleas constantes, quería un punto final para todo, ya no podía más. Con o sin refugio antibombas la dinamita siempre terminaría matándome. Y fue ahí cuando me di cuenta que todo tiempo hui de algo erróneo. Siempre evitaba o escapaba de los problemas, de las personas egoístas a mi alrededor, huía de lo malo, de mi enfermedad, de lo que me hacía sufrir, corría de mi familia destruida cuando en realidad debería haber huido de mí. Las imperfecciones de todo lo que poseo eran lo que me daban motivo de luchar por mi vida, pero sin las personas rotas que reparar, sin los problemas que superar, nunca podría ayudarme a mí misma. Siempre me refugié de las bombas cuando la dinamita siempre fui yo. Y ahora comprendo que mi vida si tiene sentido, comprendo que soy yo a quien me corresponde unirlos.

Una sonrisa triunfante se posa en mi rostro, me siento como si hubiera descubierto la cura para evitar las guerras, me siento como si mi padre nunca hubiera muerto, me siento viva, pero todo lo bueno no dura para siempre.

Todo fue demasiado rápido, cruzaba la calle y no me percate de mirar hacia los lados, los faros de un auto me cegaron, gire mi cuerpo, cerré los ojos y quise pensar que el impacto nunca llegaría, pero sin embargo mi cuerpo salía disparado por los aires, el grito desgarrador que salió de mi garganta corto el silencio, el sonido de la bocina del auto llego después y al momento de aterrizar, mas gritos brotaron de mí. Crujidos se oían dentro de mi cabeza una y otra vez, pronto deje de sentir las extremidades de mi cuerpo, el terror se apodero de mí, me negué a abrir los ojos, temía lo peor.

Gritos y exclamaciones se oían a mí alrededor pero poco a poco se disiparon al igual que mi temor. La inmovilidad que sentí al inicio se fue, el fuerte dolor que oprimía mi pecho fue remplazado por un alivio prominente.

Lentamente abrí mi ojo izquierdo con miedo a haberlo perdido todo, pero no podía creer lo que veía definitivamente, era demasiado, más de lo que me esperaba.

Abrí ambos ojos y observe mi cuerpo inerte debajo de mí, un circulo a su alrededor se formaba por los curiosos que querían ver el accidente, patrullas y ambulancias hacían sonar sus sirenas y a lo lejos divise a mi familia acercarse a paso presuroso a donde me encontraba.

Los policías abrieron paso y dejaron a los paramédicos entrar en acción, sus miradas frustradas daban a entender la situación, ya no había gran cosa que hacer.

Mis huesos se habían roto, casi la mayoría y aunque muy pocos no sufrieron un gran daño todos los demás hicieron de las suyas. Las partes puntiagudas desgarraron órganos vitales ocasionando una muerte casi inmediata.

Colocaron mi cuerpo en una camilla, lo cubrieron con una manta y procedieron a llevarlo a la ambulancia, pero Alexander lo impidió, lucho y se aferró al cuerpo sin vida que una vez me perteneció, lagrimas brotaban de sus ojos, sus preciosos ojos azules ahora hinchados por derramar su dolor, mi madre, francisco y los demás sollozaban en silencio, Martín abrazaba a la abuela y Tamara a los niños.

Mi madre con dedos temblorosos tecleaba frenética su celular, con cautela avance hacia ella, no sentía mis piernas, pero aun así lo hice. Mire sobre su hombro, ella le informaba a Ansel deseosa de que el hiciera algo, pero ya nadie podía ayudar, podía sentir el miedo que emanaba su cuerpo, la credulidad y el dolor. Pose mi mano en su hombro, pero ella solo se estremeció, me coloque frente ella, pasaba de mí. Asustada ande hacia Alex, la reacción fue la misma, nada. Quise correr hacia los demás, hasta que una luz aún más cegadora que la de los faros del auto que me había arroyado se interpuso. Poco a poco mi vista se aclaró, ahí se encontraba Justo dentro de la luz, con su mano estirada a modo de invitación. Era mi hora, sabía que había llegado el momento, pero me negaba a abandonar a mi familia. Todos estaban devastados, para poder partir necesitaba saber que ellos lo estarían.

—Cara— hablo Justo— esta era tu misión en la vida, tu tenías que ablandar sus corazones y unir los lazos que alguna vez se rompieron, tu trabajo está hecho.

— ¿pero?... ¿ellos estarán bien? — mi voz estaba cargada de miedo, mi familia era todo lo que tenía, más bien que tuve, me sentía mal tan solo de imaginar que algo malo le pasara.

—Lo estarán— afirmo muy seguro de sí mismo.

Me arme de valor y me acerque hasta tomar su mano, mire una vez más hacia el caos y susurre:

—Los amo.

Camine de la mano de mi padre y deje todo atrás.

Todo se fue, mis miedos se esfumaron, tranquilidad invadió mi cuerpo, todo era tan hermoso y lleno de paz. Desgraciadamente cuando mueres es cuando comienzas a apreciar lo bueno de la vida. Mi familia tenía que seguir sin mí. Lo que a mí me tocaba hacer ahora estaba hecho y confiaba plenamente en ello. Ahora solo esperaría hasta poder reunirme con ella en otra ocasión.

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Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora